Respuesta: Hayao Miyazaki (y los Estudios Ghibli)
¿Y eso porqué le resta puntos?
¿No has pensado que quizás, sea su reflejo: una película que empieza dentro de la fantasía e inunda lo real?
Claro que no le resta puntos. Pero tampoco le suma, como sí le ocurre a Totoro.
Porque en ese aspecto Totoro es más original y sugerente.
No solo en la inventiva que tiene a la hora de crear mundos y seres fantásticos (como Ponyo) sino en la forma que tiene de relacionarlos con el mundo real, que de alguna forma, nos representa a nosotros.
En Totoro (y en Chihiro) se produce una doble sorpresa; la primera, el propio descubrimiento del mundo fantástico; la segunda, la exploración de ese mundo.
En Ponyo (y en otras películas de Miyazaki) la frontera entre el mundo fantástico y el mundo real es mucho más difusa. Lo fantástico es algo casi cotidiano y, por tanto, pierde parte de su maravilla, se da por sentado.
A mi me parece igual de sutil la idea de que la naturaleza mágica de Ponyo no parezca sorprender a los adultos, que aceptan sin problemas a alguien tan "diferente".
Como te digo, para mi hace que la fantasía pierda impacto. Lo fantástico tiene que sorprender y asustar, porque representa lo desconocido, la imaginación desatada.
Y no digo que no sea totalmente válido utilizar la fantasía de otra forma, solo que cuando se hace así es para utilizarla de forma irónica o como metáfora de otros conceptos más mundanos (en el caso de Miyazaki en Ponyo y en Mononoke, por ejemplo, la naturaleza), no para cuestionarse sobre el concepto de fantasía en sí (Totoro y Chihiro).
Los adultos han perdido esa capacidad de percibir lo fantástico.
Eso es una crítica muy dura: Miyazaki es adulto y es responsable de toda esa magia. La magia está ahí para quien lo vea, no entiende de edades.
Pero esa es una crítica del propio Miyazaki a los adultos, de eso es de lo que habla en Totoro, donde se pregunta sobre la propia naturaleza de la fantasía y su pérdida cuando uno se vuelve adulto.
Cuando en Totoro, las niñas abren la puerta del baño y se encuentran con el enjambre de duendecillos del polvo, sienten una mezcla de pavor y asombro. Yo me identifico totalmente con esas niñas. Siento pavor y asombro, esas emociones tan intensas.
En Ponyo, soy un espectador, un poco como los habitantes del pueblo: "¡anda! ¡una diosa marina!. Buenos días, señora diosa".