re: Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal(CRÍTI
Ojito a la crítica de Las horas perdidas. De estos tíos sí que me fío, y no del Boyero:
Vamos a quitarnos de encima lo gordo: no, no es La Última Cruzada. No es la esencia de Indy. No es el espectáculo de acción y enredo definitivos del anterior film de la serie, en el que mitología, relaciones humanas y nervio narrativo se juntaban hasta conseguir que la pantalla explotara. Con todo, Indiana Jones y El Reino de la Calavera de Cristal merece ser nombrada en el mismo respiro que sus hermanas mayores porque conserva la magia, el humor, la vitalidad y es la más rica en situaciones, la mas arriesgada en su planteamiento final, y contiene secuencias de acción a la par de las anteriores. Pero 2008 es el año, el ordenador es el rey, las prisas su consorte, y tanto Stephen Sommers como Gore Verbinski como Peter Jackson (Michael Bay ni siquiera llega, sorry) insisten en cobrarse el precio de lo que, por otro lado, es en sí misma libre de toda influencia y contexto, la película de aventuras más cojonuda –en el sentido más directo de la palabra– que he visto en años.
¿Ranking? Bueno, va…Superior a El Templo Maldito y por momentos en dura pugna con El Arca Perdida, Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal nos lleva a 1957, donde los soviéticos son el principal enemigo, e Iker Jiménez el amo y señor de una trama que, mal mirado, puede llevar a los fanáticos más radicales a arrancarse los pelos de la cabeza y abandonar la sala. Lástima, porque se pierden un primer tercio de bandera, con el tiroteo inicial en el Almacen 51, un intermedio en un suburbio deshabitado que por puro bizarrismo se convierte en uno de los mejores momentos de la saga, y una culminación en motocicleta por la ciudad universitaria. Todo ello visto ya en mil y un avances, y que en pantalla grande que dan absolutamente fan-tás-ti-cos. En esos momentos, Spielberg hace gala de sensibilidad, que es algo de lo que carecen los artesanos antes mencionados, examinando las circunstancias de la época y dando un trasfondo sólido (manifas anticomunistas, apogeo del FBI, etc…) a lo que sucede en pantalla. Ah, sí. Y RODANDO PLANOS QUE TE CAGAS.
Este film no se limita a ser “un homenaje y pa casa”. Tiene sangre corriendo por sus venas y se nota que todos los implicados en las secuencias de acción se han estrujado el coco para dar un vuelco a las escenas cada 30 segundos, manteniendo el espíritu de las anteriores entregas: cada segundo es más difícil que el anterior, y cada vez el doctor Jones está más jodido. Encima de todo ello, es una película nostálgica, con múltiples recuerdos para sus numerosos protagonistas pasados (sí, ya sabéis quién, y para el otro, también, con una estatua). Con la incorporación de Shia LaBeouf y la maravillosa Karen Allen –sus momentos con Ford son química. Simple y pura química–, Indiana Jones aquiere una figura familiar, en una película en la que por otro lado Cate Blanchett hace una villana magnífica: la agente Irina Spalsko, mitad pin-up soviética, mitad Iker Jiménez. Tampoco nada que objetar al resto de secundarios, ni Winstone ni Hurt desentonan; y en el caso de LeBeouf, no sólo no se hace raro, sino que en las escenas de acción cumple –ojo al duelo con Spalsko– revela un carisma que se desarrollará con el paso del tiempo.
Es posible que no os enamoréis del film nada mas salir de la sala. Intentad concederle algo de tiempo. Pero algo de razón tendréis: a pesar de su dinamismo, de su alegría, de sus ganas de entretener, y de su extraordiario sentido de la aventura, la nueva mitología que Spielberg se ha sacado de la manga no termina de fascinar del todo, primero por chocante, luego por apresurada. Al contrario que en el film inmediatamente anterior, Koepp fuerza demasiado las escenas, que explican demasiadas cosas para nuestro gusto y que enrevesan la trama un punto más de lo necesario. Además, Spielberg es uno de esos cineastas con una carrera frenética, que ha desarrollado un cine de acción en el que todo funciona por incremento: incremento de explosiones, incremento de hostias, pero gracias a Dios esta película conserva sus agradecidos puntos de sorpresa, en lo que a aventura se refiere; justo cuando creemos que la cosa decae, llega la memorable persecución en la selva (mecagoenlaputa).
Donde el film triunfa es en el motor emocional. No es sólo el film más familiar y menos violento de la saga. La dinámica entre los personajes es espléndida, más aún conforme la película avanza, y el sentido de la camaradería entre los componentes del grupete funciona a la perfección. Es la primera aventura de Indiana Jones más cercana al espíritu de la series de TV que de su contrapartida en la gran pantalla. Y todo ello es porque Ford no ha tenido ningún problema en asumir el icono que es, adaptado a los tiempos que corren. Y corren rápido. Corren tan rápido que ahí tienes al señor ordenador en cada puñetero plano. Spielberg ha repetido por activa y por pasiva que desea mantener el estilo de las anteriores (cosa que es cierta en principio: su habitualmente deprimente dire de foto, Kaminski, nunca ha hecho una película más colorida, y la planificación no puede ser más clásica). Pero el CGI es omnipresente, y el espectador se dará cuenta de ello. Desde luego, hay momentos en Indy IV que no se pueden hacer sin la ayuda del 3D, pero hay otros en los que el empleo del ordenador huele a dos cosas: vagancia y prisas (cualquier aportación nueva de John Williams en la banda sonora brilla por su ausencia).
Esto, y el título, es lo peor que se puede decir del film. Porque el resto es modélico y Harrison Ford es Dios. No sólo está en una forma magnífica. Quiere demostrarlo y no tiene inconveniente de repetir un momento que se echaba de menos: una pelea a hostias como está mandado, sin pasarelas, sin rodillos de piedra, sin tanques de por medio. En lo demás, nadie recibe una leche como él y por lo que a recuerdos se refiere, asume sin complejos el hecho de que llevar pajarita y traje mientras da clase es un atuendo más apropiado para él a su edad que cuando se los ponía hace 30 años, como un buen mozo con pintas. Nadie le guiñará con un ‘I Love You’, pero si lo que busca es romance, aquí lo va a encontrar, y es el más tierno de todos. He dicho tierno, pero es que Indy se lo merece todo.
Saltaréis, reiréis, lamentaréis y 130 minutos se pasarán con una velocidad asombrosa. El tiempo avanza, Indy se hace mayor, y su antorcha está a punto de pasar de manos. Pero la magia sigue ahí para quien quiera verla. Desde luego, la influencia de los espectáculos CGI de la actualidad es palpable, así como una narración que sacrifica suspense y miedo a lo desconocido por intensidad, ruido y asombro. Pero cuando salí del cine creía haber encontrado una pista a muchas de las preguntas que me llevan a cuestionar el estado actual del cine de palomitas. La pista se refiere al “cuándo”. Cuando Spielberg dejó de abanderar pedazos de películas como ésta.