Discriminación "Positiva" y Políticas de "Igualdad"

Respuesta: Discriminación Positiva y Políticas de Igualdad

Los bienes heredados son privativos y por lo tanto en un eventual divorcio no podrían ser "atacados" por cónyuge.
 
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El mejor es el régimen en el que menos te sangren.
 
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Bueno, que Crepúsculo (una saga de novelas, recordemos, escritas por una mormona que jamás había leído nada sobre vampiros antes de escribir la primera entrega) es más rancia que el pan del año pasado no es nada nuevo. Incluso en la segunda entrega hay apología del maltrato doméstico. Algo que también pasa en la película de "Tres metros sobre el cielo", que hasta el propio Jordi Costa denunció como bastante escandaloso que una película tratase esos temas con tanta frivolidad y falta de tacto, comparándola con el modo de actuar de Berlusconi.

Pero es lo de siempre: incluso aunque estas películas tratasen a las mujeres como perros, las responsabilidades no son de los cineastas... sino de los padres. Yo no se los adolescentes de hoy en día, pero cuando yo era adolescente sabía perfectamente diferenciar la ficción de la realidad, y que si un personaje que admiraba hacía algo que me parecía moralmente reprobable no significaba que yo fuera a repetir sus actitudes.Vamos, que ver a James Bond matando a gente indiscriminadamente y luego dándole una bofetada a una mujer florero de turno no me ha hecho ni más violento ni más machista, pero porque sabía previamente que eso estaba mal.

Pedir al Estado y a la Justicia que controle contenidos de ficción es pedirles que ejerzan las funciones que corresponden a los padres. Los mismos padres que quieren prohibir cosas en la televisión porque, en lugar de pasar tiempo con sus hijos, los aparcan delante de la caja tonta para que no les den el coñazo.
 
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Patente de corso, por Arturo Pérez-Reverte


Biberón o martillo


Hace medio siglo justo, cuando el arriba firmante llevaba pantalón corto y creía en los Reyes Magos, en la bondad de los policías y en la virginidad de su madre, la autora de mis días, que era -y sigue siendo, porque ahí continúa, ochenta y ocho primaveras en la sonrisa y jugando la prórroga sin ganas de cambiar de barrio- una señora con fe en la Humanidad en general y en los buenos sentimientos de sus vástagos en particular, hizo con mi hermano y conmigo un experimento sociológico: nos castigó -habíamos hecho alguna salvajada, con los estragos habituales- a pasar una tarde de sábado encerrados sin otra diversión que algunos tebeos de Dumbo y Pumby, Los apuros de Guillermo, de Richmal Crompton, y las muñecas de mi hermana Marili. Lo de las muñecas fue, naturalmente, un refinado toque de humillación deliberada. Un puntito de crueldad materna, para que me entiendan. Una manera, en fin, de añadir la nota de infamia al castigo, y que entre otras cosas puso de manifiesto que Dios no había llamado a mi pobre madre por el complejo camino de la psicología infantil. Encerrar de aquel modo y en semejante compañía a dos desalmados de nueve y seis años respectivamente, capaces de todo, es un experimento peligroso en cualquier época y lugar; pero especialmente arriesgado si, además, se lleva a cabo con dos individuos que por aquellas fechas sólo anhelaban hacerse mayores para arponear ballenas -eran tiempos menos ecológicos que los actuales- o alistarse con nombre falso en la Legión Extranjera. Así que imaginen el resultado. Cuando a la hora de la cena abandonamos la celda del abate Farias, a nuestra espalda quedaban la Queca Muñeca ahorcada de una lámpara con el cordón de la cortina, y el Tumbelino -un muñeco odioso, blandito, vestido con pijama azul- apuñalado con una daga plegadera de mi padre con la que, hábilmente, habíamos logrado hacernos antes del encierro.

No pude menos que recordar aquello hace unos días, escuchando a una periodista radiofónica, tan ingenua y parvulita como mi señora madre, asegurar, con todo el candor de su inocencia políticamente correcta, que a los niños varones no debemos darles juguetes que inciten a la violencia, y que es bueno hacerlos entretenerse también con muñecas y cacharritos de cocina; porque de ese modo, aseguraba la pava sin citar fuente, tendrán mejores y más pacíficos sentimientos, serán mejores padres, y tal vez cocineros de éxito como Arzak o Ferran Adrià, el día de mañana. Y los tertulianos que acompañaban a la locutriz, en vez de partirse la caja de risa y preguntarle si tenía hijos en edad de merecer, que probara con ellos, se mostraban, como es usual en estos casos, calurosamente de acuerdo. Ahí le has dado, decían más o menos. Como si estuviesen oyendo el Evangelio. Y nadie tuvo agallas para decirle allí, a la prójima: prueba con un enanito cabrón tuyo, de sexo masculino, si lo tienes. Ponle a mano una pistola de plástico y una olla exprés de Famóbil, o como se llame el que fabrica la olla. A ver qué elige, el hijoputa. O más visual, si cabe: ponle cerca una muñeca, un biberón y un martillo. Luego quédate mirando lo que coge y para qué lo usa. Y me lo cuentas.

Y ahora, háganme un favor. Plis. Después de calzarse esta página, si lo hacen, ahórrenme las cartas contándome que a su Manolito le encantan las muñecas de sus hermanas y juega a cocinarse unas fabadas que saben a gloria. No digo yo que no haya Manolitos. Ni que no deba haberlos. Del mismo modo que me fascinan -aún más que las otras- las Susanitas que no limitan su gusto y horizontes a acunar muñecas, y son capaces de ponerte el filo de una daga en la yugular mientras susurran «Si paras ahora, te mato». O lo que sea. Por mi parte, me limito a hablar de lo que hay. De la natural querencia del becerro y de lo absurdo, incluso peligroso, de olvidar de la noche a la mañana, con más buena voluntad que inteligencia práctica, con más clichés idiotas que mecanismos de educación eficaces, millones de años de caza y guerra. Dándose, por ejemplo, la grotesca paradoja a la que asistí el otro día. A unos niños de cinco y seis años, que tienen en casa videoconsolas con zombis y masacres sangrientas -y si no las tienen, las tendrán- les organizaron en su colegio de Madrid una fiesta cowboy donde los tiñalpillas debían ir disfrazados de vaqueros, pero prohibiéndoles llevar revólver. «Se puede ir al Oeste sin ser violento», apuntaría, sin duda, algún padre de los que aplaudieron la idea, o simularon aplaudirla. «Tengamos buen rollito con los cuatreros y los indios», añadiría otro. Lo mismo, supongo, que dijo el general Custer.
 
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Artículo demagogo.

Hay bastantes estudios sobre las tendencias a los juegos por sexo y está visto como un refuerzo positivo el incentivar a que los niños y las niñas jueguen juntos, sin exclusión.

La eterna excusa de que "los hombres son cazadores y las mujeres recolectoras" solo sirve para escudarse en un sexismo rancio a base de considerar como innatos condicionamientos que solo son sociales. Si esa regla de tres se aplicase a todos los factores, los seres humanos seguiríamos siendo carroñeros.

A mi me parece muy bien que un niño juegue a indios y vaqueros o que una niña juegue a mamás y a papás. Pero considerar que los niños no pueden participar del juego de mamás y papás (que incluye la palabra "papás" por algo) o que una niña no puede jugar a indios y vaqueros en base a un supuesto condicionamiento hereditario es pura estupidez.
 
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Yo estoy con él en eso de escuchar estupideces en los medios, ahí con lo politicamente correcto. Nunca ha habido menos libertad de expresión como ahora. Sueltan un pedazo de gilipollez, pero considerada políticamente correcta y se las hay que admitir. Claro, es que lo dicen algunos psicopedagilipollas.
 
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Nunca ha habido menos libertad de expresión como ahora.

¿No está el propio Reverte haciendo uso de ella? ¿No lo estamos haciendo tú y yo? ¿NUNCA ha habido menos? ¿Entonces como eran otras etapas de la historia donde no es solo que no pudieras disentir, es que probablemente ni siquiera sabrías ni tendrías donde?

Sueltan un pedazo de gilipollez, pero considerada políticamente correcta y se las hay que admitir.

Es que no es una gilipollez. Habría que ver como está expresada, claro, pero el incentivar a los niños a compartir juegos sin separación de sexo es algo positivo.

Otra cosa es que la periodista dijese alguna barbaridad, como que hay que prohibir ciertos juegos o forzar a los niños a jugar con muñecas. No lo sé porque Reverte se cubre las espaldas sin citarla tan siquiera. Hay que entender los matices y no recurrir a falacias como "es que está en nuestra naturaleza".
 
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Lerink, tienes hijos? El artículo es descorazonamente cierto

Seaker, lo que dices de la libertad de expresión es una boutade de barra de bar eh?
 
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Libertad de expresión para soltar gilipolleces sí hay, que duda cabe.
 
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Personalmente, me parece que lo que le molesta a Reverte (o a su personaje, porque nunca se donde empieza uno y acaba el otro) no es tanto que los niños puedan jugar con muñecas como que se haga con la intención de reprimir cualquier tipo de inclinación violenta, como si por jugar a indios y vaqueros los niños fuesen a salir criminales y por jugar a muñecas fueran necesariamente a convertirse en padres modélicos en el futuro.

Y creo que Reverte arremete en contra de esa gilipollez. Creo que muchísimos niños nos hemos educado viendo series y películas violentas y jugando a policías y ladrones y a pesar de ello no hemos matado a nadie, ni hemos atracado bancos. Algunos, ni siquiera nos hemos peleado jamás con nadie (peleado en el sentido de llegar a los puños). Cuando uno sabe distinguir entre realidad y juego, la violencia no tiene por qué entrañar ningún riesgo; al contrario, al canalizar ciertos instintos naturales mediante el juego y la fantasía uno ya no tiene necesidad de darles rienda suelta en el mundo real. De hecho, la gente más violenta suele ser gente que está más bien reprimida.

Por supuesto que es positivo incitar a que niñas y niños compartan juegos. Pero pensar que si un niño juega a cowboys contra alienígenas va a acabar convirtiéndose en un machista y en un maltratador y que si juega con muñecas se convertirá en un esposo respetuoso y modélico es una tontería como un templo, y me parece que ese es el matiz que más ha mosqueado a Reverte.
 
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Por supuesto que es positivo incitar a que niñas y niños compartan juegos. Pero pensar que si un niño juega a cowboys contra alienígenas va a acabar convirtiéndose en un machista y en un maltratador y que si juega con muñecas se convertirá en un esposo respetuoso y modélico es una tontería como un templo, y me parece que ese es el matiz que más ha mosqueado a Reverte.
Por un lado por ahí va la cosa, y por otro, que hay cosas inevitables: generalmente los niños escogerán juguetes "de niños" y las niñas cosas "de niñas". Con todas las excepciones que haga falta.
 
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Los niños, se sienten atraídos por las pistolas y las espadas. Y las niñas por los biberones y las muñecas.

Por que es lo que ven a diario. Son las mamas las que llevan el niño a la guarderia y son los papas los que llevan pistolas y son los héroes (las mamas son las tontitas que se dejan atrapar y suerte del macho que las salva).

Cuando un niño quiere un carrito de muñecas, ya esta la de la tienda de juguetes para decirle que eso es de niñas, si no quiere un madelman. Y cuando la niña pide el parking de coches, que ahí al lado tiene la casita de la barbie.

Sin contar con el sexismo que existe en los anuncios de televisión, catálogos de juguetes y demás.

Mi hijo juega con plancha, cocina y escoba. El sábado estaba en un cumpleaños con 18 madres y yo el único padre. Y solo una de las madres defendia a que mi hijo quisiera jugar con la cocina en vez de destrozar las muñecas.
 
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Eduard Punset:

Hay otra observación conductual que tiene que ver con el papel de los juguetes y la manera en la que los niños y niñas juegan con ellos. Lo que sostienes es lo que todos observamos: y es que las niñas pueden jugar, si se da el caso, con juguetes que podrían considerarse «para niños», mientras que los niños no juegan con juguetes (como muñecas) que se consideran de niñas. Lo que me fascina es que afirmas que no tiene nada que ver con la educación que reciben, sino con la estructura cerebral, con los circuitos cerebrales.

Louann Brizendine:

¿A que es interesante? Los científicos querían saber si la elección de juguetes en los niños se debía a algo relacionado con el aprendizaje o a un estereotipo cultural sutil o a la influencia de los padres. Así que decidieron ver qué pasaba con otra especie de primates no humanos, para eliminar la posibilidad de una influencia social en la selección de juguetes. Y les dieron a monitos y monitas a elegir entre jugar con un juguete con ruedas o bien jugar con una muñeca de felpa y las hembras de mono jugaron tanto con el juguete de ruedas como con el juguete de felpa, a las monitas no les importaba, pero los machos, los monos macho solamente (el 100% de las veces) quisieron jugar con el juguete con ruedas.
Si les daban la muñequita de felpa, la agarraban y la lanzaban lejos. Solamente querían jugar con lo otro. Y los científicos no entienden por qué hay esta especificidad; por qué los niños quieren jugar con objetos que se mueven o que llamamos “juguetes para niños”.

Eduard Punset:

Y no tiene nada que ver con lo que se suele pensar, decimos que es la educación, que a losniños se los ha educado para jugar con juguetes con ruedas, como dices, y a las niñas con muñecas. Y no es eso.

Louann Brizendine:

¿Sabes? Formé parte del movimiento feminista de la universidad de Berkeley en la década de 1970 y, cuando tenía 18 ó 19 años, todas nosotras hablábamos de cómo, cuando tuviéramos a nuestros hijos, los criaríamos con juguetes sin marca de sexo y sin armas, sin ninguno de esos juguetes masculinos que los vuelven más violentos… por supuesto, cuando tuve a mi hijo, intenté regalarle por Navidad una muñeca y…

Eduard Punset:

No funcionó…

Louann Brizendine:

No, mi hijo agarró a la muñeca del torso ¡y empezó a utilizar sus largas piernas como si fueran una espada! Ahí me dije: “vale, desisto”. Hay que dejar que un niño sea un niño, y creo que las madres tienen que apreciar, simplemente, la masculinidad de sus hijos..
Entrevista muy interesante y que arroja bastante luz sobre el debate de Eduard Punset con Louann Brizendine, neuropsiquiatra y directora de la Women’s Mood and Hormone Clinic de California.
 
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Punset y sus entrevistas, siempre muy interesantes y que suelen romperle a muchos los esquemas.
 
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Brizendine se equivoca en una cosa: que nosotros resulta que no somos monos, si no una especie distinta. Una especie que no depende de los instintos. Antes puse el ejemplo de los homínidos carroñeros porque ya sabía que iba salir ese texto u otro cualquiera, y es un silogismo erróneo.
 
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Pues es lo que he dicho yo, pero más largo :cuniao
Que sí Lerink, que estamos equivocados
 
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Brizendine es famosa por vender libros sobre estereotipos sexuales y ha sido muy criticada por lo poco riguroso de sus estudios, donde es habitual que saque conclusiones precipitadas o se ponga a especular sobre que causan ciertos comportamientos sin datos sólidos que sustenten sus teorías.

Hay otro estudio de la universidad de Texas que llegó a la misma conclusión que Brizendine, pero igualmente tomando como referencia primero a los primates. Lo ampliaron más tarde a los bebés de tres meses y no se consideró concluyente, aún cuando pronto algún medio se dedicó a convertirlo en titular.
 
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Los niños, se sienten atraídos por las pistolas y las espadas. Y las niñas por los biberones y las muñecas.

Por que es lo que ven a diario. Son las mamas las que llevan el niño a la guarderia y son los papas los que llevan pistolas y son los héroes (las mamas son las tontitas que se dejan atrapar y suerte del macho que las salva).

Cuando un niño quiere un carrito de muñecas, ya esta la de la tienda de juguetes para decirle que eso es de niñas, si no quiere un madelman. Y cuando la niña pide el parking de coches, que ahí al lado tiene la casita de la barbie.

Sin contar con el sexismo que existe en los anuncios de televisión, catálogos de juguetes y demás.

Mi hijo juega con plancha, cocina y escoba. El sábado estaba en un cumpleaños con 18 madres y yo el único padre. Y solo una de las madres defendia a que mi hijo quisiera jugar con la cocina en vez de destrozar las muñecas.
No cabe duda que el condicionamiento social juega un papel importante: si un niño quiere jugar con muñecas y todos sus amigos se ríen de él, seguramente renuncie a sus deseos para hacer lo mismo que hace el rebaño. Si a los niños se les enseña que "llorar" o "hacer las tareas del hogar" es "de mariquitas", estás reforzando una conducta concreta y castigando la contraria. Y eso sin lugar a dudas contribuye a perpetuar ciertos estereotipos.

Pero no hay que olvidarnos que el condicionamiento realmente juega en nuestras vidas un papel mucho menor del que creemos. Los expertos aseguran que somos en un 75% genética y en un 25% aprendizaje (porcentajes aproximados). Esto puede parecer chocante, pero lo cierto es que si uno se pone a observar con detenimiento ciertas especies animales, podemos reconocer en ellas patrones de conducta muy similares a los nuestros. En muchísimas especies, los especímenes masculinos son los "machitos" que cazan, se ocupan de proteger a su pareja y a su prole, compiten y se pelean con sus congéneres, mientras que los especímenes femeninos se dedican más al cuidado del hogar y de sus hijos y a "complacer a su maridito".

¿Quiere esto decir que los seres humanos tengamos que abandonarnos a nuestros instintos naturales y que los hombres sean "muy machos" y las mujeres "dóciles y complacientes"? Claro que no. Al contrario de la mayoría de los animales, nosotros tenemos libre albedrío y podemos elegir qué queremos ser y construir una sociedad más igualitaria para todos. Pero lo que es absurdo es intentar darle la espalda a millones de años de evolución. Hombres y mujeres son distintos por naturaleza: tienen estructuras cerebrales y sistemas endocrinos diferentes, sus sentidos funcionan de manera diferente, interpretan el mundo de manera diferente. Sienten y piensan de manera distinta y lo hacen de manera natural. Y es natural que, independientemente de la educación que reciben, los niños tengan mayor inclinación hacia los juegos violentos y de competición y las niñas la tengan por las "tareas domésticas", porque estas mismas inclinaciones se encuentran en cientos de especies animales que no son condicionadas por anuncios de televisión ni catálogos de juguetes.

Resumiendo, hay una cierta tendencia natural que predispone a niños y a niñas a gustarles cosas distintas. Y no creo que sea bueno contradecir esta tendencia natural. Del mismo modo que creo que no es bueno forzar a niños y a niñas que se comporten estrictamente de la "manera correcta que le corresponde a su sexo". Porque cada persona es un mundo, y entre el "macho alfa" y la "princesa Disney" existen cientos de ricas posibilidades. Uno no es menos masculino porque le guste jugar con muñecas o se es una marimacho porque te guste jugar al fútbol, y desde los hogares y las escuelas debemos propugnar que los niños jueguen con lo que les pida el cuerpo. Y que los niños y las niñas jueguen juntos desde pequeños es muy positivo. Pero hay que tener una cosa clara: si a niños y a niñas les suelen gustar cosas diferentes NO es por condicionamiento social, el condicionamiento lo único que hace es reforzar y castigar ciertas tendencias innatas.

Los simios macho suelen golpear y matar a las hembras que les han sido infieles o sospechan que lo han sido. Y los monos, que yo sepa, no juegan con videojuegos ni con G.I.Joe's ni ven anime japonés. Entonces, ¿qué lógica tiene pensar que jugar con tanques y pistolas propicia la violencia de género? Absolutamente ninguna, y menos cuando hay millones de tíos que se han educado viendo pelis de vaqueros, de boxeo o de la guerra de Vietnam y jamás le han puesto la mano encima a su pareja. Nunca se había podido consumir tanta violencia como ahora, y a pesar de ello las sociedades no son más violentas. Al contrario, el antimilitarismo, el antimachismo y la defensa de los derechos de los débiles nunca han estado más vivos que ahora.

Y claro que hay que tomar medidas contra la violencia de género. A diferencia de los monos, nosotros sí podemos ejercer cierto control consciente sobre nuestros pensamientos y acciones. Pero no creo que controlar con qué juegan los niños sea una medida efectiva.
 
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i-chan, te iba a responder quoteando, pero prefiero ahorrarme el tochazo: estás diciendo un montón de tonterías.
 
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Brizendine se equivoca en una cosa: que nosotros resulta que no somos monos, si no una especie distinta. Una especie que no depende de los instintos. Antes puse el ejemplo de los homínidos carroñeros porque ya sabía que iba salir ese texto u otro cualquiera, y es un silogismo erróneo.
Me asombra un detalle... eres capaz de decir que se equivoca sin haber hecho prueba o experimento alguno, ¿no es así?. ¿O estoy en un error y tienes a tus espaldas la realización de un experimento científico al respecto?.
 
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Se equivoca en el razonamiento, creo que queda bastante explícito en lo que he dicho: no se pueden derivas esas conclusiones de la manera en que lo hace.
 
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Se equivoca en el razonamiento, creo que queda bastante explícito en lo que he dicho: no se pueden derivas esas conclusiones de la manera en que lo hace.
O sea, que no has hecho ningún estudio científico al respecto que por lo menos pueda rivalizar en seriedad o dedicación para aseverar nada. Se supone que con una frase tuya ("se equivoca") debe de pesar más que su doctorado en Yale y Harvard.

Espero que no seas de los que luego dice "peldañea", eh?... :cuniao Es coñaaaaa!

"No tengo más preguntas para el testigo, señoría" :juas
 
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