cuando estudié derecho constitucional dos años en la facultad se nos enseñaba que los cimientos de la sociedad, su bienestar, el futuro de su supervivencia , pasaba inequívocamente por el respeto absoluto a los mecanismos establecidos en esa ley para modificar lo que se pretendiera. La construcción de un necesario sosiego , de una estabilidad para cimentar sobre ella un modelo sostenible de prosperidad confiable pasaba por tener claro que había unos patrones inamovibles que nadie, ningún cacique efímero y puntual, pudiera venir a masajear a su antojo por motivos personales. Esa estructura debía ser farragosa y compleja y poco permeable a los caprichos, con filtros suficientes para impedir a los déspotas campar a sus anchas y con controles suficientes, separando los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, para controlar todo el sistema.
Lo que nos otorgamos democráticamente, los jueces han sido puestos ahí democráticamente, fue para protegernos de lo que ahora nos gobierna. Fascistas disfrazados que subvierten el poder a su antojo, criminalizando a una oposición pasmada y en estado de shock que no sabe reaccionar a los escandalosos pasos que están dando estos golpistas y atacando al poder constitucional que tiene el mandato de poner coto a sus desmanes. Este ataque es de una gravedad de unas proporciones jamás vistas en democracia y la prueba más determinante de que estamos ante el principio de un golpe de estado encaminado a no abandonar el poder de ninguna manera. Manipulando la realidad en un principio y a saber qué en un segundo paso. Estos serán capaces de inhabilitar partidos o políticos, suspender elecciones o una vez perdida toda forma, lo que fuera menester.
La única manera de parar esto es desde dentro, que parlamentarios socialistas se nieguen a votar según qué cosas, se nieguen a apoyar según qué declaraciones. Lo de ayer de Felipe Sicilia, propio de un ignorancte analfabeto hijo de la gran puta merecería una molienda en una trituradora de grano. Acusar a la oposición de ser el franquismo del 36 o el tejero del 81 desvela una malignidad, mala fe, ignorancia, desfachatez e imbecilidad que es peor que cualquier insulto profesado en el congreso en mil años. Rasgarse las vestiduras por los dela profundidad del conocimiento del vicepresidente y no decir nada por esto retrata la calaña moral socialista. Corren tiempos difíciles.