El último zapateo
Enrique García-Máiquez
Con aires de soleá, José Luis Rodríguez Zapatero declaraba: "No voy a anunciar lo que voy a anunciar o no voy a anunciar", en El País unas pocas horas antes de anunciar lo que no iba a anunciar o sí o qué sé yo. Ayer fue, por tanto, el zapateado final de unos meses en que ha alentado los rumores sobre su marcha (un saltito, arsa, atrás) y su perseverancia (un saltito, ole, adelante). Hasta en esto Zapatero ha sido la otra cara de la moneda (si se puede hablar de monedas para referirse a quien nos deja sin una) de Aznar. El envarado conservador dijo desde el principio que se iría a los ocho años, y cumplió, inflexible. El maleable ZP, en cambio, cuánto contoneo. Ahora dice que siempre pensó lo de las dos legislaturas. Ya, ya, siempre. Arsa, y vámonos que nos vamos.
Su espectáculo de café cantante ha sido hipnótico, eso sí. Con la economía arrastrándose, el paro en imparable ascenso, una intervención militar en Libia, con el presidente de Generalidad catalana votando por la independencia, con las actas de ETA abochornando al Gobierno, con un escenario literalmente derrumbándose… asombraba el protagonismo del paroxismo de nuestro presidente. Ese mérito mediático no vamos a discutírselo.
Y menos ahora que tanta falta le van a hacer los ánimos. El último taconeo ha sido el disparo de salida para las primarias. Es otro mérito que tampoco voy a negarle: no ha dado un dedazo. Pero no hace falta ser profeta para prever que los candidatos socialistas apostarán por distanciarse de Zapatero, primero con cierto pudor y enseguida de una manera más y más explícita. Se va a quedar muy solo. Y, probablemente, por fidelidad a su partido cargue sobre sus caídos hombros todo lo malo de estos años de gobierno, como si sus ministros y el PSOE no le hubiesen alentado y sostenido.
Inmolado por la espalda por el partido, tendrá que hacer frente, además, a una serie de medidas muy impopulares. Dado por muerto, nadie mejor que él para llevarlas a cabo, zombi de los mercados financieros. Eso, y no otra cosa, quería decir el cacareado apoyo de Botín. Por sentido de la responsabilidad es posible que apure el poso amargo de los meses que le quedan en la presidencia. Si lo hace, ese mérito habrá que reconocérselo.
Por mi talante -que también lo tengo- me encantaría levantarme y aplaudirle un poco en su despedida. Lo estoy intentando. Pero no hay más méritos. Quizá el carnet por puntos y la seguridad vial… Zapatero ha sido bastante malo. En la gestión económica, evidentemente, y también en la defensa de la nación y por ese empeño suyo de hacer ingeniería social a toda costa. No hay muchas esperanzas que poner tampoco en el juicio de la Historia, ese camión escoba de la política, que a él le va a pasar por encima. Sí le deseo de corazón que estos meses no le resulten demasiado duros. Es imposible, pero el corazón tiene sus razones que la razón no entiende.