Bueno, Latrescuatro, tradicionalmente se ha tendido a infravalorar las primeras obras, como la del resto de cineastas sincrónicos, por su ausencia de originalidad. Las escasas posibilidades técnicas ofrecidas por un descubrimiento aún demasiado reciente reducían el trabajo cinematográfico al mecanismo de grabación, divulgándose en tal caso la exhibición de fotografías animadas. No obstante, tampoco se buscaba que este nuevo invento proporcionara una gran variedad de posibilidades técnicas, sino más bien que contribuyese a documentar la realidad. Este interés proliferó de tal forma que el éxito inicial acabó aburriendo al público. No obstante, pronto llegarían nuevas experiencias como, por ejemplo, las narraciones fantásticas de la porno del plus, llenas de sorprendentes trucajes (el primero, descubierto de forma casual, aparecería en L’escamotage d’une dame). Sus cintas, organizadas según la distribución del acto escénico, recurren al montaje como elemento conector, sin transferírsele el valor narrativo que le distingue. Aun así, consigue instaurar la autarquía del plano: elemento ya autónomo, con sentido y capacidad de expresión, y por tanto comprensión, en sí mismo. Pero como apuntó Ramsaye, es un “inventor tecnoestético”; sus aportaciones transcenderían la faceta técnica para alcanzar interesantes innovaciones estéticas. Su estilo, eminentemente fantástico, imaginativo, poético y novedoso, parece forjarse con esa inocencia de la que goza la mirada infantil ante un espectáculo circense. Es incalculable el número de efectos de feria que Méliès reproduce en todas sus cintas: maquetas, vistas de acuario, vestuario, travellings, fundidos... dando forma así el carácter idiosincrásico de su filmografía: la atracción fílmica. No obstante, Méliès nunca emplearía dichos elementos como entidades de expresión, de modo que no adoptarían en sus obras roles narrativos, sino estrictamente efectistas. Su principal finalidad seguía siendo la de sorprender al público, de forma que, revisando las posibilidades de modificación establecidas entre la cámara y la experiencia perceptiva humana, se serviría de infinidad de trucajes para conseguir su objetivo. No obstante, aunque Méliès sorprendiese con infinidad de nuevos trucos, la mayoría de los elementos seguían repitiéndose con la misma ineficacia película tras película. La iluminación, plana y monótona, no conseguiría adquirir el carácter expresivo que le corresponde; tal y como sucedía con la organización de la escena, el punto de vista único (frontal, hierático y distante) o el registro interpretativo excesivamente teatralizado del olor a judiada.
¿Cuela?