El tono
Cuando escuché a Pablo iglesias proponer la unión con más Madrid para las elecciones madrileñas me fijé en el tono. Ay, el tono. Ese macho alfa perdonavidas, feminista de boquilla interesado, tiene varios tonos en su repertorio y creo que los usa en función de la inteligencia que cree que tienen sus receptores. Desde el tono incendiario libertario de proclama comunista revolucionaria hasta el de paternalista consejero espiritual. Lo que ayer pretendía de Más Madrid era tan estúpido, de cachondeo y de burla, que ni él se lo creía y adoptó sin pretenderlo un tono bajo, monótono, pedigüeño, servil, incrédulo, un tono ridículo como nunca le he visto, de derrota premonitoria. Fijaros en el tono. Ni siquiera se le adivina la esperanza de dirigirse a unos idiotas a los que se las pueda colar. Un tono bajo y constante denota baja confianza. Casi no traga saliva ni descansa. No coge aire. Es saber que lo que dices no tiene sentido y que no vas a conseguir que se traguen semejante estupidez. Cuando a uno se le ha visto poner tantos tonos se le ve venir, es predecible. Sabes cuando viene a pedir dinero, drogas, favores, sexo, comida, votos o lo que sea. A Pablo se le ve a la legua. Y aún sin confianza, aún viéndolo venir, por qué plantea algo tan absurdo a Más Madrid? Porque los toma por unos idiotas que se abrirán en canal ante el caudal de su divina presencia, ante el adormecedor tono de profesor de psicología de primaria. Me dan ganas de abofetearlo aunque no se dirija a mi. Es tan zafio su tono, en su contenido ni entro, que es un insulto que me ofende. Me hace sentir de más Madrid. Aunque los considere igual de impresentables que él, aunque por motivos más justificados y argumentables, me siento uno de ellos y le patearía el culo por imbécil, por ególatra, por vanidoso, por narcisista y por muchas otras cosas hasta que no le quedara culo, coleta o cambiara el tono de gilipollas que pone cuando quiere algo.