¿’Birdman’ Oscar a la mejor película de 2014? Fruto de mi indignación con esta decisión, y con el pedazo de 10 que le plantó mi querido compañero Claudio M. de Prado en su crítica, nace esta airada y rabiosa contracrítica con la que acabo de romper las teclas del teclado.
1. La película está rodada en un solo (falso) plano-secuencia. ¿Y qué? ¿Acaso eso tiene mayor valor dramático que meter sesenta planos por minuto? Lo que resulta increíble es que a estas alturas, después de ‘La soga’, ‘El arca rusa’, el cine de Berlanga, de Bela Tarr o de Johnnie To, por poner ejemplos de lo más dispares, todavía se siga ensalzado una película por un simple tecnicismo. ¿Que cuesta mucho coreografiarlo y fotografiarlo? Sí. También cuesta mucho hacer el acueducto de Segovia con mondadientes y no por eso es más bonito.
2. La metaficción tam-po-co es un valor intrínseco (ni el colmo del ingenio). La relación Birdman-Batman tiene un pase y hasta le concedo cierta gracia y sentido, pero las alusiones a George Clooney, la aparición de Robert Downey Jr. en un telediario como Iron Man o el “chiste” de la infrautilizada Naomi Watts a costa de su papel en ‘Mullholland Drive’ tienen muy, muy poca.
3. La película es más pomposa que su subtítulo, “La inesperada virtud de la ignorancia”. Como ha demostrado a lo largo de su cada vez más irrelevante filmografía, González Iñárritu es lo más parecido a un tertuliano televisivo que hay en el cine actual: grita y hace muchos aspavientos porque cada vez tiene menos cosas interesantes que decir. Su discurso es tan pobre en ideas (un desfile de tópicos y lugares comunes) y está tan inflado que cualquier día de estos le explotará en la cara. Plaff, como en una película de superhéroes.
4. A Dios rogando y con el mazo dando. Refrán viejuno para prácticas rancias. ¿De verdad una película que basa todo su interés en un enorme artificio, en un gigantesco malabarismo, en una monumental mascletá, está criticando la superficialidad y el efectismo del cine de Hollywood?
5. La razón más importante, la definitiva: ‘Birdman’ competía con ‘El gran hotel de Budapest’ y, sobre todo, con ‘Boyhood’. La película de Linklater es todo lo contrario a la de Iñárritu, el mejor ejemplo de cómo la forma –rodar a lo largo de doce años también se prestaba al exhibicionismo- alimenta el fondo y viceversa. En el más modesto plano-contraplano de ‘Boyhood’ hay mayor verdad que en el interminable plano-secuencia de ‘Birdman’. Pero ya sabemos que los Oscar son de los actores y los Globos de Oro no.
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