La historia de Nairo Quintana parece sacada de una película de ciencia-ficción. El campeón del Giro de Italia empezó a luchar en el vientre de su madre. Al nacer, un 4 de febrero de 1990 en Tunja, localidad del departamento de Boyacá, a unos 3.000 metros de altitud, le diagnosticaron la enfermedad del difunto. Un extraño mal que, dicen, provoca el alma de una persona fallecida. En el caso de Nairo, el motivo fue que un vecino, que acababa de perder a un familiar, llegó a la casa de los Quintana para comprar frutas y verduras y tocó el vientre de la madre cuando estaba a punto de dar a luz.
Cuando nació, Nairo pasó los primeros meses de vida con continuas diarreas y fiebres. La enfermedad estuvo a punto de terminar con su vida, ya que ninguno de los remedios habituales daba resultado. Los médicos nada podían hacer para salvarle.
Su madre, Eloísa, consultó a una amiga, María, que preparó una infusión de hierbas y raíces que por fin dieron resultado. El pequeño Nairo salió adelante de forma casi milagrosa. Cuentan por la zona que aquellos que sobreviven a la misteriosa enfermedad están destinados a hacer grandes cosas en la vida. En el caso del ciclista, se cumple.
Hubo más adversidades. A los 7 años, su padre, Luis, sufrió un accidente que le dejó con una pequeña discapacidad y le imposibilitó seguir con su negocio. Nairo tuvo que hacerse cargo de la economía familiar, venta de productos agrícolas por la zona.
Tuvo que crecer a pasos agigantados. Y, como recompensa, su padre le regaló una bici de hierro con la que su hijo empezó a hacer afición. El camino hasta su escuela Alejandro Humboldt, en Arcabuco, era entonces mucho más cómodo. Eran 16 kilómetros de descenso y otros tantos de ascenso para volver luego a casa.
Años de hierro
Con pendientes del 8%, aquel puerto fue el escenario de los primeros pasos de Nairo en el mundo del ciclismo. Cuando subía era habitual verle seguir la rueda de ciclistas profesionales que entrenaban por la zona. Ellos no daban crédito. Aunque más difícil era seguirles cuando debía tirar de su hermana, cuya bici iba atada con una cuerda a la de Nairo.
Con 15 años, el joven Nairo empezó a meterse en carreras de mayores con su bici de hierro, de 12 kilos. Llegó Vicente Belda, su descubridor, y le empezó a guiar por el mundo ciclista y le fichó para el que sería su primer equipo, el Boyacá Es Para Vivirla. En la prueba que le hicieron para entrar el equipo, que consistía en un medidor de potencia con pulsómetros, los técnicos del equipo no podían creerse los resultados y le hicieron repetir el ejercicio.
Con ese equipo, hizo sus primeros viajes a Europa, pero por motivos políticos,la formación desapareció y dio el salto al Café de Colombia-Colombia es Pasión, donde consiguió su primer gran éxito al imponerse, con 20 años, en el Tour del Porvenir. Al año siguiente, el equipo pasó a ser Profesional Continental y tuvo sus primeros contactos con carreras del UCI World Tour como la Volta a Catalunya, donde ganó la clasificación de la montaña.
Eusebio Unzué llevaba dos años siguiéndole la pista y por fin se atrevió a apostar por él en 2012. Se mudó a Gorráiz, en Pamplona, y ya en su primera temporada conquistó victorias de prestigio. Se lució como gregario de Valverde en la Vuelta a España y su rendimiento invitó a darle responsabilidad y galones dentro del equipo en 2013.
Los resultados siguieron llegando. Conquistó su primera gran carrera, la Vuelta al País Vasco. Su deseo era ir al Giro, pero Unzué lo llevó al Tour. Ganó una imponente etapa en Annecy y terminó segundo en París con los maillots de la montaña y del mejor joven.
Orgullo boyacense
Este año su deseo era el Tour, pero su director pensó que debía coger experiencia en el Giro. Los problemas de salud y la caída de Montecassino le mermaron pero, con el buen tiempo y la montaña, emergió el talento natural de un campeón de 24 años, ciudadano de Tunja. Ayer, un periodista le preguntó qué sentía un ganador del Giro de Italia venido de un «pueblo perdido de Colombia». Y la respuesta fue tajante: «No es un pueblo perdido. Allí no vivimos en la selva. No tenemos nada que envidiar al resto del mundo. Es muy bonito y me siento muy orgulloso de mi tierra y de darla a conocer en el futuro. Hay Nairo para muchos años».
http://www.marca.com/2014/06/01/ciclismo/giro_italia/1401633114.html