¿Hasta cuando hay que aguantar esto? Y si te quejas te llaman racista los progres..J. Bastida | Palma de Mallorca | 17/09/2011
Isabel Cobos tiene 74 años, es vecina de la barriada de Son Gotleu y, desde hace unos años, su vida se ha convertido en una auténtica pesadilla.
«Cuando llegué al barrio, Son Gotleu estaba lleno de gente honrada, humilde y muy trabajadora. Hace unos años todo cambió. Los africanos se han apoderado de todo y vivir aquí es imposible. En mi bloque somos 18 vecinos, de los que tan sólo quedamos cuatro españoles. No se trata de ser racistas, pero son diferentes. No pagan la comunidad, no limpian, hay gente que vive sin agua y sin luz desde hace años. Tiran sábanas al wáter y lo atascan. Lo peor es que revientan las tuberías y la mierda sale a chorretones por las escaleras. Es una pesadilla», añade Cobos, visiblemente afectada.
Isabel, es una persona con recursos limitados. Dispone de una paga no contributiva de 300 euros y recibe la comida a través del sistema de ayuda a domicilio de la Cruz Roja.
«A mi edad se hace muy difícil tener que abandonar mi casa que tanto esfuerzo me ha costado conseguir, pero el médico me ha dicho que si sigo así me voy a morir en dos días. Estoy depresiva y no aguanto más», añade.
Hace dos años, Isabel, al igual que el resto de vecinos, tuvieron que malvivir durante más de un año sin agua. Emaya les cortó el suministro por impago. Tras una encarnizada lucha vecinal, consiguieron que la empresa municipal les pusiera contadores individuales y los enganchara nuevamente a la red. No obstante, aun están pagando una deuda de más de 12.000 euros correspondiente a los impagos de los vecinos morosos.
«El piso lo tengo en venta desde hace años y nadie muestra el más mínimo interés. Encima, desde que se montó el follón de los nigerianos, hay gente que no quiere oír hablar de esta zona de Palma. Yo quiero alquilar o vender y marcharme de aquí. Con mis 300 euros que cobro ¿dónde voy a ir?».
Isabel apela a la solidaridad de las instituciones y pide que estudien su caso. «Hace un tiempo, unos okupas entraron en el piso de aquí delante y, a los dos días, se fueron porque no aguantaban vivir aquí. Imagínate, ni los okupas aguantan. Estaban en el baño y, de repente, se les cayó el techo encima.», concluye.
Los problemas de convivencia se multiplican. Cuando hemos accedido a la vivienda de Isabel para realizar el reportaje nos encontramos la puerta de la entrada sin cerradura ni cristales, bolsas de basura esparcidas por la entrada, trozos de baldosas por los suelos y verjas metálicas, en lugar de puertas, en algunas viviendas. En el bloque hay muchas familias que viven sin agua y sin suministro eléctrico.
Patente de corso, por Arturo Pérez-Reverte
Madres, burkas y marujas
En 1991, mientras esperaba en Dahrán la ofensiva norteamericana para liberar Kuwait, presencié un suceso curioso. Frente al mercado Al Shula había un vehículo militar con una soldado norteamericana al volante. En Arabia Saudí está prohibido que las mujeres conduzcan automóviles; así que una pareja de mutawas -especie de policía religiosa local- se detuvo a increpar a la conductora. Incluso uno de ellos le golpeó con una vara el brazo que, con la manga de camuflaje remangada, apoyaba en la ventanilla. Tras lo cual, la conductora -una sargento de marines de aspecto nórdico- bajó con mucha calma del coche y le rompió dos costillas al de la vara. Ésa fue la causa de que durante el resto de la guerra, a fin de evitar esa clase de incidentes, la Mutawa fuese retirada de las calles de Dahrán. Pensé en eso el otro día, al enterarme de un nuevo asunto de chica con problemas por negarse a ir a clase sin el pañuelo islámico llamado hiyab. Y recuerdo la irritación inicial, instintiva, que sentí hacia ella. Mi íntimo malhumor cuando me cruzo en la calle con una mujer cubierta con velo, o cuando oigo a una joven musulmana afirmar que se cubre la cabeza en ejercicio de su libertad personal. Cómo no se dan cuenta, me digo.
Cómo no les escuece igual que ácido en la cara la sumisión, tan simbólica como real, a que se someten. Recuerdo, por ejemplo, que hace cuarenta años mi madre aún necesitaba la firma de su marido para sacar dinero del banco. Y me llevan los diablos. Tanto camino, me digo. Tanta lucha y esfuerzo de las mujeres para conseguir dignidad, y ahora una niñata y cuatro fátimas de baratillo -como las llamaría el capitán Haddock- pretenden hacernos volver atrás, imponiendo de nuevo, en la Europa del siglo XXI, la sumisión irracional al hombre y a las reglas hechas por el hombre.
Reclamando tolerancia o respeto para esa infamia. Pero no es tan simple, concluyo cuando me sereno. Incluso aunque digan actuar con libertad, esas mujeres siguen siendo víctimas de un mundo cuyas reglas fueron impuestas por los hombres para garantizarse el control de su virginidad, su fertilidad y su fidelidad. Después de escucharnos decir lo libres de conducta que pueden y deben ser, esa muchacha o la señora del velo van a casa y se cruzan en la escalera con el imán de su mezquita, que vive en el quinto piso, o con el chivato hipócrita que a veces incluso luce una pasa en la frente -ese moratón de pegar cabezazos en el suelo al rezar, para que todos sepan lo buen musulmán que es uno-, que vive en el segundo. Y con ellos, y con el padre, el marido o el abuelo que están en casa, esas mujeres tienen que convivir cada día, y casarse, y criar familia, y ser respetadas por una comunidad donde la religión suele estar por encima de las leyes civiles, o las inspira.
Una sociedad endogámica, especializada en marcar y marginar -cuando no encarcelar o ejecutar- a quienes discrepan o se rebelan; y cuyos más radicales clérigos, esos imanes fanáticos que recomiendan a sus fieles machacar a las mujeres para que no se desmanden, son tolerados y hasta amparados, de manera suicida, por una sociedad occidental demagoga, estúpida, desorientada, con el pretexto de unos derechos y libertades que ellos mismos niegan a sus feligreses. Todo eso, en vez de ponerlos en la frontera en el acto, si son extranjeros, o meterlos en la cárcel, si son de aquí, cada vez que humillan o amenazan a la mujer en una prédica.
Una sociedad, la nuestra, incapaz de plantearse el verdadero nudo del problema: si una niña que durante catorce años fue a un colegio normal, entre chicos y chicas, resuelve de pronto ponerse un pañuelo en la cabeza, es que algo con ella estuvo mal hecho. Que alguna cosa no funciona en el método; falto de una firmeza, una claridad de ideas y una persuasión que no tenemos. En todo caso, si a menudo es la mujer la que elige ser hembra sumisa en vez de sargento de marines, y con su pasividad o complicidad educa a los hijos en esclavitudes idénticas a las que ella sufrió, tampoco es justo que el Islam se lleve todas las bofetadas. En materia de esclavitudes, sumisión y transmisión de costumbres a hijas y nietas, igual de infame es el espectáculo de esas españolísimas marujas presuntamente modernas, libres y respetables, que babean en programas de televisión aplaudiendo y diciendo te queremos y envidiamos, guapa, bonita, a fulanas que encarnan lo que, en el fondo y a menudo en la forma, a ellas les habría gustado ser, y desean para sus propias hijas: analfabetas sin otra aspiración en la vida que convertirse en putizorra de plató televisivo. Y esos aplausos y admiración -hasta autógrafos les piden, las tontas de la pepitilla- me parecen tan indignos y envilecedores para las mujeres, tan turbios y reaccionarios, como un burka que las cubra de la cabeza a los pies.
En materia de esclavitudes, sumisión y transmisión de costumbres a hijas y nietas, igual de infame es el espectáculo de esas españolísimas marujas presuntamente modernas, libres y respetables, que babean en programas de televisión aplaudiendo y diciendo te queremos y envidiamos, guapa, bonita, a fulanas que encarnan lo que, en el fondo y a menudo en la forma, a ellas les habría gustado ser, y desean para sus propias hijas: analfabetas sin otra aspiración en la vida que convertirse en putizorra de plató televisivo. Y esos aplausos y admiración -hasta autógrafos les piden, las tontas de la pepitilla- me parecen tan indignos y envilecedores para las mujeres, tan turbios y reaccionarios, como un burka que las cubra de la cabeza a los pies.
Al final, un grupo de hinchas con insignias de la Juventus se hizo con el control de la protesta
Al final, un grupo de hinchas con insignias de la Juventus se hizo con el control de la protesta
Por puntualizar.
Manu1oo1
¿Alguien ha dicho algo semejante? Te puntualizaba que la manifestación era, en principio, de protesta y totalmente pacífica. Pero que un grupo de hinchas ultra la reventaron y fueron los que provocaron los incidentes. Sus motivaciones, dudo mucho que tuviesen que ver con la "violación". Simplemente, les apetecía liarla.
Manu1oo1
La policía ha detenido a dos jóvenes y ha interrogado a varios en el citado barrio, situado en la periferia al norte de Turín y marcado por la marginación y por la pasión por la Juventus. La policía indaga precisamente entre los ultras de ese equipo de fútbol -además de en otros círculos violentos-, que públicamente han declarado: «Estamos hartos de los gitanos. No los soportamos».
¿Gilipollas? Te has quedado corto. Muy corto.
Naranjo apoyó el acto alternativo del colectivo Granada Abierta que, bajo el lema Mariana sí, Toma no, trata de eliminar la celebración del 2 de enero y pasar la festividad al 26 de mayo para honrar a Mariana Pineda, heroína de la causa liberal en el siglo XIX. “Queramos o no, la Toma supuso una diáspora, la exclusión de mucha gente, conversiones forzosas y fue un acto donde la violencia tuvo mucho que ver”, argumentó el director general de Memoria Histórica, que defendió la consolidación de los valores democráticos.