Cajón de sastre

Respuesta: Cajon de Sastre (articulos de interés)

Si, no cabe duda de que vuestra visión generalizadora del pequeño constructor como un ser malvado y vago por naturaleza que se forra sin dar ni palo al agua a base de explotar a sus pobres trabajadores (a los que curiosamente luego aludís también como beneficiarios del pelotazo fácil), es sin duda mucho más ajustada a la realidad. Claro. No entiendo como queda una sola persona en este pais que no haya optado por tomar ese camino de vino y rosas... :hola

Manu1oo1
 
Respuesta: Cajon de Sastre (articulos de interés)

Claro, es mucho mejor y mas real tu visión generalizadora del pequeño constructor que trabaja de sol a sol poniendo ladrillos y sufriendo para hacer las cosas bien, sin poder pegar ojo cuando no va a tener para pagar a sus pobres inmigrantes sin papeles, sin seguros y sin garantías o cuando tiene que hacer cuentas para solucionar las chapuzas en las viviendas que ha entregado... Claro, eso es mucho mas real.

Y si no todo el mundo se ha metido en este negocio es porque no todo el mundo tiene ganas para meterse en esos marrones y, sobre todo, porque de toda esa gente que si tiene ganas, sólo unos pocos tienen la pasta para invertir o la solvencia para pedir créditos.
 
Respuesta: Cajon de Sastre (articulos de interés)

No uno ni otro: no es un camino de rosas pero tampoco es la mar de sencillo. Hay que conocer el medio y algunos se mueven como pez en el agua y otros las pasan jorobadas. Generalizar aqui es siempre injusto

Hoy en día los funcionarios ya tienen un sueldo acorde al mercado, e incluso superior si tenemos en cuenta la foto completa (complementos, tiempo). Lo que tal vez habría que plantearse es si son numerosos, y el por qué de que se ha convertido en el ideal de trabajo frente a los otros modelos más tradicionales
 
Respuesta: Cajon de Sastre (articulos de interés)

Debe ser mejor la visión generalizada del funcionario vago que siempre está almorzando, o que te mira mal.

P.D.: No soy funcionario.
 
Respuesta: Cajon de Sastre (articulos de interés)

Lo que es cierto es que el nivel de motivación de un funcionario no suele ser el mismo que el de otro empleado contratado, no se si por la seguridad del puesto o por el encasillamiento
 
Respuesta: Cajon de Sastre (articulos de interés)

El sueldo (que como dije, está al nivel de la privada) no es un elemento motivador. Puede serlo a corto plazo, pero nada mas
 
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El Confidencial

“En esta crisis se ha lavado más dinero que nunca”
@Ángel Villarino. Hong Kong


En todas las películas de mafiosos aparece un tipo trajeado, peinado a raya, con maneras suaves y estudios universitarios, alguien que conoce de memoria los vacíos legales y asesora a capos y matones. “Ese tipo era yo”, estalla a carcajadas Humberto Aguilar, un cubano de Miami, tripón y embaucador, que dispara tres chistes por minuto agitando un bigote tan denso que parece un hurón. Sin perder la vertical profesional, cuida al detalle su aspecto afable y bonachón. En definitiva, es alguien a quien le prestarías el coche con los ojos cerrados si no te advierten de que estás ante uno de los sinvergüenzas más ilustres de los años 80.

Después de huir durante años de los policías, Aguilar trabaja ahora codo a codo con ellos. Se trata de una cuestión de supervivencia: en los años 90 pasó una buena temporada a la sombra y perdió su licencia de abogado. Al salir, tenía que ganarse la vida de algún modo. Primero probó suerte como conserje, pero la cosa no cuajó. “Era humillante y yo ya tenía una profesión. Me llegaban ofertas, pero no quería volver a la cárcel. Así que se me ocurrió pasarme al otro lado y fundé International Money Laundering”. Con el tiempo, su idea se ha convertido en una organización respaldada por la ONU que lucha contra el blanqueo de dinero y asesora a los gobiernos de medio mundo. Precisamente en los pasillos de una de sus prestigiosas conferencias internacionales es donde Aguilar accedió a contar su historia a El Confidencial en el marco de un ciclo de charlas para banqueros e investigadores de delitos financieros celebrado en el piso 21 de uno de los rascacielos de la isla de Hong Kong.

“Ahora ayudo a cazar a los malos. Voy de un país a otro y explico todos los secretos sobre el lavado de dinero. Tengo que admitir que soy bueno en mi trabajo. Hay poca gente en el mundo que sepa tanto del tema como yo”. Para poder sobrevivir a la decisión de cambiarse de bando, Aguilar pone siempre la misma condición: “No doy nombres, no hablo de la gente que conocí, sólo mi experiencia y algunos consejos. ¿Estás loco? Sigo vivo porque no he traicionado a ninguno de mis viejos clientes y nunca lo haré. Sigo en contacto con gente de entonces, pero la mayoría han dejado los negocios sucios y entienden que me busque la vida mientras no delate a nadie”.

Cuba, 1961

Su historia empieza en Cuba, en enero de 1961. “Yo tenía nueve años. Mi padre en cuanto lo vio, sabía que el comunismo era una mierda, así que huimos”. Humberto creció en Miami, se graduó en Derecho y con la carrera recién acabada empezó a trabajar en pleitos de divorcio. “Aquello sí que era un robo. Era quitarle dinero a gente que lo había ganado honradamente para dárselo a quien no se lo merecía, así que decidí dejarlo”. No tardó en encontrar una ocupación que le parecía más honrada. “Me presentaron a varios tipos que había ganado mucha plata y no sabían qué hacer con ella. Empecé a inventarme cosas, a inventar, inventar, inventar. Le daba vueltas, se me ocurrían ideas para lavar dinero por todos los sitios. Yo era joven y aquello era apasionante, creativo y se ganaba mucha plata. Ser un delincuente internacional es lo más divertido del mundo y me iba muy bien. Empezó a funcionar el boca a boca. En Miami se corrió la voz de que había un tal Humberto que sabía qué hacer con toda la mierda. Cuando me quise dar cuenta vivía en una mansión y tenía más dinero del que podía gastar”.

Era la época dorada de los negocios sucios en Miami. “Especulación, tráfico de drogas, prostitución. Todos los que querían se hacían ricos. El dinero salía de debajo de las piedras”. Humberto ideó algunos métodos que se hicieron famosos en el mundillo del hampa y que incluso han llegado a las películas. “Lo he hablado después con muchos policías y todos me dan la razón. Cuando empezaron a ponerse serios con la droga revisaban los camiones y los barcos que entraban en Estados Unidos, pero nunca se les ocurría mirar los que salían del país. ¡No me podía creer! Llenábamos camiones, contenedores, barcos enteros con millones de dólares en efectivo y lo mandábamos tal cual, en billeticos. No sé cuánto dinero he blanqueado, perdí la cuenta. Era increíble, los fajos salían en cajas de cartón, en bolsas de plástico y cruzaban la frontera. Nunca viajé con maletines de dinero, eso son bobadas. No hacía falta arriesgarse”.

Convencer a los banqueros

Humberto abre los ojos de par en par y baja el tono de voz: “Pero entonces empezaba la parte más difícil”. La “parte más difícil” era convencer a los banqueros de Panamá, Venezuela y otro países del Caribe de que hicieran negocios con él. Se empezaba con pequeños ingresos, visitas breves y algunos regalos. “Un sobrecito primero, un Rolex de oro después, otro sobrecito con más dinero y ya lo tenías jugando para ti. En todos mis años lavando he regalado cientos de Rolex y nadie me ha devuelto ninguno. Habré tentado a 300 banqueros de todo el mundo y ninguno me rechazó, ni llamó a la CIA. Todo el mundo quiere una vida mejor y si se la ofreces con una sonrisa en un sobrecito inocente sabes que te van a decir que sí”.

Desde el Caribe, el dinero viajaba hacia bancos europeos. “Principalmente en Suiza. Allí es donde están los mayores ladrones del mundo, los peores delincuentes. Tienen departamentos enteros especializados en lavar dinero”. Los millones descansaban un tiempo en Europa y regresaban al Caribe, con forma de inversiones en falsas compañías. “Yo mismo las abría a nombre de otra gente. Por ejemplo, por la noches iba a un burdel muy famoso de Panamá, vacilaba con las chicas y les pedía que me dieran su documentación y firmasen unos papeles. A cambio les daba 150 dólares y ellas estaban encantadas. Lo que no sabían es que, por unas horas, tenían a su nombre una compañía que acababa de recibir una inversión de varios millones de dólares desde Suiza”.

Desde ahí el dinero regresaba a Miami, directamente a las cuentas de sus clientes y completamente limpio. “Siempre se lo andaba diciendo. Señores, hace falta tener negocios lícitos donde invertir la plata lavada y no levantar sospechas. A veces les costaba entenderlo. Era gente muy astuta en la calle, pero muy bruta, nada sofisticada. Cuando entendían lo que les estaba diciendo se quedaban boquiabiertos. ¡Humberto, tu eres un genio, hermano! Eso me decían. Yo me llevaba un porcentaje. A veces más de un 10%. Hacíamos dinero a lo descarado”.

Después de lavar y centrifugar toneladas de dinero negro, Humberto Aguilar, en la actualidad presidente de International Money Laundering, estaba en lo mejor de su carrera como criminal financiero. Pero “la Policía empezó a atar cabos y yo ya no dormía tranquilo, así que decidí dejarlo todo”. El primer paso hacia la rehabilitación era informar a sus clientes de que abandonaba el ruedo. “Se armó un revuelo impresionante. Muchos pensaban que iba a delatarles, me amenazaron y me intentaron matar varias veces. Sufrí un tiroteo en plena calle, y me libré porque llevaba un revólver y pude defenderme. Pasé mucho miedo hasta que intercedió por mí un viejo cliente, un amigo que me conocía y confiaba en que no iba a abrir la boca. Le debo la vida. Él se hizo responsable de mi silencio. Era alguien poderoso y avisó de que si me pasaba algo, respondería por mi vida, así que me dejaron en paz un tiempo”.

La situación se hizo cada vez más tensa en Miami y Humberto huyó a España a esperar su arresto, al amparo de nuestras leyes, mucho más blandas que las de Estados Unidos y cuyas normas de extradición exigían mantener el periodo de condena dictado por los tribunales locales. “Con un pasaporte hondureño tiré una temporada. A veces era de risa. Un día entré en una comisaría a renovar mi permiso de residencia y allí me encontré colgada una foto mía de búsqueda y captura. Antes de entrar me despedí de mi mujer. Iba sudando. El comisario estaba muy serio, me llamó enseguida y me miró de arriba a abajo. Yo pensé que estaba ya en la cárcel. Él levantó la vista, me sonrió y me dijo que tenía todo en regla y ¡luego me aconsejó que podía aplicar un permiso de residencia permanente!”.

La suerte no duró mucho más y Humberto fue esposado en 1995. “Cuando me arrestaron fue un alivio. Ser fugitivo es lo peor que he pasado en mi vida”. En total pasó 8 años en la cárcel, la mitad en España y la mitad en Estados Unidos. “Aprendí que hay dos modelos penitenciarios. En España el trato era humano. En Estados Unidos era un verdadero infierno. En España se encarcela a la gente para rehabilitarla. En Estados Unidos para castigarla”. Salió ocho años después, gracias a los requisitos de extradición españoles y a su buena conducta. “Decidí que no hay dinero para pagar un solo día de cárcel y que no me volverían a coger”.

Cuando se le pregunta si echa de menos su vida como criminal, su responde con contundencia. “¿Estás loco, chico? Claro que lo echo de menos. La mansión, el carro, la emoción, todo. Ser pobre es una mierda siempre, pero ser pobre después de haber sido tan rico es una tortura, algo que no le deseo a nadie”. Y con todo, Aguilar se ha tomado a pecho su nuevo papel como consultor para gobiernos y bancos internacionales. Bajo el prisma de la experiencia adquiere una pose circunspecta a la hora de analizar el mundo del crimen organizado. “Los mafiosos de antes eran gente decente”, sentencia. “Los de ahora son animales. Cuando los de la DEA (Departamento Antidroga de Estados Unidos) me cuentan lo que pasa, las decapitaciones y todas esas barbaridades, les digo que la única solución es matarlos a todos. Son bestias”.

Sólo se descubre un 0,1% del dinero que se lava

Lo que no ha cambiado demasiado, concluye Aguilar, es el lavado de dinero. “Se ha sofisticado un poco más, pero sigue siendo el delito que más se repite en el mundo. Sólo se descubre un 0,1% pero se calcula que se lavan 500.000 millones de dólares cada año”. Al parecer, muchos billetes siguen pasando en efectivo, camuflados entre mercancía, del mismo modo que se hace con los cargamentos de droga fueran droga. “Los billetes no los detectan los perros, ni las máquinas. También se usan otros métodos que a mí ya se me habían ocurrido pero que no eran necesarios en mi época, como hacer transferencias a escala a estudiantes de otros países que devuelven el dinero a cambio de una propina".

Con la crisis, sostiene Aguilar, el volumen de lavado ha aumentado considerablemente. “El dinero negro que está entrando en los bancos ahora es increíble. Nadie hace preguntas en estos momentos y para blanquear no hay que dar muchas vueltas. Los bancos necesitan efectivo y los gobiernos necesitan dinero en circulación, además les vienen bien no tener que rescatar más entidades financieras. Se hace la vista gorda y nadie hace preguntas. La crisis beneficia mucho al crimen organizado y el narcotráfico”. La tendencia ha sido señalada por otras organizaciones, como la Oficina de Naciones Unidas contra las Drogas y el Delito (ONUDD), cuyo analista Antonio Costa aseveró durante una reciente conferencia en Viena que algunos bancos podrían haberse salvado de la bancarrota gracias al “capital líquido de inversión disponible que es el dinero del narcotráfico”.

Aguilar se enciende recordando “en lo que se ha convertido el mundo de la delincuencia”. Dice que está cambiando el mapa del narcotráfico, la prostitución y los negocios a los que se encargaban sus clientes (“criminales pero con un código ético”). “Los mexicanos han tomado el control del tráfico de drogas con Estados Unidos, ya no son los colombianos como en mi época. Los carteles mexicanos son los más crueles y despiadados que han visto los Estados Unidos. Y también en Europa todo está cambiando. Ahora vienen del Este. Italia pierde protagonismo. En Moscú hay ya más bancos privados que en Nueva York. ¿Tú sabes a qué se dedican esos bancos? Yo sí. Puedes ver también quienes son los dueños de todos los puticlub de Europa. ¡Son todos de Europa del Este! Es más cruel y más salvaje que en mis tiempos”.
 
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Río revuelto en Madrid.....por Jesús Cacho

@Jesús Cacho - 04/10/2009

La fiesta española en Copenhague de este fin de semana resultó amenizada por el Fondo Monetario Internacional (FMI), famosa banda de las desdichas que la víspera se encargó de recordar a la alegre tropa ibérica que bailaba en el Hotel D’Angleterre que España será el último país desarrollado en salir de la crisis, y que la tasa de paro llegará en 2010 hasta el 20,2% de la población activa. El fin de fiesta corrió a cargo de Octavio Granado, conocido vocalista del conjunto “Ministerio de Trabajo” que, el mismo viernes en que esa Olimpiada con que nuestra clase política había decidido obsequiarse en 2016 marchaba a Río, anunció la existencia de 80.300 nuevos parados, más de un millón en los últimos 12 meses.

La situación no es mejor a nivel municipal, al menos en lo que al Ayuntamiento de Madrid respecta. El mismo día en que el FMI hacía públicos sus previsiones de futuro, este diario daba cuenta de que el Ministerio de Economía ha negado a Alberto Ruiz-Gallardón una nueva autorización de endeudamiento, después de que el consistorio cerrara 2008 con un déficit de más de 1.200 millones de euros, cifra a sumar a una deuda global que a final de este año rebasará los 8.000 millones, suma que representa el 155% de sus ingresos corrientes y ampliamente supera el 110% que como tope máximo de endeudamiento establece la Ley de Haciendas Locales. Gallardón ha incumplido olímpicamente el Plan Económico Financiero 2005-2008 pactado en su día con Pedro Solbes. En 2003, cuando el faraón llegó a la alcaldía, la deuda de Madrid era inferior a la de Barcelona. Ahora mismo es 12 veces mayor.

En 2003, cuando el faraón llegó a la alcaldía, la deuda de Madrid era inferior a la de Barcelona. Ahora mismo es 12 veces mayor.
Intentando tapar agujeros desesperadamente, el señor Alcalde de Madrid por el PP se la lanzado a una desaforada subida de tasas e impuestos varios. No hay reunión familiar que estos días se celebre en la capital que no aborde de entrada la escandalosa subida del IBI, a la que se ha añadido una nueva Tasa de Recogida de Residuos Sólidos, vulgares basuras, que supone a cada madrileño un arreón de más de 90 euros para un piso de cien metros (aunque la herida puede llegar hasta los 190 euros al año, frente a los 24 que se pagan en Sevilla). Un abuso manifiesto, que los ciudadanos terminan aceptando resignados, porque esta es otra de las novedades de nuestro tiempo: la indefensión del español de a pie ante el permanente abuso de poder perpetrado por la casta política en sus distintas modalidades.

Y mientras esto ocurre en la España real, la alegre tropa desplazada a Copenhague gratis total, con el Rey Juan Carlos a la cabeza, se afanaba en convencer a unos señores dignos de toda sospecha de que votaran a Madrid. Y todos vendían la misma falsa mercancía: el apoyo unánime de la población madrileña, y aun de la española, al proyecto. Con una falta de pudor digna de mejor causa, los responsables de fasto se han apresurado a vender el silencio de los corderos como respaldo sin fisuras. La trapacería de nuestra clase política ha contado para la ocasión con el apoyo casi unánime de los medios de comunicación, en particular de las televisiones. Tópico hasta la nausea. Un conocido locutor de radio, desplazado al efecto a Copenhague, metió en antena a las 9,30 de la mañana del viernes a un madrileño que, francamente cabreado, dijo pasar ampliamente de los Juegos malabares del alcalde para preguntarle, en cambio, por qué en los últimos tres ejercicios le había aplicado una subida del 14% anual en el citado IBI.

Pues bien, el intrépido comunicador le cortó en seco: “O sea, que usted no está a favor…” Ni le despidió. Pocas veces se ha podido visualizar de forma tan clara la distancia que separa a la opinión pública de la publicada, así como la connivencia entre la clase política y la periodística, en particular la de unos dueños de los medios que siguen esperando como agua de mayo las ayudas públicas que les permitan sortear la quiebra que amenaza a la mayoría de ellos. Si a finales del XVIII, el revolucionario francés Babeuf se quejaba en su Manifiesto de los Iguales de que “la pobre especie humana ha servido de juguete a todas las ambiciones, de pasto a todas las tiranías (…) Siempre y por doquier se arrulló a los hombres con bellas palabras; jamás ni en ninguna otra parte han obtenido otra cosa que palabras”, resulta desolador comprobar cómo dos siglos y pico después sigue siendo tan fácil mover a la opinión pública a base de grandes campañas de manipulación colectiva, consistentes en apelar a los sentimientos (la genuina alegría de poder organizar unos Juegos) más elevados de la gente del común, ocultando el lado oscuro que la aventura lleva aparejado.

España ya no es la joven democracia que concita simpatías
Han pasado 23 años desde que el 17 de octubre de 1986 y en Lausana, el COI eligiera Barcelona como ciudad organizadora de la XXV Olimpiada por delante de París. España aparecía entonces a los ojos del mundo como una joven democracia en busca de una consolidación que concitaba las mayores simpatías. Desde aquel 1986 se han sucedido avatares que han variado sustancialmente el tablero de juego. El mundo ha cambiado mucho. Se perciben nuevos equilibrios geoestratégicos y un sin fin de nuevas naciones emergen con esperanzas renovadas en un futuro de desarrollo y bienestar. España, sin embargo, ha cambiado a peor. Hablar de nuestro déficit democrático resulta ya un lugar común: ausencia de una Justicia independiente, sometimiento al Poder de los medios de comunicación, falta de transparencia en el manejo de lo público, creciente estatalización, Monarquía cuestionada, corrupción rampante, crisis de valores, sindicatos peronistas, nacionalismos provincianos, más corrupción... Es evidente que sería bueno un cambio de Gobierno, aunque lo realmente necesario es un cambio profundo del sistema que debería comenzar con una reforma a fondo de la Constitución, para rescatarla de las garras de quienes han abusado de ella en provecho propio: la propia Monarquía, los dos grandes partidos “nacionales” y los dos nacionalistas de derecha catalán y vasco.

Si a ello le añadimos una crisis económica sin precedentes, con un déficit público que rondará el 12% del PIB a final de año, un paro como el antes descrito, con nulas perspectivas de empezar a crear empleo estable hasta finales de 2014, llegaremos a la conclusión de que la pretensión de organizar unos Juegos en Madrid no puede ser considerada más que como el acto de locura colectiva de un país que ha perdido el norte de sus prioridades o como muestra de la desvergüenza de una clase política decidida a darle hilo a la cometa manteniendo al pueblo embebido en el opio de un panem et circenses financiado, además, con unos fondos públicos de los que carece el Estado. Lo ocurrido el viernes en Copenhague era de sobra conocido por un Gallardón que ha sido capaz de embarcar a toda España en una aventura que sabía imposible. Sin una voz discrepante. Lo supo desde que el 17 de junio pasado tuvieron lugar en Lausana las presentaciones técnicas de las ciudades candidatas. Pero siguió adelante con toda su cohetería, porque el proyecto olímpico era para él una coartada, el trampolín de prestigio que debía franquearle definitivamente el liderazgo del PP y la presidencia del Gobierno, permitiéndole, al tiempo, enmascarar la deuda de Madrid con las ayudas públicas.

Queremos saber cuánto ha costado la fiesta de Copenhague
Todo ha resultado una gigantesca engañifa, empezando por el olimpismo de un señor que jamás ha practicado deporte alguno y que, cuando aún se llamaba Alberto Ruiz Jiménez y estudiaba en los jesuitas de Chamartín (Nuestra Señora del Recuerdo), huía espantado en el recreo en cuanto veía acercarse un balón, peligrosa arma de destrucción masiva capaz de manchar el terno impoluto, con chaleco incorporado, que solía vestir. 18 añitos tenía entonces la criatura. La compañía de comedias que el viernes representó en Dinamarca el sainete “Un paraíso entre zanjas” aterrizó ayer en un Madrid imposible, endeudado para varias generaciones. Urge saber a cuánto asciende el sueño megalómano de este sátrapa consumado. Conocer qué ha costado el show de Copenhague, quién va a pagar los vuelos fletados al efecto, los cientos de invitados a los que, al parecer, se regaló maleta, traje –¡oído cocina, señor Camps!- y corbata, quién ha corrido con la cuenta de hoteles, convites y confetis… Sabemos que hemos sido nosotros, cierto, pero queremos oírlo en boca y con el verbo florido de ese insuperable orador que es Gallardón.

Y un mensaje de ánimo para los muchos madrileños que, de buena fe, querían los Juegos y han visto sus esperanzas frustradas. Aunque ciudadano del mundo, me gusta ver a España ganar incluso cuando del Mundial de Canicas se trata. Pero aquí y ahora no había nada que festejar, nada de lo que sentirse orgulloso. La alegría, el sentimiento de pertenencia al grupo, la sensación de autoestima colectiva se construye y mantiene trabajando por un país más abierto, mas democrático, más rico y más libre; un país con una Justicia que funciona y unas Instituciones respetadas y respetables; un país dispuesto a combatir a fuego la corrupción y crear empleo, capaz de reclamar a los talentos que tiene desperdigados por el mundo porque aquí no encuentran trabajo adecuado; un país capaz de evitar la marcha de Barbacid del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas porque le recortan el presupuesto. En esta España nuestra no hay dinero para ciencia o I+D, pero sí para dilapidar en operaciones como la de Copenhague. Este es el país del que tendríamos que sentirnos orgullosos. Lo demás es hojarasca. No hemos perdido los JJ.OO, los han perdido ellos. Y nos hemos ahorrado un buen dinero. Gracias, COI.

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Respuesta: Cajon de Sastre (articulos de interés)

Queremos saber cuánto ha costado la fiesta de Copenhague
Todo ha resultado una gigantesca engañifa, empezando por el olimpismo de un señor que jamás ha practicado deporte alguno y que, cuando aún se llamaba Alberto Ruiz Jiménez y estudiaba en los jesuitas de Chamartín (Nuestra Señora del Recuerdo), huía espantado en el recreo en cuanto veía acercarse un balón, peligrosa arma de destrucción masiva capaz de manchar el terno impoluto, con chaleco incorporado, que solía vestir. 18 añitos tenía entonces la criatura. La compañía de comedias que el viernes representó en Dinamarca el sainete “Un paraíso entre zanjas” aterrizó ayer en un Madrid imposible, endeudado para varias generaciones. Urge saber a cuánto asciende el sueño megalómano de este sátrapa consumado.

Y yo quisiera saber en qué recreo exactamente le robó el bocadillo Gallardón al señor Cacho. Por que sólo así se explicaría esta animadversión que, obviamente trasciende lo político para transformarse en una inquina personal salpicada de mucha mala baba.

Los hay que no saben perder. Y no me refiero a Don Alberto.


Manu1oo1
 
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El blog de Santiago González

Hagan el favor de pulsar aquí

22 de noviembre de 2009


Conocen la historia. Yoani Sánchez es una bloguera cubana que ha hecho de su bitácora, Generación Y, un símbolo de resistencia contra la dictadura, un llamamiento a los cubanos de su generación, encarnados en esos nombres extraordinarios que incorporan la Y venga o no a cuento: Yusimi (you see me) Peniley (Penny Lane, homenaje a los Beatles) Yusneivi (US Navy, un guiño antisistema).

El pasado 6 de noviembre, Yoani Sánchez denunció que había sido abordada en la calle por unos policías que la hicieron subir a un coche, la golpearon y amenazaron y la dejaron lejos de su casa. La operación de castigo e intimidación duró 20 minutos. Su marido, Reinaldo Escobar, retó a discutir en público al policía que golpeó a su mujer, conocido como 'agente Rodney', citándole en el mismo lugar en el que la policía había 'invitado' a Yoani a subir al coche.

Desde entonces, su casa está rodeada por esos siniestros tipos que se agrupan en los Comités de Defensa de la Revolución, cuadrillas de chivatos organizados por barrios. Reinaldo y Yoani les hicieron fotos que ella colgó en su blog. Véanlas aquí.

A la hora fijada para la cita, Escobar no se encontró con Rodney, sino con una espontánea manifestación del pueblo cubano (una delegación de un centenar para ser precisos) de repudio a la contrarrevolución, con los gritos de rigor. En el blog de Yoani tienen un video sobre el asunto. Los estados monolíticos tienen la ventaja del desdoblamiento, lo cual resulta muy funcional en ocasiones como ésta. En los primeros años cuarenta, se solían organizar en Madrid espontáneas manifestaciones de falangistas ante/contra la embajada británica. En una de ellas, en la que los gritos contra la pérfida Albión y en favor de Gibaltar español excedían los decibelios habituales, el ministro de Asuntos Exteriores, Ramón Serrano Suñer, llamó al embajador de Su Graciosa Majestad, Samuel Hoare, y le ofreció enviar más policías, a lo que el diplomático, quizá para no desmerecer la reputación de la ironía británica, respondió: "No, gracias. Me bastaría con que enviase menos manifestantes".

Mucha gente de mi generación, entre la que me cuento, se formó en la épica de la Revolución cubana. Por eso, el gesto arrojado de Reinaldo Escobar me ha recordado este relato:
Señores magistrados, os voy a referir una historia. Había una vez una república. Tenía su Constitución, sus leyes, sus libertades, Presidente, Congreso, tribunales; todo el mundo podría reunirse, asociarse, hablar y escribir con entera libertad. El gobierno no satisfacía al pueblo, pero el pueblo podía cambiarlo y ya sólo faltaban unos días para hacerlo. Existía una opinión pública respetada y acatada y todos los problemas de interés colectivo eran discutidos libremente. Había partidos políticos, horas doctrinales de radio, programas polémicos de televisión, actos públicos, y en el pueblo palpitaba el entusiasmo. Este pueblo había sufrido mucho y si no era feliz, deseaba serlo y tenía derecho a ello. Lo habían engañado muchas veces y miraba el pasado con verdadero terror. (...)
¡Pobre pueblo! Una mañana la ciudadanía se despertó estremecida; a las sombras de la noche los espectros del pasado se habían conjurado mientras ella dormía, y ahora la tenían agarrada por las manos, por los pies y por el cuello.

Aquellas garras eran conocidas, aquellas fauces, aquellas guadañas de muerte, aquellas botas... No; no era una pesadilla; se trataba de la triste y terrible realidad: un hombre llamado Fulgencio Batista acababa de cometer el horrible crimen que nadie esperaba.

Ocurrió entonces que un humilde ciudadano de aquel pueblo, que quería creer en las leyes de la República y en la integridad de sus magistrados a quienes había visto ensañarse muchas veces contra los infelices, buscó un Código de Defensa Social para ver qué castigos prescribía la sociedad para el autor de semejante hecho(...)
Sin decir una palabra a nadie, con el Código en una mano y los papeles en otra, el mencionado ciudadano se presentó en el viejo caserón de la capital donde funcionaba el tribunal competente, que estaba en la obligación de promover causa y castigar a los responsables de aquel hecho, y presentó un escrito denunciando los delitos y pidiendo para Fulgencio Batista y sus diecisiete cómplices la sanción de ciento ocho años de cárcel como ordenaba imponerle el Código de Defensa Social con todas las agravantes de reincidencia, alevosía y nocturnidad. (...)

Señores magistrados: Yo soy aquel ciudadano humilde que un día presentó inútilmente ante los tribunales para pedirles que castigaran a los ambiciosos que violaron las leyes e hicieron trizas nuestras instituciones...</I>
Este texto forma parte del alegato de la defensa que Fidel Castro hizo de sí mismo en la vista del proceso en el que se le juzgó por asalto al Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953. Vuelvan a leer la descripción de la república que él se propuso restaurar: todo el mundo podría reunirse, asociarse, hablar y escribir con entera libertad. Por ejemplo, Yoani Sánchez. ¿Saben ustedes si alguno de nuestros ilustres expedicionarios a La Habana aprovecharon el viaje para llamarla, ir a verla, expresarle un gesto solidario, esos Víctormanueles, Miguel Bosé y su socio Nacho Vidal? ¿Seguro que esto lo sabe Moratinos?
 
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las imagenes del akelarre cobarde contra su marido el otro dia son una absoluta vergüenza en pleno siglo XXI... y más lamentable que nuestro pais encabece solo la iniciativa para que la UE relaje su posición con el castrismo.

que asco.
 
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Yo solo veo a una paranóica con un blog :|
 
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¿¿¿¿¿paranóica?????? parece mentira Tozzi, hasta ha entrevistado a Obama.


en todo caso cualquier disidente en cualquier ferrea dictadura corre el riesgo de perder la cabeza por la presión a la que se le somete.


para paranoia la del regimen.
 
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No lo sabia :( Solo he visto las fotos donde parece que saca fotos a gente de la calle y dice que le persiguen, y me ha parecido un poco raro. Entre eso, unas palabras de Castro y el nombre de Nacho Vidal, conforman un texto inquietante
 
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El Mundo


AL ABORDAJE/DAVID GISTAU

El 'tackling' de la calle Almirante


13.12.2009

ES EXAGERADO relacionar la agresión sufrida por Hermann Terstch con el montaje de El intermedio. Wyoming es un sectario de manual y un mordedor de perneras que todavía reacciona al olor de Aznar. Y está integrado en esas bandas de piqueteros que, en las empresas de Roures, emulan los repudios de las juventudes revolucionarias cubanas machacando, con la coartada del humor, a cualquiera que afrente la verdad verdadera del Régimen. Es el achique de espacios de los que pertenecen al linaje intransigente de esa izquierda que, imbuida de narcisismo, indultada de sus brutalidades históricas, considera que cualquier forma de pensamiento alternativa no puede emanar de la inteligencia ni de la moral, sino que es una bestia de tinieblas que merece ser abatida. Quiero pensar que sólo en el plano dialéctico. Porque si algo nos permite afirmar esta época en teoría más sofisticada es que semejantes odios e instintos primarios, aunque permanezcan idénticos a los de antaño, cuando el paqueo de las milicias, ya no han de desembocar en una checa. Ni en ninguna invitación a la violencia física. Los paseos son virtuales, se contentan con destrozar prestigios, como cuando la Inquisición quemaba muñecos figurativos para castigar a un condenado huido.

Confirmado por tanto que la patada no la pegó Wyoming, ni probablemente nadie azuzado por su bilis, en cambio sí resulta interesante reparar en cómo el periodismo gubernamental, no sin vileza, ha distraído la conciencia para anular los automatismos solidarios requeridos por el episodio. Y más cuando cabe imaginar los gritos de «¡Que vuelve el fascismo!» que habríamos escuchado si a un Gabilondo, o al propio Wyoming, le hubiera salpicado el agua de un charco pisado al pasar por un coche que llevara escrito en una pegatina: «Neoliberal al volante». De Tertsch se ha llegado a decir, aprovechando la fama del barrio en que fue atacado, que lo suyo fue por una cólera de chapero. Se le ha llegado a conminar a que no se haga la víctima. Y luego, con los mismos mecanismos con los que los soviéticos creaban ambiente para la reclusión de un disidente en un psiquiátrico, han apretado aún más la campaña de desprestigio, comparándole con un chiflado o un Amedo, como para insinuar que golpear a Tertsch es poco menos que un servicio público y que el que lo haya hecho vale lo que Neira. Hace tiempo que nos repugna la división en bandos del periodismo, roto por la sumisión política. Pero nunca se había caído tan bajo como ahora: no ya por la patada, sino por cómo la han justificado.
 
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El blog de Santiago González

Entre el ser y el no ser

20 de diciembre de 2009.- Hace cinco años se decubrió que el presidente de Amical Mauthausen, asociación que agrupaba a españoles que habían sido prisioneros en campos nazis, era un impostor. Enric Marco, que fue secretario general de la CNT entre abril de 1978 y diciembre de 1979, se inventó un pasado como el deportado 6.448, que había huído de Barcelona como polizón en un barco que lo llevó a Francia y que allí fue detenido y entregado a los nazis, que lo internaron en el campo de concentración de Flossenburg en 1943 y allí permaneció hasta la liberación del campo por los aliados en 1945.

En realidad, Marco emigró a Alemania como un trabajador más en 1942. Fue detenido por difundir informaciones sobre la marcha de la guerra que traducía de la prensa portuguesa y enviado al penal de Kiel, donde pasó unos meses. Excarcelado por los propios nazis en 1943, volvió a España, donde forjó su memoria de resistente, sobre todo a partir de la transición y de la entrevista que le hicieron en la revista Por Favor José Martí Gómez y Josep Ramoneda. A partir de allí fue el no parar: recorrió las escuelas de Cataluña contando las atrocidades de los campos de exterminio nazis. Llegó a hacerlo en el mismísimo Congreso de los Diputados en enero de 2005. Naturalmente, la Generalitat de Cataluña premió su vida ejemplar con la concesión de la Creu Sant Jordi, que le fue reclamada con posterioridad, al descubrirse el fraude, en un acto de extraordinaria injusticia histórica. La comunidad política y humana que homenajea el 11 de septiembre de todos los años a Rafael de Casanovas como mártir de la Diada, ¿qué pegas tiene que oponer a Enric Marco?

En ambos casos, lo importante es el relato, no la historia. Según cuenta él todo empezó por su facilidad de palabra: cuéntalo tú, que tienes más gracia. Por eso está lleno de sentido el aparente oxímoron de la pregunta que el periodista Julián García hace a Lucas Vermal, codirector, junto a Santiago Fillol, de 'Ich bin Enric Marco', documental que se acaba de estrenar en Madrid y Barcelona sobre la doble vida de Marco: la real y la inventada:


"En el documental, Marco se niega a pedir perdón, pues sigue considerando que, aunque era un embustero, jamás mintió".
George Orwell lo había previsto. En un ensayo titulado 'Notas sobre el nacionalismo' del que ya hemos hablado aquí, así como del concepto orwelliano de nacionalismo, dice:


"En el pensamiento nacionalista hay hechos que son verdaderos y falsos al mismo tiempo, que se conocen y que se desconocen. Un hecho sobre el que se tiene conocimiento puede ser tan insoportable que se arrincona sin que se le permita ser procesado lógicamente. O también puede ser objeto de cálculo sin que llegue a admitirse como un hecho.
Al nacionalista le obsesiona la creencia de que se puede cambiar el pasado [...]. Sucesos que se piensa no deberían haber sucedido se silencian y en último lugar se niegan [...]. Se alienta la indiferencia ante la verdad objetiva, sellando un mundo de otro, haciendo así más duro el poder descubrir lo que realmente está pasando [...]. Si una persona alberga en su mente un odio o lealtad nacionalista, algunos hechos son inadmisibles aunque se sepa que son ciertos".
Enric Marco debería ser el laico patrón de la Memoria Histórica. Otra cuestión es por qué abunda mucho más el tuneo en las filas de la izquierda que en las de la derecha, o así me lo parece a mí en un repaso somero: La vida y milagros de Enrique Tierno Galván, empezando por su lugar de nacimiento, Miterrand y el atentado de la OAS del que hablábamos ayer, los estudios de Ingeniería y Ciencias Económicas de Luis Roldán, el pasado de los padres de María Teresa Fernández de la Vega y Fernández Bermejo, las gestas científicas y universitarias de Bernat Soria, el imposible desequilibrio de la memoria entre los dos abuelos del presidente del Gobierno, la gesta de un dirigente local alavés de Izquierda Unida, Aitor Ibabe, hijo de un empresario de máquinas tragaperras, que se inventó una biografía como hijo de un bracero andaluz para afearle a Cosme Delclaux, entonces secuestrado por ETA, su condición de niño bien. And so on. Serán bienvenidas todas las puñaladas traperas a la memoria de la derecha española.

Bueno, después de todo, si nos ponemos indulgentes, Enric Marco no es más que un general della Rovere, catalán style, podríamos decir. También el personaje de Rosellini que interpreta Vittorio de Sica acepta el parecido con un héroe de la resistencia al fascismo y se hace pasar por él. Es verdad, pero la diferencia es muy interesante. De Sica, al ser confundido en cárcel (adonde le han llevado unos pequeños hurtos y su condición de proxeneta menor) con el general della Rovere, se ve reflejado en un espejo que le devuelve una imagen favorable de sí mismo. Tanto, que asume el parecido hasta el paredón de fusilamiento para morir gritando "¡Viva Italia!". Nuestro general della Rovere aparece cuando el fascismo es sólo un recuerdo, para decir: "¿Os acordáis de aquel mítico resistente antifascista? Sono io".

Ayer entré en la farmacia de mi barrio para comprar algo para una inflamación de garganta que se me declaró al levantarme y vi un anuncio de cremas faciales para chicas con un eslogan irresistible: "Corrige el pasado". El oficio de remiendavirgos aún tiene mucho porvenir entre nosotros.
 
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El país de los inventos

FERNANDO GARCÍA - La Habana. Corresponsal

Los cubanos le encontramos arreglo a todo". La frase es de Carlos Rojas, un joven mecánico de La Habana. El suyo es el perfil idóneo para ilustrarnos sobre la que es ya una seña de identidad de Cuba: la capacidad para el invento cotidiano, la ingeniería precaria, la reparación inverosímil y eficaz con las que suplir la falta de casi todo.

El término Aurika 70 no dirá nada al lector. Pero todo cubano sabe que hablamos de una aportación clave de la Unión Soviética a su pueblo. No es un fusil, tanque o cazabombardero aunque suene a eso. La marca es, por el contrario, sinónimo de bienestar, pues designa un artilugio que lo mismo cura una lesión que alivia el calor. Eso además de limpiar la ropa, ya que la Aurika 70 no es sino una vieja lavadora-secadora rusa. De la importancia del electrodoméstico supimos en una casa particular (hostería) de Viñales. El dueño no salió a recibirnos porque estaba "dándose un hidromasaje". ¿En casa? "Sí, sí, pasen a verle", invitó la esposa. Y lo vimos. ¡El hombre tenía la mano izquierda metida en una lavadora! De carga superior, menos mal.

No era una ocurrencia. Como nos dijo el paciente, su fisioterapeuta le había prescrito "tres sesiones diarias de Aurika". Al parecer, el programa de lavado produce una marejada de prodigioso efecto rehabilitador en casos de fractura o desgarro. Más tarde comprobamos que la receta es común en Cuba, incluso para lesiones en los pies aunque haya que encaramarse a la máquina.

Había más. Como muchos otros cubanos, nuestro hospedero había cortado verticalmente su Aurika para separar la parte de la secadora, aquí prescindible, y convertir su motor en fuerza motriz de un ventilador. El ingenio producía "tremendo ciclón" - lo verificamos-,una vez acopladas las correspondientes aspas.

"El problema es que, o pones un buen soporte, o el aparato echa a andar por la casa, así tenga cable", advirtió el hombre mientras mostraba la cubeta de la secadora transformada en maceta y un cenicero de pie hecho con un pistón de coche y un trípode.

Carlos, el mecánico, nos explicaría una aplicación más sofisticada del rústico ventilador: la de pieza central de un equipo de aire acondicionado, con un televisor Krim - también soviético-como carcasa. Para producir el frío, se coloca un bloque de hielo entre el ventilador y lo que fue la pantalla de la tele, y en esta se instala una rejilla que orienta el aire.

El último uso creativo de la Aurika del que tenemos noticia corresponde a la última y fructífera campaña del tomate. Los planes de incremento productivo desbordaron previsiones y capacidad de cosecha y explotación; en especial por falta de maquinaria para transformación y conserva. Campesinos y comerciantes de medio país volvieron a tirar de Aurika, esta vez como batidora gigante gracias a sus potentes aspas laterales. El tomate así triturado se introducía luego en botellas de cristal, se sellaba con cera y se pasaban al baño maría para una larga conservación.

La improvisada trituradora prestó un servicio al país, aunque no evitó que cientos de toneladas de tomate se pudrieran en el campo. El "tremendo ciclón" con motor de secadora es en cambio un objeto prohibido desde que, en el 2005, Fidel Castro salió en la tele para lanzar una amplia campaña de ahorro energético que implicaría la caza y captura de aparatos artesanales, en particular los ventiladores Aurika, esos "devoradores de electricidad", dijo. Su orden no siempre se cumpliría, como se ve, aunque un año después anunciara la sustitución de un millón de ventiladores clandestinos por otros "ahorradores".

El Gobierno también distribuyó jarras eléctricas de bajo consumo para hervir agua. Pero la operación se paró en meses, cuando la autoridad detectó su uso "en fines no previstos que generan consumos por encima de lo calculado". ¿Que pasó? Muchos cubanos habían convertido la jarra en calentador para la ducha. Las instalaciones son dignas de ver. La jarra aparece conectada al enchufe más cercano y acoplada al último tramo de la tubería. El agua corriente entra fría en el recipiente para, una vez mezclada con el que hierve dentro, retornar al tubo ya templadita antes de llegar a la pera.

Ventilador y trituradora Aurika o ducha eléctrica forman parte de un repertorio inconmensurable de chapuzas y apaños creados en la Cuba de los últimos años bajo el triste estímulo de las privaciones. Unas carencias que afectan sobremanera al transporte.

No en vano la crisis sobrevenida con el fin de la URSS y el endurecimiento del embargo tiene como símbolo el camello:monstruo del transporte colectivo consistente en una cabina y dos contenedores de camión acoplados.

El camello, ya en vías de extinción, fue una creación oficial. Pero no así el popular rikimbili,blanco de frecuentes batidas policiales. Se trata de una bicicleta enriquecida con el motor sustraído a una mochila de fumigar. Estas bicis empezaron a volar tan a sus anchas como los insectos indebidamente salvados por el robo de fumigadoras. Las redadas casi las erradicaron, pero aún quedan.

A medio camino entre camellos y rikimbilis,entre lo legal y lo furtivo, los coches son el máximo exponente de la ingeniería popular cubana. Ahí nunca hubo guerra fría. Imponentes automóviles del imperio tipo Buick, Dodge o Chevrolet de los 50 sobreviven gracias a un continuo trasplante de piezas extirpadas a los Lada, Mosckvich o Volga rusos. El promiscuo tráfico de recambios alcanza ya a carros europeos y asiáticos que tampoco escapan del canibaleo (despiece) al que todo vehículo es sometido en Cuba cuando por robo o siniestro total queda fuera de circulación.

Todo lo que rueda en la isla es carne de cirugía mecánica. Y eso también incluye bicitaxis, carros de compra, calesas... Y carromatos cuya fabricación con ruedas arrancadas a contenedores de basura tiene sucias consecuencias.

Otra rama de la subrepticia artesanía local son las antenas de radio y televisión para captar señales prohibidas. Cientos, quizá miles de terrazas de La Habana acogen las más extravagantes formas de disidencia tecnológica. Destacan las parabólicas hechas con sartenes, bandejas de aluminio o sombrillas, así como las antenas radiofónicas a base de perchas o agujas de coser que desde los 90 traen aquí el rap oel reguetón de las emisoras de Florida.

También la alimentación y la cosmética dan cuenta del ingenio doméstico a la cubana. La utilización de químicas golfas e ingredientes bastardos en la gastronomía y el aseo fue práctica extendida en los 90, y ya casi erradicada. Pero en confección y peluquería todavía se ven creaciones y aditamentos curiosos y más inocuos. Zapatos de hojas de planta y bolsos fabricados con abridores de latas son ejemplos de reciclaje y uso de materias naturales que tal vez una pasarela europea exhibiría como piezas de vanguardia, pero aquí son hijas de la escasez... Como de manera más tosca lo atestiguan, con glamur cero y ternura infinita, los rulos para el pelo que muchas mujeres se hacen con los cilindros de cartón del papel higiénico o hasta con trozos de tubería de PVC.

Los cubanos carecen de casi todo, pero casi todo se lo inventan. Menos la comida, claro está.


La Vanguardia 21/12/2009
 
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La prensa conservadora, en especial la de nuevo cuño, ha sido decisiva en el viraje ideológico de intelectuales, profesionales y clases medias de España a partir de los noventa. Su ideología ha ido tiñendo casi todo

Hay que tener POQUÍSIMA VERGÜENZA, y una caradura de hormigón armado para escribir esta sandez... :doh

Manu1oo1
 
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El artículo no tiene desperdicio. Pero me ha parecido que este párrafo traspasa los límites del cinismo:

El desprecio a la figura de José Luis Rodríguez Zapatero constituye, según Sánchez Cuenca, un tercer rasgo de la derechización de los intelectuales. Cierto. Pero el insulto y destrucción del adversario no es coyuntural, es una tarea permanente en la que se han empleado a fondo los medios conservadores. Baste recordar lo que Anson denominó el "contubernio para terminar" con Felipe González, que él mismo reconocía dispuesto a "traspasar el límite y poner en riesgo el Estado".
Que lo diga un medio que se distinguió durante ocho años por el acoso y derribo sistemático al que era presidente del gobierno español, y que sigue haciéndolo con la presidenta de la CA de Madrid mientras mira para otro lado sobre lo que pasa en los reinos socialistas; que lo digan quienes bautizaron a los periodistas que no se sometieron a la doctrina oficial durante la etapa de Felipe González como el sindicato del crimen; que lo digan los que cambiaron su línea editorial de la noche a la mañana en contra del gobierno de Rodríguez Zapatero porque dieron una licencia de TV a un grupo empresarial que no era el suyo, para cambiarlo de nuevo tras una cena en La Moncloa que a saber que prebendas les ha otorgado; que estos sinvergüenzas vengan ahora dando clases de ética es para vomitar.

Cada vez da más asco el sectarismo de esta gente.
 
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Os dejo recién salido el último artículo de Arturito. Creo que por aquí estará bien.





Patente de corso, por Arturo Pérez-Reverte


CHIVATOS EJEMPLARES

Tendemos, porque nos tranquiliza la conciencia, a echarle la culpa de todo a la clase política, a los empresarios, a los sindicatos, al clima, a la mala suerte y al lucero del alba. Cogido aparte, cada uno de nosotros resulta inocente como un cervatillo. Nadie es nunca responsable de nada. Asombra la facilidad con que el ser humano se justifica, absolviéndose a sí mismo de todo: las matanzas de armenios, los campos de exterminio nazis, la Lubianka y los gulags soviéticos, Paracuellos, los años del franquismo, el terrorismo de ETA, las fosas comunes de Camboya, los burdeles de prisioneras en Bosnia. Lo que se tercie. Luego resulta que nadie sabía nada, que los ciudadanos honrados miraban hacia otro sitio. Y todo acaban comiéndoselo los de siempre: el dictador, el psicópata, el miliciano incontrolado, el falangista rencoroso, el malvado Carabel que actuaba por su cuenta. Cuatro gatos, en suma. Los demás estaban todos al margen. Estábamos. Y cuando pasa la racha, todo cristo saca del bolsillo y exhibe en público el certificado de buena conducta correspondiente, y luego sale a la puerta de la oficina y de la tienda, muy serio, a guardar el correspondiente minuto de silencio. Parece mentira, decimos, mirándonos unos a otros con la limpia mirada de la solidaridad fraterna a toro pasado, que siempre sale barata. Qué malos eran.

Pensaba hoy en eso, recordando una historieta de hace cosa de un mes, que apareció fugazmente en la prensa y de la que nadie ha vuelto a ocuparse después: la del muchacho que asistía a una escuela de idiomas de Palma de Mallorca, y que tomando café con sus compañeros, fuera de clase, mostró su desacuerdo con la obligatoriedad de hablar catalán para trabajar en la sanidad balear. Al terminar el intercambio de opiniones, y tras dedicar al chico el inevitable epíteto multiuso de fascista, varios de sus compañeros fueron a denunciarlo a la profesora. Que era francesa, pero estaba aclimatada de maravilla; muy hecha, ya, al sitio donde se gana el jornal. Y ésta, claro, lo expulsó del centro. Con el respaldo de la dirección, por supuesto. «Se ha creado un mal ambiente en el grupo», fue el punto final. Y hasta luego, Lucas.

Ahora díganme que no es lo mismo. Que esos prometedores jóvenes que fueron a chivarse a la profesora eran, o son, diferentes a los que, con carnet de Falange Española Tradicionalista y de las JONS –obligatorio para todos, refresquen esa memoria histórica–, denunciaban hace setenta años al rojo de mierda que, contumaz, se mostraba en desacuerdo con la obligatoriedad de hablar español en vez de farfullar dialectos separatistas financiados por Moscú. Díganme también, de paso, si la mayor responsabilidad de que a ese chico lo expulsaran la tienen la profesora y la dirección del centro –esbirros, a fin de cuentas, de un sistema que les da de comer–, o la tienen los jóvenes compañeros que, a los veinte años, ya son capaces de actuar como ciudadanos ejemplares, dispuestos a limpiar la patria y el idioma de indeseables. Dirían algunos de ustedes, quizás, que no podemos elevar esto a otras categorías, comparando la actitud de esos muchachos con la de los ciudadanos alemanes que, en sus buenos tiempos del cuplé, denunciaban al vecino comunista o judío; o con la de los millones de delatores vocacionales o circunstanciales que, durante siglos, en España y fuera de ella, abastecieron las hogueras inquisitoriales, los paredones y cunetas de carretera, las cárceles y los innumerables caminos del exilio. Pero en mi opinión se trata del mismo reflejo infame: fundirse con el entorno que permite sobrevivir marcando el paso que toca. Eso, aplicando el beneficio de la duda. Porque hay otra lectura menos piadosa: ciertos gobiernos, determinadas convenciones sociales, tal o cual político o empresario, la profesora de la escuela de idiomas y los alumnos mismos, allí como en otros lugares, no son sino manifestaciones concretas, cristalizaciones perversas de lo que deseamos tener y lo que, en consecuencia, tenemos. Con nuestro voto y aplauso, y también con el silencio de los borregos, que no siempre es imbécil o cobarde, sino también cómplice. Ellos encarnan nuestros deseos. Nuestra turbia alma. Dicen lo que queremos escuchar y permiten hacer lo que anhelamos. Nos comen la oreja, y por eso están ahí. Por eso triunfan. Por eso duran tanto. Son nuestro infame retrato. Después, cuando la Historia pasa factura, tomamos distancia y negamos ser los que están en la foto, saludando alborozados puño alzado o brazo en alto, según la época, cantando a coro lo que toque. Llorando emocionados cuando pasa Fernando VII, llenándole a Franco la plaza de Oriente, pagándole el chiquito y la tapa a Iñaki de Juana Chaos, aplaudiendo al sinvergüenza del Cachuli en un plató de televisión, o lo que sea. Hay que ver, decimos, qué malos eran los malos, y qué tontos eran los tontos. Palabra oportuna, ésa: eran. Bálsamo de Fierabrás. Cómo nos gusta conjugar la cochina tercera persona del plural.
 
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Otro artículo de Pérez-Reverte para enmarcar. Y más acertado que las señales horarias.
 
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Patente de corso, por Arturo Pérez-Reverte



EL SÍNDROME DEL CORONEL TAPIOCA





Hace treinta y dos años desaparecí en la frontera entre Sudán y Etiopía. En realidad fueron mi redactor jefe, Paco Cercadillo, y mis compañeros del diario Pueblo los que me dieron como tal; pues yo sabía perfectamente dónde estaba: con la guerrilla eritrea. Alguien contó que había habido un combate sangriento en Tessenei y que me habían picado el billete. Así que encargaron a Vicente Talón, entonces corresponsal en El Cairo, que fuese a buscar mi fiambre y a escribir la necrológica. No hizo falta, porque aparecí en Jartum, hecho cisco pero con seis rollos fotográficos en la mochila; y el redactor jefe, tras darme la bronca, publicó una de esas fotos en primera: dos guerrilleros posando como cazadores, un pie sobre la cabeza del etíope al que acababan de cargarse.

Lo interesante de aquello no es el episodio, sino cómo transcurrió mi búsqueda. La naturalidad profesional con que mis compañeros encararon el asunto. Conservo los télex cruzados entre Madrid y El Cairo, y en todos se asume mi desaparición como algo normal: un percance propio del oficio de reportero y del lugar peligroso donde me tocaba currar. En las tres semanas que fui presunto cadáver, nadie se echó las manos a la cabeza, ni fue a dar la brasa al ministerio de Asuntos Exteriores, ni salió en la tele reclamando la intervención del Gobierno, ni pidió que fuera la Legión a rescatar mis cachos. Ni compañeros, ni parientes. Ni siquiera se publicó la noticia. Mi situación, la que fuese, era propia del oficio y de la vida. Asunto de mi periódico y mío. Nadie me había obligado a ir allí.

Mucho ha cambiado el paisaje. Ahora, cuando a un reportero, turista o voluntario de algo se le hunde la canoa, lo secuestran, le arreglan los papeles o se lo zampan los cocodrilos, enseguida salen la familia, los amigos y los colegas en el telediario, asegurando que Fulano o Mengana no iban a eso y pidiendo que intervengan las autoridades de aquí y de allá –de sirios y troyanos, oí decir el otro día–. Eso tiene su puntito, la verdad. Nadie viaja a sitios raros para que lo hagan filetes o lo pongan cara a la Meca, pero allí es más fácil que salga tu número. Ahora y siempre. Si vas, sabes a dónde vas. Salvo que seas idiota. Pero en los últimos tiempos se olvida esa regla básica. Hemos adquirido un hábito peligroso: creer que el mundo es lo que dicen los folletos de viajes; que uno puede moverse seguro por él, que tiene derecho a ello, y que Gobiernos e instituciones deben garantizárselo, o resolver la peripecia cuando el coronel Tapioca se rompe los cuernos. Que suele ocurrir.

Esa irreal percepción del viaje, las emociones y la aventura, alcanza extremos ridículos. Si un turista se ahoga en el golfo de Tonkín porque el junco que alquiló por cinco dólares tenía carcoma, a la familia le falta tiempo para pedir responsabilidades a las autoridades de allí –imagínense cómo se agobian éstas– y exigir, de paso, que el Gobierno español mande una fragata de la Armada a rescatar el cadáver. Todo eso, claro, mientras en el mismo sitio se hunde, cada quince días, un ferry con mil quinientos chinos a bordo. Que busquen a mi Paco en la Amazonia, dicen los deudos. O que nos indemnicen los watusi. Lo mismo pasa con voluntarios, cooperantes y turistas solidarios o sin solidarizar, que a menudo circulan alegremente, pisando todos los charcos, por lugares donde la gente se frota los derechos humanos en la punta del cimbel y una vida vale menos que un paquete de Marlboro. Donde llamas presunto asesino a alguien y tapas la cara de un menor en una foto, y la gente que mata adúlteras a pedradas o frecuenta a prostitutas de doce años se rula de risa. Donde quien maneja el machete no es el indígena simpático que sale en el National Geographic, ni el pobrecillo de la patera, ni te reciben con bonitas danzas tribales. Donde lo que hay es hambre, fusiles AK-47 oxidados pero que disparan, y televisión por satélite que cría una enorme mala leche al mostrar el escaparate inalcanzable del estúpido Occidente. Atizando el rencor, justificadísimo, de quienes antes eran más ingenuos y ahora tienen la certeza desesperada de saberse lejos de todo esto.

Y claro. Cuando el pavo de la cámara de vídeo y la sonrisa bobalicona se deja caer por allí, a veces lo destripan, lo secuestran o le rompen el ojete. Lo normal de toda la vida, pero ahora con teléfono móvil e Internet. Y aquí la gente, indignada, dice qué falta de consideración y qué salvajes. Encima que mi Vanessa iba a ayudar, a conocer su cultura y a dejar divisas. Y sin comprender nada, invocando allí nuestro código occidental de absurdos derechos a la propiedad privada, la libertad y la vida, exigimos responsabilidades a Bin Laden y gestiones diplomáticas a Moratinos. Olvidando que el mundo es un lugar peligroso, lleno de hijos de puta casuales o deliberados. Donde, además, las guerras matan, los aviones se caen, los barcos se hunden, los volcanes revientan, los leones comen carne, y cada Titanic, por barato e insumergible que lo venda la agencia de viajes, tiene su iceberg particular esperando en la proa.
 
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