Harkness_666
Son cuatro
La mosca
¿Qué narices puede ocurrir dentro de la cabeza de alguien para hacer semejante película? Es la pregunta de rigor al hablar de Cronenberg, y especialmente de “La mosca”. Pues ocurre que la enfermedad degenerativa que padecía el padre marcó toda la infancia del joven David. Muy comprensible la fijación que sentiría por el deterioro físico, las transformaciones del cuerpo y de la mente y otros estados “anormales” del ser humano, a menudo mediados por la tecnología. Aquí vendría a demostrar que no era un simple artesano del género fantástico, sino un autor en toda regla; capaz de plantear preguntas, de desplegar todo un incómodo imaginario propio, tanto visual como conceptual. Una película híbrida (chistaco) de serie B (experimentos fallidos, un protagonista “mad doctor”), y de una temática “realista”, centrada por completo en los conflictos personales de un puñado de individuos cuyas relaciones toman la forma de un poco convencional triángulo de amor y de celos. El guión, en tal sentido, es una obra maestra y no deja nada al azar, incluso la parte “sci-fi” podría intercambiarse por un cáncer, o una condición sexual incomprendida/desviada, y seguiría entendiéndose.
Y mucho ojo, que el componente de terror y “de género” sigue siendo magistral. Los efectos especiales, tan conseguidos que continúan repugnando, impactando con los años. Muy significativo el proceso de metamorfosis de Seth Brundle; primero la confianza inicial (algo ha cambiado, no sabe el qué, le entusiasma porque le permite comenzar de cero, olvidar una existencia frustrada, castrada, dedicada únicamente al intelecto). Luego la degeneración, tan incierta por lo que tiene de transición entre un estado nuevo y otro que queda atrás. Y por último, la mutación final, la idea de la fusión llevada a las últimas consecuencias. La “nueva carne” representa el acceso a una nueva condición, que despierta horror por una parte, y al mismo tiempo es una puerta abierta a lo desconocido, a una radical trascendencia de lo humano que encierra, inevitablemente, una dimensión amoral. La unión definitiva entre el hombre, el animal y la máquina supone un alejamiento de cualquier rasgo mínimamente humano; el ordenador es una extensión del propio Brundle, y todo comienza con una pequeña herida (fuente de la infección), producida por una pieza electrónica.
¡Y menudo final! Ahí, sin vaselina. Absolutamente desgarrador; en realidad una historia de bella y de bestia, llena de romanticismo “freak”. La pobre Geena Davis, debatiéndose entre el macho alfa, el triunfador que le ofrece una relación convencional y “patriarcal” sin sobresaltos, basada en el sexo y la dominación... y entre el rarito, el disfuncional, que le ofrece algo diferente. Porque AMOR significa tener que parir una larva gigante... di que sí, puto canadiense!!!
¿Qué narices puede ocurrir dentro de la cabeza de alguien para hacer semejante película? Es la pregunta de rigor al hablar de Cronenberg, y especialmente de “La mosca”. Pues ocurre que la enfermedad degenerativa que padecía el padre marcó toda la infancia del joven David. Muy comprensible la fijación que sentiría por el deterioro físico, las transformaciones del cuerpo y de la mente y otros estados “anormales” del ser humano, a menudo mediados por la tecnología. Aquí vendría a demostrar que no era un simple artesano del género fantástico, sino un autor en toda regla; capaz de plantear preguntas, de desplegar todo un incómodo imaginario propio, tanto visual como conceptual. Una película híbrida (chistaco) de serie B (experimentos fallidos, un protagonista “mad doctor”), y de una temática “realista”, centrada por completo en los conflictos personales de un puñado de individuos cuyas relaciones toman la forma de un poco convencional triángulo de amor y de celos. El guión, en tal sentido, es una obra maestra y no deja nada al azar, incluso la parte “sci-fi” podría intercambiarse por un cáncer, o una condición sexual incomprendida/desviada, y seguiría entendiéndose.
Y mucho ojo, que el componente de terror y “de género” sigue siendo magistral. Los efectos especiales, tan conseguidos que continúan repugnando, impactando con los años. Muy significativo el proceso de metamorfosis de Seth Brundle; primero la confianza inicial (algo ha cambiado, no sabe el qué, le entusiasma porque le permite comenzar de cero, olvidar una existencia frustrada, castrada, dedicada únicamente al intelecto). Luego la degeneración, tan incierta por lo que tiene de transición entre un estado nuevo y otro que queda atrás. Y por último, la mutación final, la idea de la fusión llevada a las últimas consecuencias. La “nueva carne” representa el acceso a una nueva condición, que despierta horror por una parte, y al mismo tiempo es una puerta abierta a lo desconocido, a una radical trascendencia de lo humano que encierra, inevitablemente, una dimensión amoral. La unión definitiva entre el hombre, el animal y la máquina supone un alejamiento de cualquier rasgo mínimamente humano; el ordenador es una extensión del propio Brundle, y todo comienza con una pequeña herida (fuente de la infección), producida por una pieza electrónica.
¡Y menudo final! Ahí, sin vaselina. Absolutamente desgarrador; en realidad una historia de bella y de bestia, llena de romanticismo “freak”. La pobre Geena Davis, debatiéndose entre el macho alfa, el triunfador que le ofrece una relación convencional y “patriarcal” sin sobresaltos, basada en el sexo y la dominación... y entre el rarito, el disfuncional, que le ofrece algo diferente. Porque AMOR significa tener que parir una larva gigante... di que sí, puto canadiense!!!
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