Respuesta: JOHN FORD
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El hombre tranquilo (
The Quiet Man, 1952)
Ford siente un apego brutal por su tierra natal y así lo demuestra con esta obra maestra donde prefiere hacerlo desde un prisma emotivo, como si de un cuento de hadas se tratase. Tenemos al príncipe gallardo - un perfecto Wayne - que viaja al mundo de fantasía (Innisfreeland debería haberse llamado) y que descubre que la princesa virginal - ese modo de aparecer en pantalla, en medio del bosque, rodeada de ovejas y casi eterea, interpretada por una belleza monumental como la O'Hara - está custodiada por el ogro más malévolo que uno pueda imaginar - Victor McLaglen excelente, brabucón, bestiajo y rudo como suelen presentarse los hombres en las películas ambientadas en Irlanda.
Mientras tanto acompañará en sus aventuras a nuestro caballero andante un duendecillo a modo de conciencia y de trago fácil interpretado magistralmente por Barry Fitzgerald (¡si hasta tiene las orejas casi acabadas en punta y fuma pipa sentado en pose burlesca!. Sólo le falta desaparecer entre polvo de hadas con un tintineo suave). Pero no sólo todo está rodado como si de una fantástica historia se tratase. Aquí se plasma, como Ford suele hacer, un costumbrismo anclado en carácteres cercanos y vidas llenas de demonios interiores que tendrán que salir a la superficie para conseguir la felicidad completa.
Aquí tenemos por un lado la violencia retenida de Thornton (quizás el flashback es un poco atropellado pero como muestra de botón de las razones es más que suficiente) y que será necesaria para derrocar al villano de la función y conseguir el respeto, el amor y la comprensión de su amada esposa. Y por otro tenemos la dote de ella, elemento crucial a conseguir y vencer para poder ser felices. Una dote que representa algo más que una posesión sino un salto de fe, por así decirlo, el plantarle cara al hermano y luchar por lo que uno le pertenece.
Aquí hay mucho simbolismo para demostrar que las costumbres están para aceptarlas y algunas para derrumbarlas (el agua como elemento influyente: Wayne recogiendo el agua con sus manos para que ella se santigue y a su vez se tenga paso a ese contacto físico, la ventisca tormentosa bajo el primer beso de amor y lluvia incesante para consolidar el amor en el cementerio - puertas cerradas que se abren a modo de romper barreras, romper tópicos y sobre todo saltar obstáculos: Mary Kate se encierra en su habitación y Sean la rompe de una patada para luego indicarle que ella debe romper la puerta de su corazón para aceptarlo aún ya estando casados, ese tren que tiene todas las puertas abiertas menos la de Mary que está cerrada o esa puerta que impide Sean que Mary traspase para darle un beso crucial).
Una película de argumento la mar de sencillo pero que está realizada con pulso narrativo firme, con un elenco perfecto y una dirección de actores brillante, como Ford sabe hacer. Personajes que se tornan familiares nada más verlos. Porque eso es algo que Ford domina: la familia, las costumbres, la cercanía... y el pueblo de Innisfree (como si de una galia lejana se tratase) todos van a una. Como muestra de botón el combate final es toda una declaración de principios: todos a una, una piña. Algo que Sean deberá aceptar para poder convivir, para poder adecuarse y ser aceptado.
Winton C. Hoch fotografía la película con un tono idílico, majestuoso, con ese toque hogareño, de ensueño. Envuelve Innisfree en algo totalmente mágico. Y así es "El hombre tranquilo". Una declaración de amor hacia una tierra, hacia el hogar, hacia la amistad, el amor, la concesión y sobre todo la unión. Una redención de altura que demuestra, una vez más, que Ford era un director magistral y que con este título consiguió una verdadera obra maestra.
Más Atreyubiana no podía ser.
Quien dijo que esta película era de viejos y borrachos que pelean en bares sí, también es verdad... pero nadie como Ford para hacer esas escenas y esos personajes algo único.