Rafón ha dicho que va con todo a Roland Garros, y que le da igual romperse del todo. Sabe que que tiene que tomar riesgos y no salir a especular. Nadal va a ser muy agresivo desde el inicio: no va a pelotear tanto como antes, va a salir a buscar al rival desde el inicio y va a subir más a la red para cerrar antes el punto. El balear es consciente que esta edición no es como las anteriores, puesto que no es cabeza de serie. En primera ronda le va a tocar jugar contra Zverev, el vigente campeón de Roma y el número cuatro del mundo. Los expertos dicen que el partido contra Zverev llega demasiado pronto y que el alemán ahora mismo está mucho mejor. Bueno, yo digo que Zverev ni nadie querrá jugar contra Nadal en la central de Roland Garros, y más sabiendo que el público francés va a ir con el español.
Hay algo irracional en Nadal, como su persistencia en querer seguir jugando. A menudo, los expertos señalan el carácter estoico de Nadal, su tendencia a no quejarse y a aceptar las circunstancias. Y es posible: Rafa no cree en un destino que caiga sobre él haga lo que haga, cree en un destino que caerá sobre él si no hace absolutamente nada. Es el hombre rebelde de Camus o el Nietzsche de La voluntad de poder: un sujeto que se rebela constantemente ante las circunstancias, y que tiene la ambición de lograr sus deseos, demostrando fuerza que lo hace presentarse al mundo y estar en el lugar que siente que le corresponde.
También hay algo hermoso en una persona que lucha, que dice hasta aquí. Un hombre que dice que no en realidad está diciendo sí: sí a la fe y al compromiso con uno mismo. La rebelión va acompañada de la sensación de tener razón. El que se rebela acepta el dolor para sí mismo, con tal de que su dignidad sea respetada. Ante la descomposición de nuestro tiempo, el jugador español nos recuerda que la virtud se cultiva sobre la base de las pequeñas acciones diarias. Con los años uno tiende a pensar que el físico de Nadal ya no está para esos trotes. Pero en ese extraño magma en el que se convierten los partidos, yo diría que ni el físico importa. Ahí, lo que importa al final de todo es lo siguiente: la voluntad. En sus fantásticas remontadas, el instinto y la voluntad juegan un papel fundamental.
Es importante querer algo. Moldearlo. Buscar un resquicio. Luego otro. Subir un peldaño. Convertir el juego en un acto de voluntad. Otro punto. Y luego otro. Sin que las limitaciones sean un escollo. Llegar donde nadie ha llegado. Como un acto sublime del propio deseo. Luego, claro, ¿qué pasa si no lo consigue? Nada. No pasaría nada. El legado permanecería intacto. Los que amamos el tenis queremos ver a dos tíos dejándose la piel durante cuatro o cinco horas, y ahí, Nadal es el mejor. Justifica cada euro que pagues por verle o cada hora que pases ante el televisor. Ha jugado cada punto y cada partido como si fuera lo último que tuviera que hacer en esta vida, sin importarle el riesgo de lesión. Por eso, es el gran campeón que es y el mejor competidor de la historia de este deporte. Quien le quiera ganar en la central de Roland Garros, va a tener que sacarlo en una ambulancia.