Una crisis que oculta otra/Ricardo Vergés es arquitecto y economista.
Una crisis que oculta otra - ElConfidencial.com
El problema empezó cuando los ministros de Economía y Hacienda prefirieron mirar a otra parte mientras nuestro sector privado saqueaba el euro. Fueron astutos porque sabían muy bien que la Europa “post-keynesiana” sólo podía meterse con el sector público (y con la inflación) de sus estados miembros. Por lo tanto, bastaba mantener a raya cualquier desequilibrio presupuestario, que del precio del dinero ya se encargaría su propia abundancia. Eso y la magnitud de los hechos nos han diferenciado de Grecia, aunque hayamos superado a Irlanda.
Todo funcionó a pedir de boca gracias a que nuestros bancos y cajas consiguieron ingentes cantidades de dinero en el mercado interbancario europeo, antes y después del 14-M. Ese dinero tomó el relevo de los capitales devueltos tras Maastritch y desviados hacia el ladrillo (recuerden a Aznar ufanándose de mis cálculos: “tantas viviendas como Francia y Alemania juntas…”). Así pues, a partir de 2002, el dinero fresco de Frankfurt relanzó una nueva y aún mayor burbuja privada de cantidades y precios inmobiliarios, con exorbitantes valores añadidos y beneficios de sociedades conseguidos gracias a la subcontratación generalizada. El tributo de esos valores y beneficios alimentó a otra burbuja paralela, esta vez de obra pública.
Sin embargo, a principios de 2007, el color rosa con el que se imprimía nuestra información, empezó a desteñir. Asustadas, las entidades europeas cerraron el grifo. Nuestra producción se hundió y con ella, las empresas incapaces de terminar las obras subcontratadas. ¿Causa?: la desviación de márgenes de operación hacia la inmovilización en suelo para un futuro galáctico. Hundida la producción en marcha, hundidos IVA e impuesto de sociedades. Hundida por tanto la obra pública que posiblemente ha engullido ya alrededor de 180.000 millones de euros públicos por encima de la normal. Imposible encontrar otros tantos para volver a ella.
En toda lógica post-keynesiana, se tendría que haber parado en seco cualquier nueva licitación desde 2007. Así hubiéramos evitado el bochorno de la picota europea. Claro que, sin la verdad por delante, la gente no lo hubiera entendido. Es por eso que Estado, comunidades autónomas y municipios se han empeñado en proseguir el auge de obra pública. ¿Qué coste público ha tenido ese empeño? Pues la diferencia entre el superávit del +2% de 2007 y el déficit fiscal del -11% respecto al actual PIB. Por ahí se han colado nuestros socios comunitarios y demás instancias, metiéndose con las cuentas públicas de España y dejando el problema de la finanza privada para más tarde.
El impacto mediático del “aprieto de cinturón” y de las “reformas estructurales” ha sido tremendo, pero falsea la realidad puesto que, en el fondo, nadie parece dudar de que si el vecino también participa, acabaremos saliendo de la crisis. ¡Menudo error… pero también menudo éxito para el sector bancario e inmobiliario que consigue así desviar hacia un segundo plano su protagonismo en la génesis de la crisis! Veamos pues lo que de verdad nos espera.
Desde la Antigüedad, el papel que juega la inyección de liquidez en el equilibrio de las economías, continúa siendo misterio. Sin embargo funciona, ya sea con oro, con sal, con papel o en modo digital. A la llegada del euro, las deudas privadas de liquidez de los países miembros, se habían convertido de facto en créditos “vitalicios” imposibles de saldar antes de abrir los mercados a la moneda única. Trichet espera aún hoy que no se incrementen inconsideradamente, so pena de incrementar peligrosamente la masa monetaria y devaluar así el euro.
El recurso a la liquidez
Esta regla se respeta al nivel de la subasta monetaria del Banco Central Europeo, pero no al nivel intermediador del mercado interbancario. Como dijo Jüergen Donges: “España se está quedando con toda la liquidez generada por los bancos europeos para financiar sus viviendas. Es una burrada.” (sic). Los gráficos muestran la evolución del crédito interbancario español reflejado por el concepto 36a del FMI (designado 36n hasta 2009), así como el de Irlanda y Portugal, únicos países en desviar al alza con respecto a la tendencia del resto de Europa.
¿Podremos devolver esos préstamos a su vencimiento? Sencillamente, no. De momento sólo pagamos intereses (sólo al 4% tocarían 50 millones diarios…), lo cual priva a las entidades del mínimo de fluidez para funcionar. También se podrían ejecutar garantías –que no era ese el objetivo de los acreedores- pero éstas no están en condiciones. Desde las autovías se observan vastos solares reducidos a “franja” (fringe), mientras que otros ya urbanizados, disponen de licencia, visado de ejecución y dirección de obra, pero han sido paralizados incluso antes de iniciarse. Otros proyectos, en cambio, se encuentran francamente inactivos o avanzan a ritmo esporádico. De hecho, sólo se están certificando la mitad de los finales de obra esperados. Un cálculo al término de 2009, estima a un millón seiscientas mil las viviendas presuntamente iniciadas y en obras pero aún no certificadas. Por supuesto, esa cifra incluye aquellos proyectos que avanzan a su ritmo y que se certificarán con normalidad.
Por si fuera poco, el número de viviendas certificadas pero sin entregar al usuario final por vía de compraventa, alcanza ya el millón ciento cuarenta mil. Son esos edificios con persianas bajadas que también se ven desde las autovías. Claro que este número incluye también a las viviendas construidas para sí por promotores-propietarios o bien por autónomos sin registro mercantil, todos ellos controlando poco más de un 15% de la producción (salvo excepciones como Jaén, con un 40%). En cambio, el número de compraventas no registradas disminuye notablemente (ya no hay tanto atasco en las notarías…) y se sitúa en torno a las 80.000.
Ante esta situación, he sugerido que el próximo Censo de Edificios haga un recuento transversal pormenorizado (de coste cero…) del estado de construcción y patrimonialización de los edificios, de manera a cruzar los resultados con el análisis longitudinal por flujos acumulados.
Mi opinión es que a Europa le importa un bledo nuestro sector público y las reformas que nos piden. Lo que les fastidia es constatar que no podrán recuperar el medio billón de euros invertidos en España y que sus propios bancos deben devolver a su vez, sea a otros bancos o a sus depositantes, sea al propio BCE. Eso sin contar que con el multiplicador bancario de ese dinero, hemos concedido la mayor parte de hipotecas para compra (de eso, tampoco nadie habla).
También es mi opinión que esa situación podría haberse evitado. Recuerdo haber informado en 2003 (a la mesa de vivienda que el PSOE convocó de cara a unas elecciones que no esperaba ganar…), que una política económica basada en el ladrillo era peligrosa porque 1º, sustrae inversión a los sectores tecnológicos, 2º, agrede al medio ambiente y 3º, masifica el endeudamiento de las familias. Poco después en Francia, me plantearon esta pregunta: ¿de dónde salía tanto dinero para comprar tanto suelo y edificar tanta vivienda? Eso me llevó a las estadísticas del FMI y del Banco de España. En el gráfico anterior está la respuesta.
También advertí del peligro de denigrar las estadísticas del ladrillo. Sin embargo, he continuado mejorando su manejo y utilizándolas para medir la cruda realidad de hoy. Estaban en lo cierto: cuando hay sobreproducción, los plazos se alargan y los costes también: por eso las obras no se terminan. Cosa parecida ocurre con las transacciones e hipotecas asociadas: cuando se abduce a la demanda a través de los medios de comunicación, el mercado se vuelve loco. ¿De qué servirá entonces terminar si luego no se consigue vender?
Ahora es demasiado tarde. A corto plazo, necesitamos oxígeno –es decir liquidez- que sólo conseguiremos si renegociamos la deuda privada en manos del sector financiero e inmobiliario con sus bancos acreedores. Para el largo plazo, un simple consejo: seguir la regla de oro del Premio Nobel de Economía 1991, Ronald Coase: “Esperemos de los gobiernos que regulen los mercados salvo uno: el de las ideas”. Justo lo contrario de lo ocurre ahora.