El Gruñido de Seaker:
Esta mañana se nos ha atragantado el desayuno. Ni más ni menos que la Unión Europea ha decretado el “corralito” en uno de los países de nuestro entorno, Chipre. Este enclave mediterráneo, que vive en continua tensión por sus desavenencias con Turquía, representa tan solo el 0,2% de lo que denominamos como “economía euro”. Con esto quiero decir, que su aportación dentro de Europa la calificaremos de “modesta”. No es un sitio cuyos problemas económicos vaya a destrozar la economía europea. Sin embargo se ha decretado una situación poco menos que de emergencia de acuerdo a su rescate. Se impone con nocturnidad, sin que nadie se entere un “corralito” y se congela una parte del ahorro de los chipriotas como garantía, como pago de la ayuda de 10000 millones que va a recibir de la Unión Europea. Si alguien juega con escasos fondos en su entidad bancaria, y hace malabarismos para que vayan pasando los distintos pagos, ahora por arte de magia no puedes disponer de la cantidad “X” que probablemente va a ser retirada por tu gobierno para pagar el rescate. No creo que las proveedoras de servicios entiendan eso, y si eres un modesto chipriota, pues quizás entres en números rojos ya que creías contar con un dinero con el que no cuentas. Pues no, ahora son los alemanes los que cuentan con ese dinero, robado y esquilmado de los ahorros chipriotas.
Curiosamente aquellos chipriotas que tengan sus cuentas en el extranjero, o se dediquen a actividades cuestionables judicialmente y fruto de ellas tengan el dinero en billetes morados, no verán retirados sus ahorros. O aquellos que tienen su dinero en fondos o bienes cuya liquidez es muy limitada. Es el ahorrador el que pagará los desmanes. Es el que pagará el enorme servicio que le hizo Goldman Sachs a Grecia ayudándola a encubrir el lamentable estado de sus cuentas frente a Europa, y donde los bancos chipriotas tenían bastante dinero invertido. Ahí, con la crisis de Grecia empieza la de Chipre y por lo tanto este robo descarado.
El problema que me planteo cuando abordo esta tesitura es si la modesta economía chipriota y las titánicas medidas que se han tomado, no tienen algo de experiencia piloto para cometer el mismo atraco al resto de países con problemas económicos. Y me planteo si un desvergonzado robo de esta índole no tendrá efectos de reacción química no deseamos en una Europa que empieza a desestabilizarse peligrosamente. Tenemos ahí a nuestros hermanos italianos, que después de unas elecciones con resultados “interesantes” ven que haría falta un milagro para formar un nuevo gobierno estable. Pero claro, los italianos también fueron víctimas de otra experiencia piloto en forma de Golpe de Estado con un gobierno, el de Mario Monti, impuesto desde Bruselas y no desde las urnas. Y después se preguntarán en ese enclave belga, que por qué los italianos “trollean” las elecciones votando a Beppe Grillo.
Y es que aquí deberíamos votar a Chiquito de la Calzada. Ya que ninguno vale, al menos que sirva de descontento. Porque lo último que necesitamos oír de boca de nuestro Gobierno, el mismo que ha recibido esta semana una buena y merecida hostia en la cara por la legislación hipotecaría española, que el rescate a Chipre es un buen acuerdo. Desde luego que es un buen acuerdo, para los bancos, no para la gente. Y el problema es que una unidad importante del mercado y que solemos olvidar en beneficio de entidades que no podemos abarcar, son las personas. Las que en definitiva, desde el escalafón más bajo, indirectamente hace que se mueva el más alto. La gente consume, paga impuestos, contrata servicios y requiere beneficios por el esfuerzo de su trabajo. Todo eso sirve de motor al gigante que supone el resto de la economía. Pero no, se está matando a ese motor y se le está haciendo culpable de los crímenes contra la humanidad que hacen algunos bancos que bien podrían estar en la lista de grupos terroristas.
Pero la culpa, según esos entes tan abstractos como los gobiernos, es nuestra. Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades nos dicen. También a algunos les denominan como antisistema. Ahí es cuando aumenta el canal de las venas de nuestro cuello si contamos con ese valor al que llamamos dignidad. Resulta que los antisistema son los que protestan para reclamar lo que nos han quitado. La libertad, los servicios públicos, la calidad de vida, el futuro... Los antisistemas no son aquellos políticos que con sus decisiones ignorantes e interesadas han sido los que han acabado con todo ello, con el sistema. El antisistema es ese que tacha al resto como tal, no la persona que sencillamente exige algo que jamás debemos perder, la dignidad. También hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, cuando el propio sistema, el propio tour de force consumista nos lo exigía para mantener la burbuja, la huida hacía adelante en la que estábamos inmersos. Pero cuando todo ha estallado, la culpa ha sido nuestra por vivir por encima de nuestras posibilidades. Nos lo dicen los constructores de AVE a ninguna parte, los que dejan a cierta región levantina en la ruina tras dejarse timar por cierto arquitecto chapuzas de renombre o los que construyen equipamiento público a empresas privadas. Esos nos acusan de haber vivido por encima de nuestras posibilidades, mientras celebraban que estábamos en la Champions y que la economía española llegaría hasta el infinito. Hasta nos prometían pleno empleo. ¿Quién no iba a comprarse algo básico como es una vivienda? Sí, es una necesidad para cumplir en definitiva nuestro ciclo vital, que no es dejarnos esquilmar, sino querer sencillamente tener una familia y vivir con dignidad. En cambio, ahora nos hemos indignado, y con razón. Aunque soy más de la corriente de aquel que dice que mejor dignarse que indignarse.
Sin embargo, ahí estamos, hemos renunciado a la dignidad, a la democracia y a la soberanía nacional. Va a ser verdad que la culpa es nuestra por no darles una patada donde la espalda pierde su casto nombre.