Respuesta: Charlie Kaufman.
Olvídate de mí (Eternal Sunshine of the Spotless Mind, 2004 - Michel Gondry). Infinita, no te la acabas aunque la veas cada día. Lo de esta película no tiene nombre. Empezar por lo obvio, una de las historias de amor (y desamor) más tiernas y sinceras que he visto en una pantalla, la construcción y, sobre todo, la deconstrucción del amor, de una pareja que tiene el acierto de contar con un tímido, depresivo, antisocial y una pizpireta, excesiva, neurótica y, también, depresiva, es decir, un abanico amplísimo de los que poblamos este primer mundo moderno.
La parte de "ciencia ficción" es (como a mí me gusta) una herramienta de guión para explorar posibilidades dramáticas que no se podrían analizar sin esta empresa que borra recuerdos. Una herramienta que va claramente a favor de la narración, hacia atrás, encontrándonos los desagradable al principio para enamorarnos con los recuerdos más antiguos y dejándonos, literalmente, colgados con el reset total, esperando que la magia del cine los vuelva a juntar.
Y esa magia llega, ya viene dentro del título original, en forma de poesía, ese brillo eterno, "nos vemos en Montauk", y se vuelven a ver en Montauk, para fracasar de nuevo, seguramente, han olvidado los errores, pero el presente es demasiado poderoso para renunciar a él por unas surrealistas cintas de cassete.
Pero el guión y sus trucos no se limitan a explorar los detalles de la evolución de una pareja, es mucho más rico, sin ir más lejos somete a nuestro protagonista a un proceso kafkiano en forma de contrarreloj, un proceso que ha detonado él mismo y del que no puede escapar.
Es salvajemente veraz en su análisis de los recuerdos, del olvido, de los sueños y de la consciencia dentro de los mismos, la manipulación de recuerdos que juega con la representación de Clementine, con su ubicación en otros recuerdos y frustraciones, de hecho, casi toda la película vemos a Clem a través de la mente de Joel y contrasta con la Clementine verdadera porque el guión también juega brillantemente con los conceptos de realidad y representación.
Gondry está superlativo en la puesta en escena, dando rienda suelta a toda su inventiva de manera totalmente justificada, jugando con el color del pelo de Clem incluso para dar el tono anímico de las escenas, el onirismo es maravilloso como esa lluvia en el salón como transición a un recuerdo pre-Clementine o las continuas destrucciones de recuerdos encadenando transiciones bellísimas.
Una película, además, llena de detalles, como la abolladura del coche, el mismo pelo de Clem o el olvido de la canción My darling Clementine. Y mi "adorado" Jim Carrey (
Dussander) aquí es Dios, parece mentira lo del resto de su carrera porque se sale, mucho mejor que en Truman. Kate también, pero eso ya era más fácil.
Y ese final "Okay" "Okay" "Okay".
Un puto milagro.