¿O estamos equivocados y Rajoy es un raposo y prefiere hacerse el pobriño? Raposo, en su tierra gallega, significa cauto, astuto, zorro, en suma. El caso es que la mano dura que se nos avecina dejará en mantillas la de Fernando VII y sus cadenas. Volveremos a la tiniebla. Con la anuencia y satisfacción del pueblo. Pan y toros, Papa y toros. ¡Pero qué se han creído esos maricones de gays, qué se han creído quienes confunden huevo con aborto! Ah, me olvidaba: y cadena perpetua para todo delito, aun de menores. Los españoles somos, éramos, ingobernables. Tal vez no consiga que el Real Madrid vuelva a ganar la Liga, pero ya veremos, la legislatura, y la segunda legislatura, y las siguientes son largas. ¡Y qué bien repartida estará la pobreza, los ricos a un lado y los pobres a otro! Por fin no quedará ni un inmigrante, ¡qué se habían creído!, España para los españoles. Rouco y sus hermanos gozarán, con la tierra, la de siempre, la eterna, reconquistada. ¿Volverá Artur Mas a llamarse Arturo Mas? Viejecitos jugando felices a la petanca, jubilados del INEM bailan contentos España cañí en Benidorm, ya sin tránsfugas, en el viaje han coreado Asturias, patria querida, los estudiantes vuelven a ser respetuosos, las huelgas, un recuerdo del pasado, la droga ha desaparecido, ya no hay botellones, ni adulterios, ni divorcios. Nada de nada; solo las cadenas, que llevan unos y se las ponen otros. ¡España, al fin! Un frenesí.
Rajoy, líder demediado, caudillo civil, ya anda por su propio pie.