Tenía que poner esto: http://www.revistagq.com/actualidad...ao-atleti-real-madrid-cuartos-champions/21731
*Puede que el titular no sea más que una gigantesca licencia poética y casi todo lo de abajo, un poco inventado.
DOMINGO, a tres días del partido
Fabio Coentrao está en camiseta de tirantes en el salón de su casa, repantigado en el sofá, viendo un capítulo repetido de 'Los Simpson' mientras termina de liarse un cigarro. Suena el teléfono fijo de casa. Se pone el cigarro en la oreja y descuelga el auricular con cierta desgana.
Coentrao: [Tos ronca] ¿Sí?
Ancelotti: ¿Fabio? Qué tal. Soy el míster. Creo que te necesitamos para la semana que viene. Marcelo está sancionado.
Coentrao: [Tapa el auricular con una mano y susurra un par de tacos ahogados en portugués. Respira hondo. Mira la agenda del móvil. Vuelve a ponerse al teléfono algo más sereno] ¿Para cuándo sería? El jueves no puedo. Tengo partida de póker con los muchachos.
Ancelotti: No. El jueves no hay Champions. El miércoles. Contra el Atleti.
Coentrao: ¿En Bilbao?
Ancelotti: No, Fabio. Contra los del año pasado. Los de Lisboa.
Coentrao: [Apunta la fecha y la hora del partido en la caja vacía de una pizza] OK, míster. El miércoles estaré por ahí. Llamadme un taxi que sigo sin carnet. ¿Hace falta que me pase estos días por Valdebebas.
Ancelotti: Mmmm. Creo que no. Con que estés el miércoles un rato antes, me vale. Cuento contigo, eh. Por cierto, también va a ser baja Benzema. Juega Chicharito.
Coentrao: ¿Quién?
Ancelotti: Chicharito. El mexicano que vino este verano. ¿Uno que lleva entrenando con gorro desde octubre? Bueno, nada, déjalo. Te lo presento el miércoles. Tú no te olvides de llevar una camiseta blanca.
Coentrao: Oído, jefe.
Coentrao cuelga y suspira. Hay una humareda en el salón que trata de apartar con aspavientos. Empieza a buscar sus botas entre montones de ropa, muñecos hechos con latas de cervezas y comida china a domicilio. No se acuerda de dónde las puso por última vez. Ni siquiera se acuerda de su último partido. Huele la camiseta blanca. Uf.
LUNES, a dos días del partido
Vuelve a sonar el teléfono de casa. Son las 12:36 del mediodía. Una mano de Fabio emerge del edredón tratando de alcanzar el teléfono de la mesita de noche. ¿Quién llamará a esas horas intempestivas? Debe de tratarse de una urgencia.
Ronaldo: Fabio, soy Cris. Cómo andas, monstruo. ¿Te he despertado?
Coentrao: [Con voz somnolienta pero aparentando estar despierto] Hey, Cris. Nada, nada. Qué va, tranquilo. Me has pillado aquí, haciendo unas flexiones.
Ronaldo: Oye, como ya te habrá comentado el míster, te necesitamos fuerte para el miércoles. Como en los viejos tiempos.
Coentrao: Sí, sí. Claro. Cuenta con ello. También me ha dicho que juega un colombiano. Un tal Chapulín.
[Silencio incómodo]
Ronaldo: Esto…sí. El mismo. Ponte en forma, tío. Contamos todos contigo.
Coentrao: Tranqui, tron.
MARTES, víspera de partido
Fabio sale a correr por el parque que tiene enfrente de casa. Lleva unas New Balance viejas que usaba para jugar al tenis en el 98 y una camiseta de “Lo que pasa en Cascais se queda en Cascais”. Tras hacer unos estiramientos, corre 10 minutos y comienza a toser. Bueno, por hoy será suficiente, piensa mientras se mide las pulsaciones. Podría ser contraproducente someter al cuerpo a grandes esfuerzos en vísperas del partido. Hasta poco profesional.
Enciende la televisión y está jugando el Barça contra el PSG. ¿Pero estos no jugaron este año ya? piensa un Fabio confundido. Se ríe cada vez que la cámara enfoca el pelo de David Luiz.
MIÉRCOLES, día del partido
Llega al estadio en taxi. No se acuerda muy bien de por dónde se accede al vestuario. Un señor simpático llamado Chendo le acompaña hasta su taquilla. Se viste. Nota el ambiente tenso en el vestuario. Van a jugar con Sergio Ramos de mediocentro, lo que le suena algo extraño. Pero Fabio nunca hace preguntas. Solo cumple órdenes. Hay un chico a su lado que lleva el 14 que se pone a rezar de rodillas. Qué raro está Xabi Alonso. Se ha debido de afeitar.
Salta al campo y, cuando empieza a sonar el himno de la Champions, Fabio se transforma. Pelea todos los balones. Salta a por todas. Va al choque. Se deja la piel. Llega, centra y hace coberturas. Está espectacular. En el minuto 87, marca gol el chico que rezaba de rodillas. Parece emocionado. El público corea un nombre extraño. Qué difícil es el castellano piensa Fabio mientras salta por los aires tras un balón dividido con Raúl García.
Es sustituido en el minuto 90 y el público reconoce su esfuerzo.
Se ducha y recibe la enhorabuena de Ancelotti.
Ancelotti: Enorme partido, Fabio.
Coentrao: Gracias, míster. No tiene importancia. Aquí estoy para lo que necesite. Llámeme para el partido de vuelta.
Ancelotti se queda desconcertado pero prefiere por no decir nada. Coentrao abandona el Bernabéu, sin despedirse de nadie ni hablar con la prensa, mientras se enciende un Lucky Strike y trata de parar un taxi en la Castellana.
Ancelotti sacude la cabeza y esboza una sonrisa mientras le ve marchar. Abre un paquete de chicles, arquea una ceja, y se echa a la boca ocho chicles mientras musita entre dientes: "Hay método en su locura".
Vivimos con Coentrao las 72 horas previas al Real Madrid - Atleti de ayer
*Puede que el titular no sea más que una gigantesca licencia poética y casi todo lo de abajo, un poco inventado.
DOMINGO, a tres días del partido
Fabio Coentrao está en camiseta de tirantes en el salón de su casa, repantigado en el sofá, viendo un capítulo repetido de 'Los Simpson' mientras termina de liarse un cigarro. Suena el teléfono fijo de casa. Se pone el cigarro en la oreja y descuelga el auricular con cierta desgana.
Coentrao: [Tos ronca] ¿Sí?
Ancelotti: ¿Fabio? Qué tal. Soy el míster. Creo que te necesitamos para la semana que viene. Marcelo está sancionado.
Coentrao: [Tapa el auricular con una mano y susurra un par de tacos ahogados en portugués. Respira hondo. Mira la agenda del móvil. Vuelve a ponerse al teléfono algo más sereno] ¿Para cuándo sería? El jueves no puedo. Tengo partida de póker con los muchachos.
Ancelotti: No. El jueves no hay Champions. El miércoles. Contra el Atleti.
Coentrao: ¿En Bilbao?
Ancelotti: No, Fabio. Contra los del año pasado. Los de Lisboa.
Coentrao: [Apunta la fecha y la hora del partido en la caja vacía de una pizza] OK, míster. El miércoles estaré por ahí. Llamadme un taxi que sigo sin carnet. ¿Hace falta que me pase estos días por Valdebebas.
Ancelotti: Mmmm. Creo que no. Con que estés el miércoles un rato antes, me vale. Cuento contigo, eh. Por cierto, también va a ser baja Benzema. Juega Chicharito.
Coentrao: ¿Quién?
Ancelotti: Chicharito. El mexicano que vino este verano. ¿Uno que lleva entrenando con gorro desde octubre? Bueno, nada, déjalo. Te lo presento el miércoles. Tú no te olvides de llevar una camiseta blanca.
Coentrao: Oído, jefe.
Coentrao cuelga y suspira. Hay una humareda en el salón que trata de apartar con aspavientos. Empieza a buscar sus botas entre montones de ropa, muñecos hechos con latas de cervezas y comida china a domicilio. No se acuerda de dónde las puso por última vez. Ni siquiera se acuerda de su último partido. Huele la camiseta blanca. Uf.
LUNES, a dos días del partido
Vuelve a sonar el teléfono de casa. Son las 12:36 del mediodía. Una mano de Fabio emerge del edredón tratando de alcanzar el teléfono de la mesita de noche. ¿Quién llamará a esas horas intempestivas? Debe de tratarse de una urgencia.
Ronaldo: Fabio, soy Cris. Cómo andas, monstruo. ¿Te he despertado?
Coentrao: [Con voz somnolienta pero aparentando estar despierto] Hey, Cris. Nada, nada. Qué va, tranquilo. Me has pillado aquí, haciendo unas flexiones.
Ronaldo: Oye, como ya te habrá comentado el míster, te necesitamos fuerte para el miércoles. Como en los viejos tiempos.
Coentrao: Sí, sí. Claro. Cuenta con ello. También me ha dicho que juega un colombiano. Un tal Chapulín.
[Silencio incómodo]
Ronaldo: Esto…sí. El mismo. Ponte en forma, tío. Contamos todos contigo.
Coentrao: Tranqui, tron.
MARTES, víspera de partido
Fabio sale a correr por el parque que tiene enfrente de casa. Lleva unas New Balance viejas que usaba para jugar al tenis en el 98 y una camiseta de “Lo que pasa en Cascais se queda en Cascais”. Tras hacer unos estiramientos, corre 10 minutos y comienza a toser. Bueno, por hoy será suficiente, piensa mientras se mide las pulsaciones. Podría ser contraproducente someter al cuerpo a grandes esfuerzos en vísperas del partido. Hasta poco profesional.
Enciende la televisión y está jugando el Barça contra el PSG. ¿Pero estos no jugaron este año ya? piensa un Fabio confundido. Se ríe cada vez que la cámara enfoca el pelo de David Luiz.
MIÉRCOLES, día del partido
Llega al estadio en taxi. No se acuerda muy bien de por dónde se accede al vestuario. Un señor simpático llamado Chendo le acompaña hasta su taquilla. Se viste. Nota el ambiente tenso en el vestuario. Van a jugar con Sergio Ramos de mediocentro, lo que le suena algo extraño. Pero Fabio nunca hace preguntas. Solo cumple órdenes. Hay un chico a su lado que lleva el 14 que se pone a rezar de rodillas. Qué raro está Xabi Alonso. Se ha debido de afeitar.
Salta al campo y, cuando empieza a sonar el himno de la Champions, Fabio se transforma. Pelea todos los balones. Salta a por todas. Va al choque. Se deja la piel. Llega, centra y hace coberturas. Está espectacular. En el minuto 87, marca gol el chico que rezaba de rodillas. Parece emocionado. El público corea un nombre extraño. Qué difícil es el castellano piensa Fabio mientras salta por los aires tras un balón dividido con Raúl García.
Es sustituido en el minuto 90 y el público reconoce su esfuerzo.
Se ducha y recibe la enhorabuena de Ancelotti.
Ancelotti: Enorme partido, Fabio.
Coentrao: Gracias, míster. No tiene importancia. Aquí estoy para lo que necesite. Llámeme para el partido de vuelta.
Ancelotti se queda desconcertado pero prefiere por no decir nada. Coentrao abandona el Bernabéu, sin despedirse de nadie ni hablar con la prensa, mientras se enciende un Lucky Strike y trata de parar un taxi en la Castellana.
Ancelotti sacude la cabeza y esboza una sonrisa mientras le ve marchar. Abre un paquete de chicles, arquea una ceja, y se echa a la boca ocho chicles mientras musita entre dientes: "Hay método en su locura".