- Disfrutadísima hoy. Adelanto que todavía no he tenido la oportunidad de ver la serie
"True Detective", aunque iba con mi hermano que es un fan de la misma y me ha señalado muchos puntos en común con ella, aunque no puedo juzgarlos hasta que no la vea. Él era reacio a ver una película española y ha salido casi o tan contento como yo.
Me da que es un título que se va a poder vender muy bien en el extranjero. El selvático paisaje de las marismas del bajo Guadalquivir, presentadas en unos originalísimos títulos de crédito, podrían pasar perfectamente por los pantanos de Luisiana, en el sur de Estados Unidos, y la comunidad que habita el poblacho al que van a parar la pareja de policías protagonista, en aquel no tan lejano 1980, podría ser perfectamente ese sur primitivo americano, que aún hoy sigue viviendo como hace cien años. Por ese motivo, a pesar de que el filme está anclado en nuestra historia, la España que comienza a vivir la democracia en una época en la que las estructuras del poder todavía estaban profundamente enraizadas en el Franquismo más rancio, la historia podría suceder en cualquier país del mundo y en cualquier población de aquellas en las que la miseria, la terrible miseria de los que la habitan, hace que muchas personas luchen a brazo partido para huir de allí en busca del
"Dorado" de la gran ciudad y otras se
"abestien" y sean capaces de los más bajos instintos con tal de simplemente sobrevivir.
El casting está elegido con gran acierto. Tenemos a dos policías bien diferentes. El que interpreta Raúl Arévalo, que utiliza su tradicional y característico rostro de pasmarote, la mínima gesticulación y esa pose entre marciana y adormilada, que tan bien borda en la comedia, para componer con apenas cuatro trazos al agente íntegro, represaliado por un artículo desafortunado en la prensa contra un alto cargo militar, y que a pesar de parecer el típico hombre agobiado por una vida familiar con la que no parece sentirse demasiado a gusto, oculta una carga de valores positivos que estallarán al final.
Junto a él, su némesis, interpretado por un Javier Gutiérrez
BRUTAL. Los que saben de lo que es capaz este gran actor, por haberlo visto en papeles dramáticos no se sentirán sorprendidos. Sin embargo, los que lo conocen sólo por la comedia o por su papel de Saturno, el
"Sancho Panza" bobalicón en la serie
"Águila Roja", se van a llevar una gran sorpresa. Gutiérrez encarna a un policía del régimen, un veterano que no quiere jaleos. Una vieja águila de la policía franquista, que por motivos que prefiero no desvelar, también ha caído en desgracia. Su personaje es el policía perfecto en lo bueno (unas dotes detectivescas que ríase usted de Sherlock Holmes, una capacidad para ganarse las simpatías de la gente del pueblo, en especial las mujeres gracias a una brillante combinación de ternura y cariño por el género femenino y de desparpajo desvergonzado y mujeriego de chulo de bar, a partes iguales) y en lo malo, y es que digamos que tiene
"la mano demasiado larga".
Gutiérrez borda su personaje. En segundos pasa del hombre simpático y campechano de los que te invitan a ginebra y buñuelos, que es el sello de la mayoría de sus papeles a la de frío hombre de acción para el que el fin siempre justifica los medios. Os recomiendo que os fijéis mucho en su mirada.
Gutiérrez tiene unas miradas en esta película, en las que literalmente el tipo da miedo y nos hace imaginar lo que habría podido hacer este hombre de planteársele por algún productor con ganas de arriesgarse, el ser una especie de Harry el Sucio a la española (impagable su momento con Antonio de la Torre, en la secuencia en la que se quedan solos en casa del segundo y Gutiérrez comienza a interrogarle con voz suave; para aplaudir, su cara a cara con Jesús Castro en el coche a propósito de cierta navaja y para jalear su enfrentamiento con la mujer que alquila cierta casa de huéspedes que es también clave en la trama) Su papel es el más rico de esta película. Un personaje con más matices y aristas que el de su compañero y que literalmente se merienda cada plano en el que aparece. Nos reímos con él cuando está en el bar invitando a cuantas faldas aparecen por allí, nos asustamos con él cuando se convierte en el policía que una vez fue un célebre agente de la época más negra de nuestra historia reciente, nos solidarizamos y enorgullecemos de él cuando vemos él mimo quijotesco con el que trata a algunas de las mujeres de esta historia y nos sorprendemos con él en los momentos en que hay magia, porque hay magia en esta película. Presagios de brujas, hechizos de las marismas y supuestas videntes y pájaros, pájaros de distintas especies que se le presentan a modo de mensajeros para avisarle... porque este policía también es un pájaro en cierto sentido. Un ave en la que quizá sea su última misión.
Si somos capaces de hacer un thriller policíaco como este, es que vamos por buen camino. No os la perdáis.