Es que no es que sean incapaces. Es que es imposible.
Exacto. Es una cuestión de mentalidad, no se puede cortar por ley, la gente joven que quiere salir y emborracharse supera, y en mucho, el número de efectivos que puede disponer cualquier cuerpo policial.
Para empezar, hay que averiguar donde se van a montar los botellones. A veces fácil (lo anuncian hasta en redes sociales) a veces imposible. Si lo montan en una zona residencial, te enterarás por los vecinos. Si lo montan en zonas apartadas, puedes no enterarte nunca.
Después, manda gente a cortarlos y a multar a los responsables. ¿A cuantos agentes vas a mandar? ¿A tres? ¿A seis? ¿A diez? La gente en plena borrachera es inestable e imprevisible. ¿Vas a mandar a alguna unidad especializada en bronca callejera? ¿Cuantas unidades preparadas de ese tipo hay? ¿Y cuantos botellones? Quizá en una ciudad pequeña, donde se reúnen pocos en un parque, puedas lograrlo. En grandes ciudades, imposible.
Aún hay más, la policía tiene que actuar coordinada y ciñéndose a unos protocolos. La masa, en cuanto vea a la policía, saldrá disparada en mil direcciones, cada uno con una idea en la cabeza. ¿A cuantos puedes pillar? La respuesta da igual, a los 20 minutos tienes a los que no has pillado, montando otro botellón en otro sitio. Vete a buscarlos.