Este larguísimo año electoral nos ha dejado dos imágenes muy significativas que ilustran a la perfección la personalidad de cada uno de los líderes de los dos principales partidos políticos en liza:
- En una, Rajoy encaja con admirable robustez, estoicismo y dignidad el cobarde y brutal puñetazo que le propina a traición un individuo varias décadas más joven que él... Y sin lloriqueos, victimismos o aspavientos, don Mariano le quita importancia al asunto... y a otra cosa. Un bastión infranqueable frente a los ataques de sus enemigos. Un SEÑOR.
- En la otra, vemos a Sánchez llorar como Narciso: emocionado ante su propia imagen; el emisor como receptor de sí mismo, que se derrite al pensar cómo lo verán sus seguidores por televisión (es decir, cómo verán al personaje que interpreta).
En mi opinión lo único que ha hecho hoy es dar el pistoletazo de salida a su delirante campaña para las futuras primarias del PSOE, montando un numerito de diva, llamando la atención como un niño malcriado, envidioso del día en que se "corona" a su odiado archienemigo (seguramente él se cree más listo, más guapo, más simpático, más carismático... y, claro, no entiende nada). Lamentable.
Y esto de las lloreras empieza a ser preocupante. Me acuerdo especialmente de Federica Mogherini, la representante de exteriores y seguridad de la UE, perdiendo la compostura después de los atentados de Bruselas. Como decía el Longshanks de Braveheart sobre su hijo "Si lo vieran mis enemigos, eso les animaría a conquistar el resto de Inglaterra".
De la que nos hemos librado; una persona así de Presidente del Gobierno... No quiero ni pensarlo.