Putin sonríe ante la desnudez de Europa por Inocencio Arias.
Dentro de poco llegarán las recriminaciones occidentales sobre quien perdió Crimea y quien perdió la autonomía de Ucrania. Sobre cómo se permitió que Putin impusiera la 'ley de la jungla' en las relaciones internacionales, tal como ha dicho la señora Merkel. Por el momento, sin embargo, nos ceñiremos a sacar algunas conclusiones del drama consumado de estas fechas.
Es un hecho indudable que una mayoría de los habitantes de la zona se consideran rusos, querían volver a Rusia y en Rusia, país nacionalista y patriótico donde los haya, serían bien recibidos. Putin sabía que, de puertas adentro, anexionar Crimea le daría considerable popularidad entre su gente aparte de una salida sin la menor cortapisa al Mar Negro.
Sin embargo, hay que recalcar hasta la saciedad que Rusia y por supuesto la Rusia de Putin había aceptado como sacrosantas las fronteras de Ucrania que englobaban a Crimea. Hablar de derechos históricos para justificar la anexión no se tiene legalmente de pie.
Por ello, para llevarla a cabo, Putin ha utilizado toda una serie de tretas y mentiras. Ha amedrentado a Ucrania e incluso a la población de Crimea (por muy fuerte que sean los profusos de la península, que lo son, 96'3% del voto es un porcentaje sospechoso). Ha falseado sistemáticamente la realidad: la comparación de Crimea con Kosovo es totalmente falaciosa.
Por mucho que la maquinaria propagandística rusa lo proclamara, en Crimea no había terror, ni persecuciones, ni limpieza ética. Los rusos de Crimea y de la madre patria, sin embargo, intoxicados diariamente y con la voces de la oposición mediática silenciadas , han terminado por creerlo. Como han creído, azuzados por el eficaz lavado de cerebro oficial, que los nuevos dirigentes de Ucrania son, sin distinciones, 'fascistas', término que en la mentalidad rusa equivale a nazi, sanguinario y antiruso.
Putin no se ha andado con chiquitas a la hora de inventar y cualquier desaire occidental de los últimos años formaba parte, en su mentalidad, de un nuevo intento de arrinconar a la gran Rusia y de trabarla. No sabemos si el nuevo zar se contentará con Crimea ("no queremos la partición de Ucrania" dijo hace diez días y la ha hecho) o si seguirá dando dentelladas, porque, otra obsesión rusa, necesita tener Estados vasallos o neutrales en sus fronteras. El recuerdo de Napoleón y Hitler le lleva a buscar distancia, profundidad, con un potencial enemigo. Y la Otan, para él, lo es.
A los occidentales se les llena la boca manifestando que esto es inaceptable y que Rusia debe pagar por ello. De Obama a la señora Merkel, pasando por Cameron y Hollande, por no hablar de los muy razonablemente asustados, Polonia, los Bálticos, etc., hemos oído frases firmemente condenatorias del matonismo ruso.
Ahora bien, el margen europeo de actuación, lo sabemos, es, a corto plazo, ostensiblemente limitado. Alemania depende en un 37% del gas ruso, Londres teme la huida de capitales rusos de la City, Francia tiene jugosos contratos de armamento con Moscú (1,200 millones de euros para construir dos portahelicópteros), Polonia compra casi el 100% de su petróleo al temido gigante vecino... y así sucesivamente. Putin es muy consciente de que Estados Unidos está lejos, Obama distraído con problemas internos, con una opinión pública poco propensa hoy a aventuras militares y en parte asimismo dependiente de la buena voluntad de Putin para arreglar o al menos parchear dos cuestiones claves del tablero internacional: abortar que Irán se arme nuclearmente y parar la sangría de Siria. Si el ruso remolonea en esto los dos asuntos descarrilan.
En resumen, Putin debe pensar que va a ganar el pulso económico con Europa. La profundización de las sanciones, la congelación de acuerdos, la reducción de compra de gas ruso tendrían a medio plazo una funesta incidencia en la economía de Rusia. Es obvio. Pero, como he apuntado, también la tendrían para la de varios países europeos y esto es lo que las capitales europeas y sus opiniones públicas no pueden soportar. Para Putin y su gente Crimea bien vale una misa en la que hay que, si fueran mal las cosas, habría que apretarse el cinturón, para los europeos, la calefacción y los contratos valen bastante más que la violación del derecho internacional por un país con modales imperialistas. El órdago del ruso está bien estudiado y hay que rezar para que no haga otros envites. Si son pequeños los ganaría de nuevo.