Te lo explicaré de una manera que tal vez te sorprenda un poco, pero que ya va siendo hora:
Lo que verdaderamente somos el poder en Cataluña no tenemos intención de separarnos ni remotamente, porque está clarísimo que eso sería la ruina política, económica y social de la región. Un nuevo país surgido de las condiciones actuales sería un paria en todo sentido, y económicamente no pasaría ni un año para quedar en completa bancarrota, porque con el nivel de deuda que tiene, financiarse con instrumentos que no sean el BCE es completamente inasumible.
Cualquier otra alternativa financiera extraeuropea supondría de facto la entrega de la soberanía a alguna potencia extranjera, presumiblemente asiática, lo cual sería exactamente todo lo contrario a cualquier proyecto de independencia que no sea una majadería, y probablemente el gatillo de un conflicto incluso militar de consecuencias imprevisibles.
Le explico a usted qué es lo que ocurre ahora. Históricamente, la granburguesía catalana hemos contado con dos clases de nacionalismo para sostener nuestros intereses. Uno es el políticamente estratégico, que siempre nos ha servido para presionar al gobierno central para sostener nuestra cuota de poder local. Esto siempre ha sido posible porque contábamos con una formación política como el CIU -y otra de racambio como la ERC- que nos aseguraba una representación parlamentaria que casi siempre fue la que terminó decidiendo la composición del gobierno central, de modo que siempre fuimos una pieza clave e indispensable para el apoyo o no de cualquiera de los dos partidos nacionales en el poder.
El otro, es el nacionalismo en términos pardillos, es decir, aquél con que le damos carnaza a la plebe y la tenemos ocupada. Es un instrumento muy estimado en general para la acción política, pero especialmente en épocas de crisis económicas o corrupción sistémica, porque esto genera mucho descontento popular, y nos permite derivar instantáneamente las responsabilidades hacia enemigos externos. Es una receta fácil, emocional; en la que se invocan esencias identitarias, el idioma, el terruño y un par de tonterías más y tenemos a multitudes comiendo de la mano. Es como sentarse en la plaza frente a las palomas con una bolsa de pipas, no sé si se entiende.
Para colmo de suerte, aunque es el modus operandi clásico de los fascismos clásicos, la izquierda posmoderna se los ha apropiado, así que ahora hacemos eso mismo y encima quedamos como progres. Perfecto.
El problema es que en los últimos tiempos se nos ha desmadrado el tema, en gran medida por culpa de tener una estructura económica-productiva exactamente igual a la del resto del país (y de occidente en general). Hay un desajuste brutal entre el capital productivo y el capital rentista y parasitario, que es lo que nos ha dado de comer los últimos 20 años. Las cosas comenzaron a torcerse, y la primera estrategia fue pisar otra vez un poco más el acelerador del nacionalismo estratégico como siempre lo habíamos hecho.
Pero no estaba funcionando como antes, por problemas estructurales. En el trascurso de los acontecimientos, cambió la composición interna de fuerzas, y la formación burguesa histórica que siempre nos había respondido tan bien comenzó a presentar agujeros. No me extenderé en la descripción de este cuadro tan complejo. La cuestión es que la postura predominante fue, como predijimos los que estábamos en el sillón de enfrente, la que desató el desmadre. Como en un casino, que dices, "lanzo una más", y luego otra más, y de repente te vez en gayumbos.
Pues bien, hasta aquí hemos llegado. La cuestión fue que en determinado momento, volvió a primar la cordura, pero la cosa ya se había salido de la olla. Y la estrategia, entonces, ha sido dejarlos que lleguen hasta donde puedan (que no es mucho más) y dejarlos que se estampen o caigan al vacío. Digamos que es como una purga en la que los propios implicados se suicidan; por el momento lo están haciendo bastante bien.
Una vez que la cosa ya no de más, que es dentro de tres telediarios, tendremos una nueva camada de gente que reemplazará la escoria. Esperemos que más preparados y serios, yo creo que sí. Y luego tenemos por delante un trabajo bastante apestoso, que es ir limpiando los desmanes sociales que se han generado en estos últimos años. Igual estamos preparando nuevos estímulos.