Respuesta: La Diada 2012, un antes y un después?
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Enric González: Tremendismo
Nuestro gran defecto es el tremendismo. Cualquier nimiedad nos pone de los nervios. Desde hace algún tiempo, por ejemplo, nos hemos apuntado a la moda de criticar a los políticos, hagan lo que hagan. Mientras escribo estas líneas, miles de ciudadanos lanzan insultos contra Josep Antoni Duran Lleida, un señor educadísimo, y contra su empresa, Unió Democràtica de Catalunya. Unió ha robado, dicen los exaltados. Bueno, sí. Como las otras empresas de su sector. No exijamos a Unió que sea menos que sus socios de Convergència Democràtica, una de las firmas punteras en el ramo del guante blanco. Ni que el PP. Ni que el PSOE.
Para empezar, Unió ha tenido un detallazo: ya ha devuelto 300.000 de los euros robados hace casi dos décadas, y piensa añadir todavía un pico para callar bocas. Lógicamente, se queda con algo porque una cosa es tener un gesto y otra ser tonto. Añadamos que trincó de fondos públicos (que, según la doctrina Pajín, no son de nadie), europeos (que aún son más de nadie) y destinados a los parados (como se sabe, los parados son por definición los principales defraudadores del país).
La gente protesta porque no compara. Y hay que comparar. Miremos cómo están los países de nuestro entorno, ateniéndonos no a la geografía, que engaña, sino a la clasificación mundial de sociedades por nivel de corrupción. España ocupa el puesto número 31. República Dominicana está en el 41. ¿Querrían vivir los protestones en la República Dominicana, un país en el que quebró fraudulentamente uno de los mayores bancos, Baninter, y hubo que esperar cuatro años a que los responsables fueran a la cárcel? ¿O en Botsuana (puesto 30), donde el paro roza el 18%, se gasta el 10% del presupuesto nacional en educación y los elefantes se dejan matar por dinero? ¿O en Mauricio (43), que además de ser un paraíso fiscal tiene las playas infestadas de cocoteros y una isla llamada Cargados Carajos?
Bueno, vale, quizá sí valdría la pena vivir en Mauricio, Botsuana o República Dominicana.
Valoremos entonces la delicadeza y el savoir faire de nuestros políticos. Como gestores del país han demostrado la máxima incompetencia, pero en lo suyo son finos. ¿Han puesto a alguien una pistola en el pecho? ¿Alguien ha sido asaltado en una esquina por un político? ¿Alguien tiene miedo a salir de noche por culpa de los políticos? Nada de eso. Ni pizca de violencia. De hecho, ni nos enteramos de cuando roban.
Sobre ese punto, conviene ensalzar el civismo de La Vanguardia y El Periódico, principales diarios de Cataluña, que no pusieron en portada el asuntillo de Unió para no crear una alarma innecesaria. Ojos que no ven, corazón que no siente. ¿Para qué angustiarnos? Se nota que Cataluña es diferente. Muy bien La Vanguardia y El Periódico. Y muy mal otros, acusicas y azuzadores de los peores instintos de la plebe.
Señoras, señores, seamos serios. El país está hecho una porquería, endeudado, desindustrializado y parado. Solo nuestros políticos y nuestros banqueros (y nuestros futbolistas, pero esto no va de deportes) gozan de una merecida prosperidad y pueden competir en cualquier parte del mundo. Nosotros, siempre envidiosos, les criticamos. ¿Qué queremos? ¿Queremos que Rodrigo Rato chupe de la teta del subsidio de desempleo, como hacemos tantos? El hombre, que prefiere no vivir de la sopa boba, se busca un trabajillo en Telefónica. Y le criticamos. Igual que a Urdangarin. ¿Nos gustaría más de mantenido, como el resto de la familia? Unió trinca un dinerillo de los fondos europeos y hala, a sufrir escarnio. Yo, de mandar en Unió, el mes que viene enviaba a los protestones la factura de la suite de Duran en el Palace, por listos. ¿Qué se creen, que lo políticos no tienen gastos? Al pobre Camps casi le crucifican por unos trajes y una cosilla llamada Gürtel, y ya ven: él está de profesor en la Universidad Católica, como corresponde, y el juez que le acusó, Baltasar Garzón, en la puta calle.
Más sensatez, conciudadanos, y menos envidia. Como dijo el rey Juan Carlos en su tradicional alocución de Nochebuena, debemos “reivindicar la política” y “evitar el pesimismo”. No desesperemos. Hay soluciones. Podemos hacernos políticos.
O, en su defecto, emigrar a Botsuana.
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