Lennie Niehaus, the West Coast alto saxophonist, arranger and composer who played with Stan Keaton's band and collaborated with Clint Eastwood on more than two dozen films, has died. He was 90.
Probablemente el peor film en toda la carrera de Clint Eastwood que ya parte de una base -el acto heroico de tres soldados americanos en un tren a París donde abortaron un ataque terrorista- que si hubiese sido guionizado con gracia podría haber dado juego, pero que aquí se convierte en una anodina revisitación de los tópicos sobre el buen soldado, el heroicismo y un poco de vídeo de turismo por Europa lleno de tópicos...En un film muy menor, inacabable a pesar de durar apenas 90 minutos, en más de un ocasión sonrojante, que creo que pilló muy despistado y desganado al realizador americano
Yo no la he visto (de hecho, la tenía descartada), pero, entre que las dos últimas me han gustado y este comentario de Lerink que vi por twitter, quizás la vea:
No el engendro militarista que a veces se suele decir de el, pero un muy desigual y extraño film de Clint Eastwood que sería muy fácil de desmantelar desde un punto de vista ideológico, ya que acaba siendo un extraño panfleto reaccionario sobre el buen soldado americano -Aquí narrando el trabajo como francotirador de élite en los SEAL de Chris Kyle (un acertado Bradley Cooper) en la guerra de Irak (y ello da pie a buenas secuencias de tensión) en contraposición a su vida marital, demasiado tópica y de trazo grueso, sin duda lo peor... El resultado es un film ambiguo, que no acaba de encontrar el tono, por un lado tiene un punto desencantado, por el otro es muy reaccionario y con el añadido de una puesta en escena rápida (atención a esos horribles ralentís hechos en postproducción de la secuencia de enfrentamiento entre el bueno y el malo) que perjudican al Eastwood narrador que creo, sinceramente, en este género no acaba de sentirse cómodo
Relato iniciático entrañable y cargado de humanidad, poco apreciado en su momento aunque quizá superior a cosas mucho más celebradas del actor-cineasta. Tienen algo de onírico esas imágenes iniciales de Costner en el césped, junto a la careta de Casper y rodeado de billetes, a partir de las cuales se inicia la habitual narración retrospectiva que completará el significado de lo que en realidad es el desenlace de la trama. La pérdida de la inocencia es una de las cuestiones principales, la de un niño y también la de un país (el día en que transcurre todo es el día previo al magnicidio de Dallas, muy simbólicamente). El crío descubre las alegrías y los desengaños vitales de la mano de un convicto fugado con el que establece un fuerte vínculo, pues ambos son fantasmas, comparten idénticas carencias y una paternidad ausente, emprendiendo un viaje no sólo físico; más interesante esta relación que la rivalidad entre los dos “buenos”, el poli y la criminóloga, el tipo duro que hace el trabajo sucio de los políticos mientras éstos se hacen la foto, frente a ella y su perfil femenino, más intelectual y acorde con los nuevos tiempos, rechazada y menospreciada por la vieja guardia… si el guión se apoya en contrastes y paralelismos, en extrañas parejas, ésta en concreto peca de ser más rutinaria y pierde en comparación con el adulto y el niño, aunque sin duda ambas funcionan como un reloj.
Como western encubierto que es, recupera muchos elementos clásicos de este género, siendo el prota un forajido al margen de la ley pero con sus principios, que tiene buen fondo (un alma pura que anhela ser libre), pero también heridas y demonios interiores que amenazan con resurgir. Su dimensión psicológica convive con la de personajes que son un cliché andante (el compañero psicópata, el francotirador machista y malvado…) pero que funcionan como contraste, amén de demostrar que en ambos bandos existen sujetos indeseables y sin escrúpulos ni empatía (para aplaudir la hostia que calza el Clint al final). Otra vez la civilización, vista con desconfianza y rechazo (también la tecnología, que sale perdiendo ante la inteligencia humana para ponerse en la piel del perseguido)… frente a la libertad sin límites de las grandes llanuras del estado de Texas (o de esa Alaska como destino soñado). Como resolución, un intercambio de rehenes que es un duelo en toda regla en espacios abiertos. Y si Eastwood apuesta por lo ligero, por el humor y la ternura (lo del coche como improvisada montaña rusa), por un magistral saber contar y dosificar heredado del Hollywood clásico… también es capaz de sacarse de la manga una secuencia del todo inquietante y casi de tortura (se reiteran ciertas situaciones en forma de encuentros con gente encantadora que descubre de pronto su peor cara).
A mí siempre me ha parecido todo lo contrario, una película muy reivindicada que, sin embargo, me parece que saca el peor lado de Eastwood como realizador, el manipulador, el que siempre nos ordena lo que tenemos que pensar de los personajes y que los juzga continuamente. Es de las que me gustan menos de su magnífica década de los 90, aunque tengo ganas de revisar mucha obra suya y la recuperaré para ver si le encuentro algo que no he sabido ver.
Lo que comentas lo vi tal cual en Million Dollar Baby, que a falta de revisión, me pareció un petardo inmenso con un guión infantil a más no poder. De lo peor que le he visto, pese a tanta celebración.
En ésta he visto a un personaje complejo, del que se nos ofrece una visión muy romántica para más adelante echarla por tierra. Las apariencias y las cosas que no son lo que parecen (criminales con buen corazón frente a gente respetable que no lo es tanto) creo que tienen una papel destacado. Y en efecto, hay elementos muy maniqueos (como los dos malos malísimos)... pero por fortuna no centran la película, sino que son más bien puros recursos al servicio de la trama para expresar cierta idea de que la injusticia está en todas parte); al fin y al cabo, Eastwood posiblemente sea alguien con una visión bastante clara del bien y del mal (o al menos de gente legal vs. hijos de puta) y no tan dada a relativismos.
El guion de Million Dollar sí que me parece eso que dices, lamentable, pero toda la primera parte el Eastwood realizador pasa por encima de eso y recrea un ambiente maravilloso de barrio pobre, de gimnasios, de perdedores, etc, con un ritmo y un uso de la música extraordinarios, después ya sí que el guion arrasa con todo y se come la película sermoneando e infantilizando temas muy complejos.
En la de Kevin Costner crea un factor romántico demasiado evidente, un personaje principal al que no me creo en ningún momento, el recurso demasiado fácil (y hasta cursi y sensiblero) de la relación con el niño ... No tengo un buen recuerdo, no. Así como Space Cowboys en su día no me gustó pero tengo esperanzas de recuperarla (por su lado de ficción romantizada), con esta veo poco a lo que agarrarme.
La de Costner es muy buena aún con sus clichés, como bien decís juega con la baza del año 63 como el de la pérdida de la inocencia de los USA, aunque luego el film deja bien claro que nunca fue un país con inocencia alguna salvo la de la pura fachada. Como decían en 1492, no existe ningún lugar libre del infierno, porque sencillamente éste va con nosotros allá donde estemos.
Lo cierto es que la primera mitad de Million Dollar Baby es un retrato de perdedores donde queda muy bien atrapado ese microcosmos que es un gimnasio humilde, esa mezcla de patetismo, tristeza y simpatía, en una inmejorable presentación tanto de los personajes de Eastwood y Freeman, con su pasado compartido, su amistad, sus miserias particulares, como de los más secundarios, aportando cada uno su matiz. La labor de dirección es sobria, elegante, con referencia en los clásicos y un recurso a las sombras que nos deja algún que otro plano digno de un Caravaggio, pero sin que el esteticismo se coma en ningún momento el interés por lo que nos están contando (como mucho, cierto crujimiento extremo de pescuezo a cámara lenta como que sobraba un poco). Aporta lo suyo el off, con frases memorables sobre el boxeo, de las que hacen de este deporte algo más que un deporte, una metáfora de la vida, la lucha diaria y las pruebas que nos aguardan.
La cuestión es que dichas sombras no expresan, o no tienen por qué expresar para nada unos claroscuros morales, sino todo lo contrario, una lucha del bien contra el mal, pues esta es la película de un cristiano liberal. Una auténtica y genuina oda al individuo y sus valores. Maggie es una flor entre matojos, una anomalía. Un ser anónimo y nacido bajo unas condiciones que la destinan a la miseria, pero tiene una pasión y sobre todo una fe inquebrantable, que le hace salir adelante para realizar su sueño ante todos los mediocres que quieren hundirla; nunca se rinde ante nada, con su valentía y su determinación. Él, por su parte, tiene un pasado turbulento, con algo que no sabemos y que es incapaz de perdonarse. Encuentran uno en el otro, la mujer luchadora en un ambiente masculino y el machista que ve derribados sus prejuicios, lo que les falta, que es la familia. El bar de carretera perdido, la tarta de limón sin añadidos artificiales, son la idea (muy americana) del amor, la compañía, la vida sencilla y la paz con uno mismo que él busca en los poemas de Yeats; un paraíso perdido cuya imagen, y no podría ser otra, es la que cierra bellamente el film.
Los personajes son buenos y malos, nobles y miserables. Los malos son seres insensibles y egoístas, aprovechados y rastreros. Con dos rasgos especialmente atroces, la ingratitud y el victimismo (ella, en cambio, agradece lo que ha conseguido, pese a tener la peor suerte, su derrota es una victoria moral). La caricatura de los white trash (madre gorda, hermano ex-presidiario, cuñada choni con bebé en brazos) está realizada a conciencia, con saña, y diría que incluso con odio; no es sólo una cuestión de formas, de trazo más grueso o menos, Haggis sabe bien lo que quiere mostrar. Desde el momento en que es posible y admirable levantarse de las situaciones más penosas, ellos son culpables, ellos han elegido ser como son, no tienen excusa ni redención posible. Según el guionista y su visión de las cosas, todo el mal en el mundo es simplemente la consecuencia de no echarle cojones a la vida, sin más. En su loa individualista demuestra escasa sensibilidad hacia lo social, o hacia personas o grupos sociales que, sencillamente, no encajan en su esquema de las cosas. En lo que respecta a la boxeadora tramposa, ex-prostituta en el Berlín oriental, sin comentarios. En el otro extremo está “Peligro”; el idealismo puro hasta el extremo de la idiotez mística, portadora de esa gran verdad inadvertida en medio de la cruel lucha diaria, de aplastar al contrario sin piedad.
Y así llegamos a la cuestión medular (chistaco) de la película...
...que es la eutanasia. Porque aquí es donde los dos conceptos de la película, el liberal y el cristiano, entran en conflicto. A un lado del ring, la elección de ella, tomada libre, serena y conscientemente. Al otro, la renuncia de él, que quebranta la vieja ley del “no matarás” para dar muerte a quien más quiere, nada menos que a su propia sangre, y así salvarle. En el boxeo, todo va al revés; en la vida también, y en la fe, con sus caminos absurdos, paradójicos; un salto de fe terrorífico, dar muerte para dar vida, aunque uno se arriesgue a morir un poco. La muerte es vida, y el amor, sacrificio para redimir los pecados. Finalmente, el film se abre; el protagonista queda reducido a un fantasma “que no siente nada”, no sabemos las consecuencias de su decisión, si encontró lo que buscaba. Sí descubrimos que el hombre tuerto es el narrador, la película queda cifrada en una carta enviada a una mujer desconocida y también a nosotros, espectadores, “para que sepamos qué clase de persona” es él, para que evaluemos nosotros mismos sus acciones. Quizá sea una pregunta con trampa la que nos lanzan, pero Eastwood y Haggis tienen cuanto menos el detalle de concluir de esta manera.
Pues hombre, yo no veo "izquierdistas" en esta peli por ningún lado. Los familiares de ella desde luego no, por el contrario son los futuros votantes de Donald Trump.
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