El Gobierno social-podemoide de Sánchez

El turismo es caca para los de Podemos. El país tiene que ir hacia un modelo económino basado en el feminismo, el progresismo, la transición ecológica y no comer carne los lunes. Así que al turismo ni agua, que les den.
 
Esto como era... en las películas siempre cuándo se dice proteger, cuidar y demás es que te están secuestrando ¿no? O que los robots están dando un Golpe de Estado.

 
¿Qué queréis? Claro, como no son de los vuestros, criticáis a los medios que unen a la gente.





Son puta basura autoritaria. Un periodista, uno solo, que cita hechos (ni siquiera da una opinión), es un ataque al gobierno y hay que ponerle en la picota. Ni siquiera son sutiles en su deseo de controlarlo todo.
 
Entrevista en Ethic a Antonio Escohotado en junio de este año. Ahí van algunas respuestas, pero la entrevista completa no tiene desperdicio.

La cuarentena logró algo tan inédito como una huelga general impuesta por el Ejecutivo. Desde abril empecé a twittear que eso era muy arriesgado, pero es agua pasada y bien está. El mundo se ha dado el lujazo de parar tres meses, en nuestro caso a través del Ejecutivo que se merece el país, tras votar dos veces a Sánchez como otrora a Zapatero. Sugiere cordones sanitarios ideológicos, contraproducentes para atender cualquier emergencia sanitaria real, y por supuesto fantasea con hacerlo todo por nuestro bien, cuando su devoción por la propaganda delata seguir dependiendo del ensayo nacido con la sovietización impuesta en 1917. Un siglo de pueblos humillados y desnutridos –cuando no muertos de inanición o a tiros– no le basta al altermundista para abrir los ojos.


Lo políticamente correcto viene del marxismo contrariado de los años setenta y ochenta. Cuando quedó claro que los obreros votaban capitalismo, intelectuales y estudiantes decidieron salvar a la revolución de «esa clase traidora a ella misma». Adalides suyos como Derrida, Althusser y Foucault tuvieron en común ser puros fraudes académicos, incapaces de hacer una tesis doctoral mínimamente informada, y los dos primeros dejaron memorias póstumas reconociéndolo. Por su parte, los jóvenes dispuestos entonces a tomar las armas para preservar la revolución marxista –que aquí formaron ETA, brigadas rojas o la banda Baader-Meinhof, y en Latinoamérica montoneros, senderistas, etcétera– fueron una amalgama de carniceros y personajes de sainete, sostenidos por una prensa que ya entonces comenzaba su andadura por lo políticamente correcto. El camelo de la posmodernidad tiene como denominador común personas reñidas con las fuentes primarias de cada asunto, que prefieren leer unas líneas sobre Aristóteles que unas líneas de Aristóteles. Indigentes mentales con ínfulas de magisterio.


Lo de la educación viene de lejos. A mí mismo, por ejemplo, me enseñaron a llamar Revolución Rusa a lo que en realidad era un golpe de Estado contra el único gobierno democrático de la historia rusa.
 
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