Emilio Campmany
José Luis Martínez Almeida ganó las últimas elecciones municipales en Madrid gracias a la promesa de
poner fin a Madrid Central, medida estrella de la anterior alcaldesa comunista, Manuela Carmena. Podía haber dicho que él, de ganar, lo mantendría. Podía incluso no haber dicho nada. Pero prometió cargárselo. Y para eso le votaron. Naturalmente, como ejemplar cargo electo del PP, se desdijo en el mismo momento en que recibió el bastón de mando. El presidente de su partido, que quiere hacernos creer que él no es como Aznar y Rajoy, que faltaron a su compromiso de devolver a los jueces su derecho constitucional a elegir a sus representantes en el Consejo General del Poder Judicial, pudo afearle su traición. No lo hizo, lo que sugiere que es de la misma calaña, que por otra parte no deja de ser la habitual en los líderes del PP.
El simpático alcalde madrileño ha excusado su flagrante incumplimiento con algunas excusas.
Ha dicho que Europa no le deja. Es mentira porque lo que quiere Europa es que disminuya la contaminación y eso se puede hacer de muchas formas sin necesidad de conservar Madrid Central, como por ejemplo prohibiendo las calderas de carbón y fuel. Y, en todo caso, él tendría que haber sabido que Europa no le dejaría cumplir esa promesa. También
ha dicho que Ciudadanos no está de acuerdo. Es una excusa más presentable, pero el Tribunal Superior de Justicia de Madrid le ha resuelto la papeleta liquidando el dichoso Madrid Central por razones jurídicas. Conocido el fallo, un alcalde que simpatizara con las ideas de quienes le eligieron habría devuelto todas las multas y dejado que la Justicia le obligara a cumplir su palabra sin que Ciudadanos pudiera evitarlo.
Naturalmente, como todo traidorzuelo del PP, se ha puesto manos a la obra para corregir los defectos jurídicos de la ordenanza e implantar
un nuevo Madrid Central igual al que los comunistas impusieron a los madrileños. Como no tiene los votos suficientes para hacerlo porque Vox se niega a respaldar con su voto el adefesio, ha recurrido a cuatro concejales comunistas que tuvieron puestos muy relevantes en la época de Manuela Carmena y que se escindieron de Más Madrid. Es evidente que cuando Almeida necesita votos para aprobar lo que quiere, especialmente cuando es algo opuesto a lo que prometió, los encuentra.
Para que el retrato sea completo, el alcalde se ha prestado, por indicación de Casado, a disputarle la presidencia del PP de Madrid a
Isabel Díaz Ayuso, que es la única en el partido que cumple sus compromisos electorales, especialmente cuando son criticados por la izquierda. La operación tiene todo el sentido del mundo porque, siendo Ayuso esa extraña líder del PP que cumple lo que promete, cabe la posibilidad de que el electorado popular la reclame para sustituir al poco fiable Casado en Génova. Parafraseando lo que decían en la Argentina del Mundial de 1978, "no diga gol, diga Kempes", aquí se podría decir: "No diga traición, diga Almeida".