La impunidad no se acabará hasta que no se termine con el podrido sistema que permite que un gobierno subvencione medios de comunicación privados o los coarte en forma alguna. Por ejemplo, la publicidad institucional debería estar prohibida. Y las subvenciones de cualquier tipo. Solo con eso, quizás el periodismo volviera a ser digno de ser llamado así algún día.
Mientras tanto, denunciar al menos para que se vean las costuras de esta gentuza, es un comienzo. La boca cerrada del resto de medios ante los ataques de estos impresentables es una puta vergüenza. Cualquier periodista con un mínimo de ética profesional (y personal) tenía que haber saltado como un resorte. Pero no. Son unos putos cobardes apesebrados. Juntaletras, que no periodistas.