Atreyub
En busca y captura
Respuesta: El Hilo de MICHAEL MANN
Se me olvidaba...
(The last of the Mohicans, 1992)
Mann se adentra en el género de aventuras clásico basándose en la novela del mismo nombre del escritor James Fenimore Cooper. Las diferencias entre la novela y la película podéis encontrarlas aquí.
Una historia conmovedora, quizás con cierta irregularidad en la parte central (todo lo que conlleva la guerra entre Inglaterra y Francia) pero que contiene varias virtudes que la hacen un título vistoso, con una BSO que se convirtió en un icono en sí misma y una fotografía de ensueño (sobre todo para la parte de escenarios y parajes naturales, quizás un tanto oscura y demasiado confusa en las partes nocturnas).
Mann rueda con pulso firme las partes en las que implica enfrentamientos generales, utilizando una cámara briosa y de movimientos perceptibles, sin decaer en videoclipadas de nanosegundos. La aventura en estado puro toma forma en la gran mayoría de escenas. Una de las peculiaridades de la película es el movimiento que contienen los personajes (sobre todo los 3 protagonistas) ya desde el inicio, intentando dar caza a un ciervo. Un respeto por la naturaleza y a la vez una dosis de (cierto) realismo que embelesa. Lo mejor: la parte final. Desde ese momento mágico en la cascada, con frases de tatuarse, acudimos hasta una carrera contrareloj donde la velocidad tiene forma. Una coreografía bien estructurada y unos golpes certeros en la violencia seca y precisa entre Magua (un impagable Wes Studi) y el padre (el ralentí ante la impotencia es de lujo) dotan a la película de un final impresionante y quizás de lo mejor del director en todo su currículum.
Quizás la película cojea en cuanto a las interpretaciones, según qué momentos, donde el ojo está más puesto en la puesta en escena, la aventura y el ritmo que en las relaciones personales (en un sólo día los romances y los celos ya están puestos en bandeja mientras que la parte de Uncas y la hermana es visto y no visto). Aún y así la película sigue manteniéndose en pie como ese último mohicano ante la lejanía.
Se me olvidaba...
(The last of the Mohicans, 1992)
Mann se adentra en el género de aventuras clásico basándose en la novela del mismo nombre del escritor James Fenimore Cooper. Las diferencias entre la novela y la película podéis encontrarlas aquí.
Una historia conmovedora, quizás con cierta irregularidad en la parte central (todo lo que conlleva la guerra entre Inglaterra y Francia) pero que contiene varias virtudes que la hacen un título vistoso, con una BSO que se convirtió en un icono en sí misma y una fotografía de ensueño (sobre todo para la parte de escenarios y parajes naturales, quizás un tanto oscura y demasiado confusa en las partes nocturnas).
Mann rueda con pulso firme las partes en las que implica enfrentamientos generales, utilizando una cámara briosa y de movimientos perceptibles, sin decaer en videoclipadas de nanosegundos. La aventura en estado puro toma forma en la gran mayoría de escenas. Una de las peculiaridades de la película es el movimiento que contienen los personajes (sobre todo los 3 protagonistas) ya desde el inicio, intentando dar caza a un ciervo. Un respeto por la naturaleza y a la vez una dosis de (cierto) realismo que embelesa. Lo mejor: la parte final. Desde ese momento mágico en la cascada, con frases de tatuarse, acudimos hasta una carrera contrareloj donde la velocidad tiene forma. Una coreografía bien estructurada y unos golpes certeros en la violencia seca y precisa entre Magua (un impagable Wes Studi) y el padre (el ralentí ante la impotencia es de lujo) dotan a la película de un final impresionante y quizás de lo mejor del director en todo su currículum.
Quizás la película cojea en cuanto a las interpretaciones, según qué momentos, donde el ojo está más puesto en la puesta en escena, la aventura y el ritmo que en las relaciones personales (en un sólo día los romances y los celos ya están puestos en bandeja mientras que la parte de Uncas y la hermana es visto y no visto). Aún y así la película sigue manteniéndose en pie como ese último mohicano ante la lejanía.