Respuesta: El cine de AKIRA KUROSAWA
RASHÔMON (1950)
Sensacional película y uno de los mejores trabajos de Kurosawa, quizá el más redondo de los que he visto. Entra de lleno en su etapa de pesimismo humanista, básicamente "el mundo es una mierda pero no está todo perdido", llevando todo eso a través de una historia que ha sido copiada y homenajeada mil veces y cuyo análisis sigue hoy más vigente que nunca.
Todo sucede en el Japón medieval, un matrimonio que cruza el bosque es asaltado por un bandido que viola a la mujer y asesina al marido. Las circunstancias, las reacciones y las verdaderas intenciones de cada uno de los implicados... varían según quién cuente la historia. Kurosawa pone a tres personajes retenidos por la lluvia en la puerta de Rashômon (una gran imagen, ese portón en ruinas y lluvia negra a su alrededor) como ¿jueces? de lo sucedido, y mediante flashbacks episódicos, se exponen las cuatro versiones: la del asaltante (histriónico y estupendo Toshiro Mifune), la de la mujer, la de un leñador que vio lo ocurrido y, en un fascinante salto a lo sobrenatural, la del marido muerto mediante una medium.
Con esa jugosa estructura narrativa y un soberbio empaque visual (que Kurosawa compone planos como dios ya no hay que decirlo, pero ojo a la fotografía en el bosque, con esos juegos de espejos para la luz), Akira se planta una historia sobre la imparcialidad de la verdad absoluta, sobre los elementos humanos que la distorsionan (egoísmo, desconfianza, manipulación) y sobre la capacidad de redención del ser humano a través de pequeños actos.
RASHÔMON (1950)
Sensacional película y uno de los mejores trabajos de Kurosawa, quizá el más redondo de los que he visto. Entra de lleno en su etapa de pesimismo humanista, básicamente "el mundo es una mierda pero no está todo perdido", llevando todo eso a través de una historia que ha sido copiada y homenajeada mil veces y cuyo análisis sigue hoy más vigente que nunca.
Todo sucede en el Japón medieval, un matrimonio que cruza el bosque es asaltado por un bandido que viola a la mujer y asesina al marido. Las circunstancias, las reacciones y las verdaderas intenciones de cada uno de los implicados... varían según quién cuente la historia. Kurosawa pone a tres personajes retenidos por la lluvia en la puerta de Rashômon (una gran imagen, ese portón en ruinas y lluvia negra a su alrededor) como ¿jueces? de lo sucedido, y mediante flashbacks episódicos, se exponen las cuatro versiones: la del asaltante (histriónico y estupendo Toshiro Mifune), la de la mujer, la de un leñador que vio lo ocurrido y, en un fascinante salto a lo sobrenatural, la del marido muerto mediante una medium.
Con esa jugosa estructura narrativa y un soberbio empaque visual (que Kurosawa compone planos como dios ya no hay que decirlo, pero ojo a la fotografía en el bosque, con esos juegos de espejos para la luz), Akira se planta una historia sobre la imparcialidad de la verdad absoluta, sobre los elementos humanos que la distorsionan (egoísmo, desconfianza, manipulación) y sobre la capacidad de redención del ser humano a través de pequeños actos.