Miquel Giménez
¿Abrieron los Telediario este domingo con Parot, los filo etarras y Mondragón? No. Lo hicieron con unos nazis homófobos. Qué casualidad.
Voltaire sostenía que eso que llamamos azar no es más que la causa producida por un efecto desconocido. No creía en él, porque creer en la casualidad te ciega cuando lo que interesa es percibir la causalidad. Los nazis que se han manifestado por Chueca gritando barbaridades dignas de toda repulsa y sanción se manifestaban autorizados por la Delegación del Gobierno socialista en Madrid. Igual que los nazis separatistas proetarras hacían en diversos pueblos de las Vascongadas en honor a Parot, también autorizados por la Delegación del Gobierno socialista en dichas tierras. De estos últimos no hemos visto nada o casi nada; de los primeros, en cambio, sí. Los informativos de Televisión Espantosa y demás medios del régimen se han llenado la boca acerca de la agresión homófoba que supone la manifestación de unos descerebrados peligrosos que deberían estar entre rejas. De los otros descerebrados, los que consideran héroe a un criminal asesino de niños, silencio. Irene Montero ya ha exigido medidas contra los primeros, pero calla como una puerta con los segundos. La progresía oficial se ha rasgado las vestiduras, los dirigentes LGTBIQ han salido declarando que los discursos de odio llevaban a estos extremos. Perfecto. Pero del discurso de odio que lleva a asesinar a más de mil compatriotas, ni mú. Silencio. ¿No les parece demasiado casual solapar ambos actos, el de los homófobos y el de los terroristas?
Como tampoco creo en casualidades, y menos tratándose del Gobierno social comunista, me permito sospechar. Que los energúmenos sedientos de sangre nazis hayan podido pasearse por el centro de Madrid, por Chueca, sin que nadie lo impidiera, es, como poco, extraño. ¿Dónde estaban los de las alertas fascistas, dónde los que acuden a los actos de Vox a tirar piedras, donde los podemitas, donde los de
Pablo Hasel? ¿Nadie? ¿Ninguno? Insisto, extrañísimo, porque que la fuerza pública no pueda interrumpir una manifestación legal, insistimos, porque los socialistas así lo han permitido, es una cosa. Pero que los del escrache, patada en el estómago y piedra voladora no hiciesen acto de presencia debería escamarnos a todos. Porque
en Mondragón sí que estaban todos los de esa harka para frenar a los ciudadanos decentes que acudieron en solidaridad con las víctimas de la banda asesina. Y les gritaron
Fascistas Kanpora, fascistas fuera. Y la policía autonómica vasca tuvo que mediar para que la cosa no pasara a mayores. Entonces, ¿allí sí, pero en Madrid no? ¿Por qué?
No es demasiado difícil sumar dos y dos. Con lo de Madrid podía taparse perfectamente lo de Parot, que no ha sido más que el enésimo enjuague que el
Gobierno de Sánchez hace a los bilduetarras con tal de asegurarse sus votos. Hasta un niño de pecho lo vería. Además,
permite al Gobierno sacar toda su artillería mediática para que machaquen con la idea de que Vox promueve el discurso de odio homófobo. Porque lo que aquí se ventila es, ni más ni menos, cargarse de argumentos para llegar a la ilegalización del partido de
Abascal. Lo van haciendo poco a poco, pero con una constancia tremenda.
Lo decía, creo,
Iván Espinosa de los Monteros. Si a Vox le quitamos la etiqueta de extrema derecha y se atiende solo a lo que dice y propone hay mucha gente que se reconoce en esas propuestas. Toda la estrategia gubernamental está encaminada hacia demonizarlos, porque sabe que ahí radica su enemigo. De ahí que servidor sospeche que todo es demasiada casualidad. Porque, desde el incendio del Reichstag, jamás unos nazis habían sido tan oportunos.