En este país, el término medio es solo el punto pasajero entre un extremo y otro. Por desgracia.
Intento, dentro de la medida de lo posible, no radicalizarme, y recordarme siempre, cuando veo a un (o una) gilipollas, que no todo el mundo es así, y que cuando leo alguna cacicada, que esta situación es coyuntural e históricamente absurda.
Pero me lo ponen difícil algunos días. Me planteo hacer algún cursillo para reciclarme profesionalmente. Me inscribo, y me llega un e-mail con la siguiente advertencia:
¿Alguien podría explicarme un motivo racional para que las mujeres, así, en seco, todas ellas, sean un colectivo prioritario para hacer cursos públicos de formación?
Ya es la segunda vez que se me encuentro con una "prioridad" similar, una discriminación por ser hombre. La principal diferencia con la discriminación que puede sufrir una mujer española en 2022, es que la mía no le importa a nadie. No hay teléfono, asociación, consejería o ministerio que considere esto como una situación injusta, asimétrica, o incluso ilegal, y que se ocupe de ello.
De hecho, este tipo de medidas, las suelen tomar las empresas incentivadas por esos mismos organismos que se supone, velan por la igualdad. De hecho, bis, para cierto sector de la población, el solo plantear esta discriminación como una discriminación, como algo negativo, es ya machista. Equiparar "mujeres" junto a "personas con discapacidad" y darles el mismo trato protector, al parecer, no es machista.