Respuesta: Fotografía Cinematográfica
“Aliens” (James Cameron, 1986, fot: Adrian Biddle, BSC):
Primera secuela de la obra maestra de Ridley Scott, que cambia violentamente de registro: 57 años perdida en el espacio, tras los sucesos de la primera película, Ripley (Sigourney Weaver) es encontrada por un equipo de rescate. Intenta explicar en vano por qué tuvo que destruir la nave Nostromo, con toda su carga, así como las condiciones en las que murió su tripulación, justo cuando se pierden las comunicaciones con el LV-426, el planetoide en el que se encontraron con esa forma de vida extraterrestre y que ahora ha sido colonizado. Es entonces cuando la compañía decide enviar allí un equipo de marines para ver qué ha ocurrido y a la propia Ripley, presa de sus fantasmas, como asesora. Se trata de una cinta que deshecha el terror y el suspense de la primera entrega y lo sustituye por la acción pura, con un argumento que parece extraído de “Rambo: First Blood Part II” (no en vano, co-escrita por James Cameron) y una serie de personajes que parecen auténticos camioneros del espacio, aunque sorprendentemente es muy efectiva por la icónica presencia de Weaver (candidata al Óscar por su papel) y la montaña rusa de acontecimientos, que no dejan respiro al espectador.
Rodada en Inglaterra, con un presupuesto de 18 millones de dólares, relativamente modesto para la época, Cameron confió el diseño de producción a Peter Lamont, un veterano de la serie Bond, pero prescindió de los servicios de H.R. Giger, el pintor suizo cuya obra “Necronomicon” había inspirado el diseño de la criatura que daba título al primer film. Con el director de fotografía de aquél, Derek Vanlint [BSC, CSC], residiendo en Canadá y dedicado en exclusiva a la publicidad, el operador contratado por Cameron fue un británico de curiosa carrera, con amplia experiencia en cine y TV, Dick Bush [BSC] (“Yanks”, “Victor, Victoria”), famoso sobre todo por haber abandonado, entre otros, el set de “Sorcerer” (1977) por sus desacuerdos con el director William Friedkin. Existen muchos comentarios al respecto, pero el caso es que Bush ocupó el cargo durante muy poco tiempo, ya que parece ser que no se entendía bien con Cameron, por lo que fue despedido del rodaje y sustituido por Adrian Biddle, quien curiosamente había sido el foquista de Vanlint en “Alien” y de esta forma debutada en cine como primer operador, oficio que llevaba desempeñando en publicidad varios años, trabajando, entre otras, para la compañía publicitaria de Ridley Scott.
La imagen de “Aliens” difiere bastante de la de “Alien”, ya desde su misma concepción: Cameron prescindió del formato panorámico anamórfico de la primera película, algo de lo que se arrepentiría después, al tiempo que confió en uno de los negativos de alta sensibilidad de la época (Kodak 5294, 400 ASA), que permitía rodar con niveles de luz sensiblemente inferiores, pero tenía como contrapartida un contraste y unos negros más pobres, peor reproducción de color y un grano bastante más pronunciado que el de la tradicional 5247 en la que se había rodado la película anterior. Por ello, la imagen de “Aliens” tiene un aspecto mucho menos estilizado que la de “Alien” y, en cierto modo, tiene una apariencia no más realista, pero sí más directa y menos preciosista que la de la película de Scott.
Biddle, como hizo Vanlint, utiliza muchísimas fuentes integradas en los decorados para que éstas realicen el verdadero trabajo de iluminación pero, a diferencia de aquél y también en parte porque el estilo de James Cameron, con mucha Steadicam y continuos movimientos de cámara o rodaje en 360 grados no lo permitían, tuvo que prescindir de gran parte de las fuentes de luz fuera de pantalla con las que buena parte de “Alien” fue iluminada a contraluz o con luz lateral; ello, unido a que el diseño de producción, aunque muy logrado, es más funcional que estilizado, produce que las imágenes de “Aliens” tengan un atractivo, contraste y una estilización muy inferiores a las de la primera película, sin que ello suponga una deshonra por otra parte, ya que posiblemente se trata de una de las películas mejor iluminadas de la historia. Sin embargo, en la restauración realizada en 2010, bajo la supervisión de James Cameron, el film ha sido sometido a un nuevo proceso de etalonaje que mejora sus prestaciones, particularmente las relativas al balance de color, con la luz fluorescente menos neutra que en ediciones anteriores, lo cual favorece mezclas de temperaturas cuando aparecen otro tipo de fuentes y añade una mayor riqueza de matices al trabajo de Biddle, que de todas formas es tan azulado como el resto de la obra de Cameron.
La puesta en escena es muy visceral y está llena de energía, pero sobre todo destaca por su pericia a la hora de sacar el máximo partido de los medios puestos a su disposición, como la utilización narrativa de cámaras de video para esconder los sets menos perfeccionados, el uso de simples retroproyecciones o proyección frontal para minimizar el empleo de la pantalla azul, así como el empleo de numerosos decorados en miniatura; todo ello, junto con el trabajo de Dennis Skotak, Robert Skotak, Brian Johnson o Stan Winston, entre otros, colabora de forma decisiva para crear la sensación de una película que si bien no es perfecta a un nivel técnico (y que incluso, rara vez alcanza el enorme nivel de su predecesora), si que consigue transmitir una enorme fisicidad y un aire épico por el aparente derroche de medios, aunque la mayor parte de los mismos fueran soluciones de bajo coste a base de inventiva e ingenio.
Por todo ello, aunque se queda lejos del enorme logro de Ridley Scott y Derek Vanlint en “Alien”, la imagen de la secuela es adecuada en todo momento, siendo sin duda lo más destacable de la misma la forma en que James Cameron rueda y planifica todo su material con el objetivo de acoplar los efectos visuales más eficientes al coste más reducido posible, lo que termina repercutiendo en que “Aliens” tiene un aspecto de superproducción que esconde que realmente fue una película de presupuesto mediano para la época. Kodak 5294 (400T).
“Aliens” (James Cameron, 1986, fot: Adrian Biddle, BSC):
Primera secuela de la obra maestra de Ridley Scott, que cambia violentamente de registro: 57 años perdida en el espacio, tras los sucesos de la primera película, Ripley (Sigourney Weaver) es encontrada por un equipo de rescate. Intenta explicar en vano por qué tuvo que destruir la nave Nostromo, con toda su carga, así como las condiciones en las que murió su tripulación, justo cuando se pierden las comunicaciones con el LV-426, el planetoide en el que se encontraron con esa forma de vida extraterrestre y que ahora ha sido colonizado. Es entonces cuando la compañía decide enviar allí un equipo de marines para ver qué ha ocurrido y a la propia Ripley, presa de sus fantasmas, como asesora. Se trata de una cinta que deshecha el terror y el suspense de la primera entrega y lo sustituye por la acción pura, con un argumento que parece extraído de “Rambo: First Blood Part II” (no en vano, co-escrita por James Cameron) y una serie de personajes que parecen auténticos camioneros del espacio, aunque sorprendentemente es muy efectiva por la icónica presencia de Weaver (candidata al Óscar por su papel) y la montaña rusa de acontecimientos, que no dejan respiro al espectador.
Rodada en Inglaterra, con un presupuesto de 18 millones de dólares, relativamente modesto para la época, Cameron confió el diseño de producción a Peter Lamont, un veterano de la serie Bond, pero prescindió de los servicios de H.R. Giger, el pintor suizo cuya obra “Necronomicon” había inspirado el diseño de la criatura que daba título al primer film. Con el director de fotografía de aquél, Derek Vanlint [BSC, CSC], residiendo en Canadá y dedicado en exclusiva a la publicidad, el operador contratado por Cameron fue un británico de curiosa carrera, con amplia experiencia en cine y TV, Dick Bush [BSC] (“Yanks”, “Victor, Victoria”), famoso sobre todo por haber abandonado, entre otros, el set de “Sorcerer” (1977) por sus desacuerdos con el director William Friedkin. Existen muchos comentarios al respecto, pero el caso es que Bush ocupó el cargo durante muy poco tiempo, ya que parece ser que no se entendía bien con Cameron, por lo que fue despedido del rodaje y sustituido por Adrian Biddle, quien curiosamente había sido el foquista de Vanlint en “Alien” y de esta forma debutada en cine como primer operador, oficio que llevaba desempeñando en publicidad varios años, trabajando, entre otras, para la compañía publicitaria de Ridley Scott.
La imagen de “Aliens” difiere bastante de la de “Alien”, ya desde su misma concepción: Cameron prescindió del formato panorámico anamórfico de la primera película, algo de lo que se arrepentiría después, al tiempo que confió en uno de los negativos de alta sensibilidad de la época (Kodak 5294, 400 ASA), que permitía rodar con niveles de luz sensiblemente inferiores, pero tenía como contrapartida un contraste y unos negros más pobres, peor reproducción de color y un grano bastante más pronunciado que el de la tradicional 5247 en la que se había rodado la película anterior. Por ello, la imagen de “Aliens” tiene un aspecto mucho menos estilizado que la de “Alien” y, en cierto modo, tiene una apariencia no más realista, pero sí más directa y menos preciosista que la de la película de Scott.
Biddle, como hizo Vanlint, utiliza muchísimas fuentes integradas en los decorados para que éstas realicen el verdadero trabajo de iluminación pero, a diferencia de aquél y también en parte porque el estilo de James Cameron, con mucha Steadicam y continuos movimientos de cámara o rodaje en 360 grados no lo permitían, tuvo que prescindir de gran parte de las fuentes de luz fuera de pantalla con las que buena parte de “Alien” fue iluminada a contraluz o con luz lateral; ello, unido a que el diseño de producción, aunque muy logrado, es más funcional que estilizado, produce que las imágenes de “Aliens” tengan un atractivo, contraste y una estilización muy inferiores a las de la primera película, sin que ello suponga una deshonra por otra parte, ya que posiblemente se trata de una de las películas mejor iluminadas de la historia. Sin embargo, en la restauración realizada en 2010, bajo la supervisión de James Cameron, el film ha sido sometido a un nuevo proceso de etalonaje que mejora sus prestaciones, particularmente las relativas al balance de color, con la luz fluorescente menos neutra que en ediciones anteriores, lo cual favorece mezclas de temperaturas cuando aparecen otro tipo de fuentes y añade una mayor riqueza de matices al trabajo de Biddle, que de todas formas es tan azulado como el resto de la obra de Cameron.
La puesta en escena es muy visceral y está llena de energía, pero sobre todo destaca por su pericia a la hora de sacar el máximo partido de los medios puestos a su disposición, como la utilización narrativa de cámaras de video para esconder los sets menos perfeccionados, el uso de simples retroproyecciones o proyección frontal para minimizar el empleo de la pantalla azul, así como el empleo de numerosos decorados en miniatura; todo ello, junto con el trabajo de Dennis Skotak, Robert Skotak, Brian Johnson o Stan Winston, entre otros, colabora de forma decisiva para crear la sensación de una película que si bien no es perfecta a un nivel técnico (y que incluso, rara vez alcanza el enorme nivel de su predecesora), si que consigue transmitir una enorme fisicidad y un aire épico por el aparente derroche de medios, aunque la mayor parte de los mismos fueran soluciones de bajo coste a base de inventiva e ingenio.
Por todo ello, aunque se queda lejos del enorme logro de Ridley Scott y Derek Vanlint en “Alien”, la imagen de la secuela es adecuada en todo momento, siendo sin duda lo más destacable de la misma la forma en que James Cameron rueda y planifica todo su material con el objetivo de acoplar los efectos visuales más eficientes al coste más reducido posible, lo que termina repercutiendo en que “Aliens” tiene un aspecto de superproducción que esconde que realmente fue una película de presupuesto mediano para la época. Kodak 5294 (400T).