Respuesta: Daniel Day Lewis es el LINCOLN de Spielberg
A uno de los más grandes narradores y artistas de la historia le da por decidir filmar al presidente más importante de su continente y, para mayor reto, hacerlo en los últimos días de su vida y presidencia, aquéllos donde su mayor empeño profesional fue abolir la esclavitud en Estados Unidos, en plenos estertores de la Guerra de Secesión.
No tengo problemas, y lo sabéis, en decir cuándo Spielberg pincha..., ahí tengo el reciente ciclo. Son muy pocas veces, porque hablamos de alguien absolutamente todopoderoso, pero si tenemos que golpearle por Amistad, La Terminal, Hook, Always y algunas pocas tantas, pues se hace. Es bueno para saber valorar a los grandes autores y entender su obra. Por eso tenía cierto miedo con Lincoln, debido a uno de sus pinchazos: "Amistad", film donde tratando temas históricos y de esclavitud, ponía en absoluto ridículo su oficio, cayendo aguas por todos los flancos abiertos.
Viendo el tráiler, a pesar de la belleza de sus imágenes, me pasaba un poco lo mismo. Si bien un film inédito de Lincoln en estos días precisaba de un rigor y una frialdad similar a la que se proponía Kubrick con Napoleón, en el tráiler parecía que Williams y sus directrices habían arrojado una película demasiado sentimentaloide y sin distancia. Estaba aterrado, aunque en principio no debería, porque Spielberg volvía a tener una racha fantástica y prolífica, pero también la tuvo cuando perpetró Amistad. Entonces, en un acto de ilegalidad falaz, di al play en mi multimedia.
Y entonces. Entonces no daba crédito.
Había algo que todo el mundo esperaba de Spielberg siempre y, por otro lado, pocas cosas le quedaban por perpetrar. Todos queríamos un film de este autor seco, pero sin perder personalidad. O aparentemente seco, sin dejarse llevar por concesiones que en una radiografía de semejante personaje, no pegarían. Y también queríamos, ya que siempre ha tenido componentes históricas nunca rematadas del todo en base a la narrativa más clásica, que se comprometiera al completo con lo que estaba contando y dejara su estilo más dramático al lado. Y no ha hecho sólo eso, sino que lo ha hecho sin abandonarse a sí mismo.
En primer lugar, se encarga un fantástico guión que trate todas las decisiones y contextos de Lincoln en base a lo más importante: SU HUMANIDAD. Por eso, el único minuto de acción carnívora (el diminuto bélico fantástico del principio) es mostrado para encadenar con un fuera de campo GIGANTE que hace de despachos auténticos campos de batalla y locales de decisiones universales. Ya no veremos casi exteriores, no observaremos batalla alguna (todo lo contrario, veremos la batalla final DESPUÉS, junto con Lincoln, donde él mismo se da cuenta de dónde se libra todo y lo temible que resultan algunas palabras encerradas en base a lo que ocurre fuera, rodeado de cadáveres) y en ningún momento presenciaremos ningún disparo, ni siquiera en su asesinato. Renunciar a esto siendo quien es este hombre y con lo fácil que lo tenía para realizar set pieces, es poco menos que suicida. Es admirable.
Y se opta por el poder de la palabra y de unas interpretaciones absolutamente solemnes, donde en casos como el de Day Lewis primero se es y luego se actúa. No hablamos de imitación, hablamos de transmutación en un papel que precisa de un exorcismo y que pone el bello de punta al más lejano de los emocionales. Pero es que los restantes, pese a irle algo a la zaga (hablamos del mejor de todos los tiempos, con muy pocos al lado), no se quedan precisamente cortos. Y en ninguno de los casos hablamos del más mínimo exhibicionismo. Una película que tiene que verbalizar un fantástico guión precisa de estas intenciones con los actores. Es todo tan verídico que casi pasa por documental, si no fuera por el virtuosismo (absolutamente elegante, por otro lado) visual (ya que casi no hay música) y que ofrece lo mejor que podamos ver en este medio.
En cuanto al guión, es admirable. Si bien, curiosamente, Lincoln está casi la mitad de metraje fuera de pantalla (otro bravo), se trabaja en base a su humanidad, su audacia y su rotunda maestría a la idea de abordar problemas graves. Él es un político y actúa como tal, pero lo hace con humanidad. En vez de dar largos discursos vacuos, que no los aguanta, empieza los mismos con una anécdota humana que lo acerque a su oyente y no tenga nada que ver con lo que viene después. Todas ellas le ponen al lado de oídos a conquistar e intenta llegar hasta ellos con el alma. Pero lo mejor es que sus discursos actúan en base a, repito, una humanidad. Un objetivo absolutamente loable: abolir la esclavitud, sin importarle la demagogia. Por eso, la presentación del personaje es lo mejor que he visto jamás, porque es toda una declaración de intenciones: Lincoln hablando con soldados de color y escuchándoles entre sombras, sonriendo y compartiendo con ellos el momento en clave de unos diálogos también humanos. Y lo mejor de todo, hablan con alguien muy popular y se debaten a ver quién la dice más gorda y aprovechar el momento. Pero atención, todo acaba con un discurso que pasa de boca a boca sin acabar de terminarse, hasta que llega el personaje de color en el que menos se confiaba y lo acaba. Y el plano sigue en la nuca de Lincoln, meditando. Kubrick lo hubiera hecho igual de bien con su Napoleón, nunca mejor. Y eso es lo que se ha propuesto Spielberg, respetar a semejante figura y trazarla de la misma manera que lo hubiera hecho Kubrick. Lincoln era una película que perseguía tanto como Hook, la diferencia radica en que aquí lo ha conseguido. Y lo mejor de todo es que Lincoln no es un personaje maniqueo: miente, a veces manipula, soborna e incluso tiene más cariño por un hijo que por otro. De hecho, su preocupación por el niño en su partir a la guerra es más por el qué dirá la mujer que porque no decida ir a la guerra, cosa que Lincoln apoya. TREMENDA la secuencia de los brazos en la zanja, por otro lado. Toda una declaración de intenciones, otra vez. Por no hablar de la explosión dramática de Lewis en base al hijo fallecido, donde deja bien clara la tormenta interior que lleva por dentro, sin necesidad de lutos. Un conjunto de escenas que componen una enorme secuencia que es la película, teniendo matices varios por plano que precisan de varias visitas. No es un film que hable de decisiones políticas, sino de un hombre que se enfrentó con todo por un objetivo humano y la definición del mismo. Volvemos un poco al esquema de Pozos de Ambición, diríase, pero desde el prisma justo contrario, aunque con el mismo actor. Ya lo dice Spielberg sobre esta peli: "siempre me llevo al espectador de viaje, pero aquí quiero que él ponga de su parte y sea componente del mismo". O lo dice claramente Lee Jones en un momento clave: "si no te sorprendes nunca, es que tú no eres sorprendente". Y eso es lo que puedo decir de una crítica errónea hacia esta película.
Por eso, la sombra de Lincoln y sus decisiones o sus luchas es lo que prima en todo el metraje, respetando una figura que no debe mostrarse de todo. Y aquí está, entre otras cosas, la maestría de Kaminski, que vuelve a demostrar ser uno de los mejores. Lincoln, tanto por planificación como por luz, está siempre en sombras. Os diría que no hay plano donde no haya escondida parte de su cara, aunque sea con una sombra. Espaldas, contraluces, planos generales, cuadros vivientes y rotundas incógnitas para un personaje por el que hay que tener un respeto de intimidad, lo cual no sólo borda el guión con las elipsis (atención a éstas) o fueras de campo, sino que encima se matiza con un trabajo de luz pictórico tan memorable como absolutamente perturbador. Algún halo de luz hay, ¿y? Me encantan, es algo que no sólo aporta al estilo de un DP, sino que encima puede contribuir a hacer el cuadro más llamativo o, en casos como éste, más pictórico. Por eso su muerte es una espalda andando tambaleante, en posiblemente uno de los planos más hermosos que yo he visto jamás. Tanto como el de la reacción del hijo tras la noticia. Tanto como tantos. Porque sí, diablos, ver la muerte de Lincoln hubiera sido tan erróneo como inadecuado. Casi pornográfico en un guión de fueras de campo, respetos y sombras.
Por no hablar del diseño de producción, donde se trabaja hasta el botón tirado en el suelo. En una matrimonianza con luz, vestuario y maquillaje/peluquería que no recrea, sino que crea en base a la recreación, volviendo a huir de la imitación sin renunciar al verité más absoluto. Todo el mundo, siendo los mejores en sus campos, están entregados del todo.
¿Qué nos queda? Spielberg. En un ejercicio de elegancia, contención y, sin embargo, autoría. En una obra carente de música donde, cuando surge, deja ver al Spielberg tradicional en, quizá, los momentos menos magistrales del metraje. En los más desnudos, que no pobres. Se trata de diez minutos que, sin ser poco estimables, sí alteran algo la percepción del resto. Diríase: enseñar el sueño del barco, la elipsis de la llama, las músicas algo ramplonas para suavizar momentos o la tensión que no es tal en la decisión final. Y algún otro que, si bien son potentes, no van tan al tono de lo acordado.
No estamos hablando de un top de Spielberg, en definitva. Estamos hablando de un top universal que permanecerá siempre. Y me parece impresionante que venga de un hombre que, a sus casi 70 años, lleva dando tops desde los 20.
No es humano. No lo es.