Malas noticias para los trompeteros del fin de ciclo. Decían que el Barça era una moda, pero ya es tendencia.
Ganó el mejor, el Barça. Fue campeón por su espectacular primer vuelta, por el potencial devastador de su tridente, por saber ganar jugando bien y también mal, y sobre todo, por su fortaleza mental para levantarse del suelo en mitad de una depresión de un mes negro, donde jugó con fuego y estuvo a punto de quemarse. El Barça ganó la Liga dos veces: la ganó tras una primera rueda trufada de excelencia y la volvió a ganar cuando se la dejó olvidada después de un socavón inesperado, sumando un punto de doce posibles. El Barça ganó porque fue el mejor, porque supo mantener la entereza en mitad del desplome y porque tuvo suficiente personalidad para aguantar, de pie, los envites del Atleti, que dimitió ante el Levante, y del Madrid, que murió de pie hasta el final. Fue la Liga de los Luises. La de Luis Suárez, caníbal uruguayo del gol y consagrado mejor 9 del mundo. Y la de Luis Enrique, mal relaciones públicas y buen entrenador, un tipo que no es la alegría de la huerta pero riega su palmarés con un maná de trofeos: en dos temporadas, 6 títulos, 2 Ligas de 2 posibles y la posibilidad de doblete en el horizonte.
Más allá del desenlace final de Milán, entre Madrid y Atlético, esta ha sido una Liga valiosa para el Barça. Precisamente, porque ha sido un campeonato disputado y conquistado ante los dos finalistas de Champions. Un título que debe ser ponderado y festejado como merece, pase lo que pase en la Copa de Europa y suceda lo que suceda en la Copa. Esta Liga del Barça encuentra sostén en sus espectaculares registros colectivos: fue el que más partidos ganó (29), el que anotó más goles (112) y el que más puntos logró (91). En lo individual, Suárez escribió su nombre con letras de oro en el Pichichi y la Bota de Oro, Iniesta ya es el jugador con más títulos oficiales en la historia del fútbol español (29), Messi ya acumula 8 Ligas y Alves se convierte en el brasileño con más trofeos de la historia (30, uno más que el mítico Pelé). Entre los intangibles, Piqué, que después de un año soberbio, dibujó una radiografía perfecta del título: “Hemos tenido que ganar esta Liga dos veces. Quizá hace 25 años, habríamos perdido este campeonato, pero esta generación de jugadores irrepetibles no para de ganar títulos”.
El Barça, que ya no es prisionero del pesimismo atávico, demostró personalidad y nervios de acero para reconquistar un campeonato que él mismo se complicó sin necesidad, siendo si pero y más temible rival. En lo emotivo, este será un título recordado por los culés: espantó sus viejos fantasmas y campeonó en la adversidad. En lo numérico, su 24º título denota una hegemonía doméstica incontestable. Hasta 1990, el Madrid contaba 25 Ligas por apenas 10 del Barcelona. Ahora el ciclo ganador se ha invertido y desde ese año hasta el día de hoy, la cuenta cifra 14 títulos culés por 7 merengues. El equipo catalán ha ganado 8 Ligas de las últimas 12 y 6 trofeos en 8 ediciones. Caray con el fin de ciclo. Una velocidad de crucero que, en progresión constante, amenaza el reinado del Madrid, que sigue siendo el más laureado – 32 títulos-, pero sólo ha ganado 1 Liga de las últimas 8. La victoria en Los Cármenes fue el epitafio final de una Liga reñida, donde el Atlético hizo un esfuerzo titánico como animador del campeonato, donde el Madrid vendió cara su piel firmando una segunda vuelta de campeón, aguantando hasta el final, y donde el Barça volvió a demostrar que lleva años siendo una máquina de coleccionar Ligas. Decían que este Barça era una moda. La realidad es que es una tendencia.
Rubén Uría