Durante una semana de febrero una veintena de voluntarios vigilaron de cerca a los perros y sus dueños. Cuando veían que se dejaban una caca atrás, el voluntario se acercaba al dueño, se interesaba por lo bonito que era el can y disimuladamente conseguía su nombre y raza. Sólo con estos dos datos, los voluntarios pudieron localizar las direcciones de los dueños a través de la base de datos municipal.
A continuación, las cacas se empaquetaban como si fueran objetivos perdidos del consistorio y se entregaban en mano a los dueños, llegando a grabar algunas de las entregas para un vídeo que muestra el desarrollo de la campaña.
Junto al excremento empaquetado se mandaba también un aviso de multa. El resultado, según ha explicado el Consistorio, ha sido un 70% menos de cacas en las calles, "no se sabe si por el miedo a la multa o por la caca empaquetada".