Ayer fui a votar de milagro. De hecho no iba a ir. Por muchos motivos, pero principalmente el hastío. Al final mi hijo votaba por primera vez y mi mujer insistió mucho. Y fui.
Y no voté al que voto siempre últimamente. Voté a otro sabiendo que me equivocaba haciéndolo, o no, vete tú a saber. Estoy asqueado, lo han logrado, sacarme del tablero, y han conseguido algo que nunca creí que se pudiera conseguir. Abominar de la política. Yo, que era un animal de la política, que corría por mi sangre, que estuve apunto de meterme, y gracias que no lo hice, aborreciendo de ellas. Inaudito. Pero sí. Estoy por otras cosas. Por ejemplo, pelearme cada día por sacar adelante mis negocios contra viento y marea.
Y si a mí han conseguido desconectarme a quien ya pasaba de la política ni te cuento. El desencanto ha provocado la diversificación del voto, el voto de castigo, el voto a la desesperada, el voto del salto al vacío, el voto descerebrado, el voto visceral. Aunque no sé si eso ha de ser peor que el voto por sistema.
Como la situación es la que es, la crisis económica, ética y moral, las lecturas son difíciles de concretar. No creo que nadie pueda afirmar que se repetirá el escenario puesto que nadie puede afirmar con un mínimo de credibilidad cual ha sido la verdadera motivación de las intenciones de los votos. Ni por qué la gente no vota en las elecciones europeas. Ni a donde irían a parar los votos de la gente que vota en las generales y no lo hace en las europeas. Que son unos 12 millones más de personas.
Sacar conclusiones es precipitado.
