Pues sí. Ya es navidad, y sigo atrapado en los años 80. Pero ya apenas quedan películas mítico-navideñas que comentar en un hipotético especial ochentero. Hemos hablado de Gremlins, Jungla de cristal, Los fantasmas atacan al jefe, el Santa Claus de los Salkind con Dudley Moore... así que este año, la cosa va de series. Cinco episodios de cinco series ochenteras que transcurren en navidad.
Sin blanca navidad (Los Simpson): Este es uno de lo más recordados episodios navideños de Los Simpson, además de ser el primero (literalmente). Aunque un servidor prefiere el mítico episodio en que Bart roba el videojuego Bonestorm (“…¡o iros al infierno!”) Sin blanca navidad contiene ya todos los elementos de lo que fueron luego Los Simpson. Además, se emitió el 17 de diciembre de 1989, gracias a lo cual he podido incluirlo en este megapost. En España se emitió en enero de 1991, cuando la serie la echaban en… ¡La2! Los más jóvenes ni se acordarán de esto. Me hacen gracia los localismos de época del doblaje (la clase de EGB a la que hace referencia Skinner).
Para ser el primer episodio, condensa y resume muy bien todas las características de la serie. Homer, tan incompetente y zafio como padrazo en el fondo, Marge es la voz de la razón, Lisa una sabelotodo un poco repipi, Bart el niño malo americano por excelencia… todo está ahí y ya podemos ver a personajes como Moe, Barney, el señor Burns o Milhouse.
Homer y Marge llegan a la escuela un año más para asistir a la fiesta navideña. Bart la lía para llamar la atención, Marge tiene más paciencia que un santo, Homer no se aguanta con sus cuñadas, y hasta está presente la ya legendaria rivalidad de Homer con su vecino, el eterno buenazo Ned Flanders.
La trama será de sobra conocida por cualquiera que haya visto Antena 3 alguna vez. Bart se hace un tatuaje (“Madre”), y Marge debe gastarse los ahorros para navidad en quitárselo con láser, confiando en que la paga extra navideña de Homer que le dan todos los años en la central, sea suficiente para las fiestas. Pero el señor Burns deja a sus empleados sin dicha paga.
Homer decide ocultárselo a la familia, y se pone a currar como Santa Claus en el centro comercial para obtener dinero que le permita darle a su familia la navidad que merecen. Bart no tarda en descubrirlo, y Homer decide gastarse las escasas ganancias (13 dólares) en un hipódromo, con la esperanza de multiplicar su dinero. En el último momento apuesta por un galgo llamado Santa Claus… y pierde. O gana. Porque ese perro perdedor se convierte en la nueva mascota de la familia.
Es curioso como en un episodio navideño… ¡de 1989! Ya se hacía hincapié en la dualidad humanismo / materialismo que representa la navidad en occidente. Así, los regalos de Homer son baratos y birriosos mientras que los de Flanders son opulentos y numerosos (esa escena con uno de los niños Flanders dándole la chuleta para perros me ha hecho descojonarme, aunque lo habré visto 20 veces) sus luces navideñas son una mierda, y cuando Patty y Selma van de visita comentan despectivamente la ausencia de decoración navideña. Pero todo eso es secundario, y lo importante al final, está en otras cosas. Sentimentaloide, pero funciona.
Navidad en Cheers (Cheers, claro): He aquí uno de mis secretos mejor guardados: nunca me gustó mucho Cheers. De hecho, es una serie que me deprime. Escuchar los primeros compases de la música de su intro ya es suficiente para ponerme de bajón. Vi varios episodios de niño, y siempre me pareció una serie ajena a mi interés, muy gris y extraña. Y aunque había risas enlatadas y personajes graciosos, a mi en el fondo me parecía triste.
Cuando salió en DVD alquilé la primera temporada del videoclub. Y bueno… vale. La dinámica entre los personajes de Danson y Long (muy del estilo de Luz de luna) los cachondeos a costa de unos y otros… digamos que la entendí mejor, pero no dejó de parecerme una serie deprimente en su fondo.
A pesar de mi percepción, fue una serie de gran éxito en su día, con la friolera de 11 temporadas y gran número de premios cosechados, Emmys, Globos de oro… el episodio 12 de la temporada 6, llamado “Navidad en Cheers”, es nuestro objeto de interés de hoy.
El episodio comienza cuando se quejan de la enésima emisión de “Que bello es vivir” por la tele (a pesar de lo cual, la tienen puesta en la tele del bar). Norm se descojona de la idea de que a un contable caído en desgracia le ayuden sus amigos y asegura que eso en la vida real, no pasa, pero a pesar de las quejas, todos acaban llorando con el final.
El episodio nos muestra la forma de cada uno de afrontar las fechas navideñas. Cliff lleva al bar una caja para que se la llenen con latas de comida “para los más desfavorecidos”… que le conseguirá un viaje a Disneylandia. Buddy participa en una obra navideña de teatro destinada a los niños pero siente nostalgia de su tierra natal y de su familia, Rebeca pretende que trabajen en Nochebuena, y Sam se queja de ello. Norm trabaja vistiéndose de Santa Claus en un centro comercial (como Homer), cosa que ocultaba, pero que en el bar descubren cuando un compañero le lleva el traje.
El día de navidad, el personal de Cheers abre los regalos que cada año se hacen. Resulta que todos le han regalado algo a Rebeca, menos Sam, que desesperado por no quedar mal con ella, sale corriendo a buscar un regalo de última hora. Por supuesto, todas las tiendas están cerradas, pero Sam se encuentra en la calle con una joven azafata que se presta a venderle uno de sus regalos. Sam tarda cero coma en encoñarse con ella y olvidarse del regalo, por supuesto.
El día de los regalos, Sam está preparando una cita con la azafata y en su despiste, cambia el regalo para Rebeca (unas orejeras) por unos pendientes de 500 pavos, y como suele decirse, ya la tenemos liada.
“Navidad en Cheers” es un episodio costumbrista que se limita a observar las costumbres y tradiciones de una fiesta que parece haber sido privada de significado. Para Sam, representa un ligue, para Norm, unos pavos extra, para otros un coñazo, un viaje a Disneylandia o un momento para echar de menos a la familia, que está lejos o para aborrecer a la familia que está cerca. Me quedo de lejos con la broma final, en la que Norm está con sus compañeros del centro comercial (todos vestidos de Santa Claus) y al despedirse, nadie conoce a uno de ellos. “Eh, un momento, ese tipo no estaba en la escuela de Santa Claus con nosotros. ¿Creéis que…?”. Pero no.
Luz de luna (No hay nada como el trabajo): Que Luz de Luna es una de mis series ochenteras favoritas (además de una de las mejores y más innovadoras e influyentes en la televisión hasta nuestros días) ni cotiza. Crecí con David y Maddie y sus broncas, casos absurdos, sinsabores, escasas dotes detectivescas y amores y desamores, la señorita Topisto (por arte y gracia del doblaje, pero se lo perdono) y el siempre grandísimo Herbert. Coño, y tenían a un personaje que se llamaba McGillicuddy
. ¡McGillicuddy
!
Hoy hablamos del episodio 3x08, llamado “Es un trabajo maravilloso” (referencia al título más literal de “Que bello es vivir”).
Es navidad, y a Maddie no le sobra espíritu navideño, precisamente. Está atareada con la agencia, y no tiene tiempo para cenar con sus padres, ni para ir a visitar a su tía enferma en el hospital. Además, toda la oficina está de morros porque Maddie les obliga a trabajar en navidad. Lo habla con David y como siempre, tienen puntos de vista distintos. Maddie quiere hacer el trabajo antes que cualquier cosa, y David entiende que la gente trabaja precisamente, para disfrutar de momentos como la navidad, y no por amor al arte.
Para terminar de fastidiarlo todo, la tía de Maddie fallece, y como nadie en la oficina lo sabe, siguen cabreados con ella, y ella se va igualmente enfadada. Se refugia en un bar para tomarse algo, y allí la aborda un hombre llamado Albert, a quien ella rechaza por creerlo un ligón navideño. Pero Albert parece saber mucho más de ella de lo que debería. Resulta ser una especie de “ángel de la guardia”, y le va a conceder un deseo navideño: poco antes, Maddie se maldijo por haber mantenido la agencia de detectives abierta, en vez de cerrarla (como pensaba hacer inicialmente en el Piloto de la serie). Así que ahora, Albert le concede el privilegio de ver qué habría ocurrido si hubiera vendido la agencia como pretendía.
Maddie vuelve a la agencia, que ya no es la agencia Luz de luna, sino la agencia Hart, llevada por un matrimonio de detectives. Ninguno de sus empleados trabaja allí ya. En principio, Maddie está encantada de no tener ya la responsabilidad de mantener la agencia, que para ella era una carga. Pero no tarda en ver que las cosas no van bien. Agnes Topisto es ahora la presidenta de una compañía, tiene mucho éxito, pero es fría, despótica y antipática (y además, acosa sexualmente al pobre Herbert Viola).
En cuanto a David, es ahora rico, y vive en la casa de Maddie, que le compró a esta, y está a punto de casarse con un pibón, pero no es feliz, como vemos en la conversación que tiene en la terraza con su hermano, donde vemos que aún se acuerda de Maddie, aunque en esta "realidad paralela" coincidieron muy poco.
En general, estamos ante un nada disimulado (ya desde el título) homenaje-remake de "Que bello es vivir", divertido cuando nos muestra a los personajes en roles inhabituales (Topisto convertida en tiburón, David, hombre centrado y exitoso) aunque si lo piensas, en fondo de la historia es un poco absurdo. Maddie remarca que el cliente es muy importante, pero al final decide rechazar el caso para que sus empleados puedan tener vacaciones navideñas. ¿Se sentirías mejor sus empleados si al volver de sus vacaciones se quedaran sin trabajo, o no pudieran pagarles? Que a ver, el tema es un cuento navideño con moraleja y no se le pueden pedir a estas cosas una relación tangible con la realidad, pero como dice Norm en el episodio de Cheers "estas cosas no pasan en la vida real".
Juzgado de guardia (Santa Claus va a la ciudad): Juzgado de guardia fue una de mis series favoritas en un lejano verano a finales de los 80 o principios de los 90, en que la echaron por la tele, por las noches. Recuerdo que bajaba con mi padre al bar y nos subíamos una tarrina de 1 litro de helado artesano para zampárnoslo mientras veíamos la tele. Algunas noches también echaban la olvidada "Perry Mason".
Años más tarde, cuando el canal Cuatro empezó su andadura, daban series antiguas a las tantas, y Juzgado de guardia fue una de ellas. Vi varios episodios, el que hoy nos ocupa entre ellos, que siempre me llamó la atención por participar un joven Michael J. Fox, un año antes de que le llegase la fama con "Regreso al futuro".
Al juzgado llega un anciano vestido de Santa Claus y detenido por vagancia, que asegura ser el auténtico Santa Claus, y parece saber los nombres de todo el personal. También llega una pareja de adolescentes malencarados y fugados de casa que deben esperar a los servicios sociales, y que se niegan a identificarse. Durante la noche, el muchacho, Eddie, no deja de pinchar al supuesto Santa Claus, poniendo bien en claro que él no cree en esas chorradas.
Tenemos entonces, un episodio que enfrenta el espíritu navideño con el espíritu cínico, materialista y desilusionado de todo (muy propio de los años 80, por otra parte). El juez dice en un momento que dejar de creer es el precio que pagamos por crecer, pero todos en el juzgado intentan que la pareja de adolescentes no se vayan con esa idea y ese descreimiento, porque el momento no ha llegado para ellos aún, y para demostrar al personaje de Fox que, en contra de lo que él cree, la gente sí se preocupa por él.
Cuando los informes de los adolescentes llegan al juzgado, el juez y el resto del personal traman un plan con el anciano Santa Claus, permitirle conocer sus datos personales leyendo el informe, y poder fingir que los conocía porque... es Santa Claus, claro. Una cursilería, como el propio juez lo llama. Por no mencionar que hoy con la LOPD, a ese juzgado lo crujirían sin piedad por violación de la privacidad de datos, desde el juez hasta el segurata Bull, por permitir tal atropello.
Terminado el episodio, y tras disfrutar todo el personal del juzgado de una tardía cena de navidad, el juez Harry descubre que los informes sobre los adolescentes que les enviaron y que usaron para engañarlos, estaban mal. Los nombres que figuraban no eran los correctos, a pesar de lo cual el ¿falso? Santa Claus sí sabía sus nombres verdaderos. Porque era Santa Claus, claro. Un poquito de fe, joder
Punky Brewster: Punky, hay un Santa Claus: Solo a principios de los 90 se podían dar situaciones como sentarte a ver la tele en verano, y ver primero a Soleil Moon Frye siendo la adorable Punky, esa niña enternecedora e inocente, y a continuación, te la veías ya crecidita y haciendo de zorra mayor en Salvados por la campana, donde torturaba al pobre Screech. Quiero creer (es navidad, QUIERO CREER) que es una coincidencia, y que los programadores de Antena 3 no pretendían darnos algún tipo de mensaje ahí.
La historia de Punky ha de ser sobradamente reconocida. Una niña huérfana y abandonada por su madre, que es adoptada por un anciano fotógrafo y tiene un perro llamado Brandon, y un grupo de amigos ochenteros. Y no digo más, porque hablar de Punky Brewster demasiado da caries en los dientes.
En este episodio doble navideño (capítulos 12 y 13 de la primera temporada) Punky y mi tocayo Henry preparan las fiestas de navidad, pero la niña se coge un disgusto del quince cuando un matón del colegio se burla de ella por creer en Santa Claus, y le dice cruelmente eso de "son los padres". El bueno de Henry le dice que Santa Claus existe "para quienes creen en él" pero una vez sembrada la semilla de la duda, parece imposible que la niña se deshaga de ella.
La vecina de Henry, Betty, escucha el tema, y como su nieta, la amiga de Punky, también ha escuchado la gran revelación, los dos adultos deciden que Henry se haga pasar por Santa Claus en la escuela para reavivar la fe infantil. Pero las cosas se le van a complicar más al bueno de Henry, porque, aunque logra su objetivo de mantener a su hija miserablemente engañada unos años más, igual que el resto de padres de este mundo, cuando Punky cree realmente que él es Santa Claus, le pide como regalo... ver a su desaparecida madre. Toma papeleta.
En el segundo episodio de este doble capítulo navideño, Henry intenta encontrar a la madre de Punky hablando con policía, hospitales, etc. Además de la búsqueda, el abuelete tiene sus reservas pues, si consiguiera lo que se propone, ¿no supondría que podría irse Punky con su madre?
Durante sus pesquisas, Henry se para a tomar una taza de té en una tienda de antigüedades, y le da palique a su anciano propietario, contándole su problema. El dueño de la tienda le aconseja que se lleve un joyero como regalo para su hija... que resultará ser el joyero que pertenecía a la madre de Punky. Henry intenta llamar a la tienda para aclararlo, pero resulta que la tal tienda no existe...
###Durante la confección de este ranking de 5 episodios navideño-ochenteros no fue dañada la fe de ningún niño en la navidad, pero me diagnosticaron diabetes de tipo 2 por excesiva ingesta de azúcar y cursilería.