Marina Subirats: "Para muchos catalanes, la independencia es una utopía de recambio"
Marina Subirats: "Para muchos catalanes, la independencia es una utopía de recambio"
La catedrática emérita de Sociología de la UAB cree que "ante la crisis, no hay una utopía disponible, que esté al alcance" pero que en el caso catalán, había una utopía de repuesto, el independentismo ".
"En el mundo hacia dónde vamos, lo lógico es que funcionen los grandes bloques, como Estados Unidos, China o la Unión Europea. Y por debajo de eso no tienen mucho sentido los estados. No tienen mucho sentido racionalmente. Emocionalmente sí, porque hay diferencias muy importantes ".
"La 'clase corporativa' es transnacional, mucho más destructiva. No está vinculada a ningún territorio. Da igual si necesita derrumbar todo un territorio en América Latina o en África para hacer dinero. Ni le importa Cataluña, ni España, ni nada. Le importan su dinero y sus negocios. Es tan destructora que se le han de parar los pies, porque pone en peligro la supervivencia ".
Marina Subirats es catedrática emérita de Sociología de la Universidad Autónoma de Barcelona, especializada en temas educativos y de género. Ha combinado la docencia y la investigación sociológica con la gestión pública. Dirigió el Instituto de la Mujer entre los años 1993 y 1996, y fue concejala de Educación del Ayuntamiento de Barcelona de 1999 a 2006. Recientemente ha publicado el artículo Cataluña: una utopía disponible en la revista La Maleta de Portbou, donde reflexiona sobre el aumento de la apuesta independentista en Cataluña.
¿Por qué la independencia se ha convertido en la aspiración de tantos catalanes los últimos años?
Al producirse una crisis como la que estamos sufriendo, se cae en la desesperanza. Delante no se tiene un enemigo claro. Puede ser el PP, pero detrás hay otra gente, la Unión Europea, Merkel, los que dominan el mundo, no sólo quién domina España. Esta crisis se da en un momento en que es muy difícil identificar al enemigo y, por tanto, encontrar instrumentos para combatirlo.
La gente necesita esperanza, saber por dónde puede salir adelante. Y la salida que había sido recurrente en los últimos dos siglos -la izquierda, el socialismo, la revolución- no está clara, está muy tocada, hundida, por muchas razones. La Unión Soviética ha desaparecido y China ha entrado en una deriva especial. La gente trabajadora, ante teorías y partidos que durante mucho tiempo estuvieron subrayando la pertenencia a una clase social -con un objetivo, un mensaje y una visión propios-, tal como han ido las cosas en los últimos treinta años hasta llegar a la crisis, ha dejado de sentirse clase trabajadora. Se ha sentido clase media. Creía que la igualdad se había conseguido, salvo algunos casos de gente muy rica.
Hace un siglo, en Barcelona había una clase trabajadora que se organizaba como tal, con ateneos, teatros obreros... tenía aparatos propios que reforzaban la idea de que quería algo diferente, propia. Todo esto se ha diluido. Ante la crisis, no hay una utopía disponible que esté al alcance.
¿Y la nueva utopía es la independencia?
En el caso catalán había una utopía de repuesto, que es la que había estado poniendo sobre la mesa ERC, el independentismo, y que queda reforzada por el hecho de que, desde los gobiernos de Madrid y desde todos los partidos, se ha estado utilizando mucho el tema de Cataluña, como el del País Vasco, de otra manera para mejorar sus posiciones, para enfrentarse. La gente pasaba pero con la crisis y la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto, ha cuajado la indignación y el malestar en una idea fácil y visceral: "¡Nos vamos de aquí! ¡No nos quieren! ¡Ya estamos hartos!".
Es un movimiento en el que hay muy pocos elementos de ruralismo. Aquí no funcionan los ocho apellidos vascos. Nadie te pregunta cuántos apellidos catalanes tienes. Te puedes llamar Rodríguez y entrar perfectamente en este proceso independentista. Ni es una reivindicación histórica de carácter étnico, de raza, ni hay un proyecto claro de futuro. No decimos "haremos esto!". Como esto será problemático y nos pelearemos, ahora no toca. Primero seamos independientes y luego ya veremos. Es una utopía casi vacía. Sólo es: seamos independientes.
Hay contradicciones enormes, claro, porque es un momento en que los países son menos independientes que nunca. La globalización está haciendo que todo el mundo esté vinculado. No sólo dependemos de España, sino también de la Unión Europea y, económicamente, del mundo.
Esta contradicción se ha planteado poco en el debate sobre la independencia de Cataluña.
Porque lo que se ha planteado no es racional, es visceral. A aquellos que podrían plantear algo, que son los partidos políticos que tienen que pensar el futuro, no les interesa hacerlo, porque de alguna manera esto pone en duda la independencia. Desde el punto de vista de la gente, si tenemos que empezar a preguntarnos cómo será, qué querrá decir, cómo nos comportaremos, quien se lo comerá, ¡mal! Es un deseo. El deseo de salir de donde estamos. Este barco se hunde, pues cogemos una barquilla, "nos largamos" y ya veremos dónde llegamos.
Los partidos que apoyan el proceso y la misma Asamblea Nacional Catalana no quieren entrar a discutir cómo será esta Catalunya independiente. Si entramos a discutirlo, veremos que las utopías son muy diversas y que no coincidimos en casi nada. Entre la Cataluña que puede interesar a Convergència, la que puede interesar a Esquerra o la que puede interesar a la gente del Empordà, que también son muy independentistas, hay una distancia enorme. Se empezaría a resquebrajar, a romperse la ilusión colectiva.