La metastasis financiera: camino a la perdicion

Aunque ya se puso en el hilo del PSOE... 4 millones de parados y 900.000 en ERTE.

Mi teoría es (me da que me voy a equivocar) que en cuanto estemos "todos" con la vacuna la gente va a empezar a gastar. Hay mucha gente con sueldos fijos (funcionarios principalmente) que no pueden gastar y están deseando hacerlo. El problema va a ser lo que se tardará en recuperar al resto. Por mucho que pueda ser necesario, subir el SMI o modificar las cuotas de autónomos no creo que precisamente faciliten la creación de empleo.
Vale que PSOE y Podemos en mi opinión lo están haciendo fatal, ¿pero qué alternativas tenemos?
¿Casado? No me gusta. Tal vez con un buen equipo tomando decisiones y él como "comercial".
¿Vox? Me parecen partido de oposición, ascenso meteórico que no sé si funcionaría tomando alguna decisión.
Me ocurre lo mismo con Podemos. Todos los partidos tienen ideas concretas que son más que válidas, pero no los veo para gobernar. Un partido que critica al gobierno... siendo ellos parte del gobierno, está claro que no es su papel.

¿Mandar a todos a la mierda y contratar a unos gestores independientes? Como cuando das suspensión de pagos y te ponen a unos administradores a intentar solucionar la papeleta.
 
Ángela Merkel es el Aznar de los 90, un buen gestor que juega con lo que tiene a nivel económico pero que en el resto se deja en manos de tontunas varias. Grandísima parte de los problemas que tiene Europa hoy en día son por culpa de Merkel, entre ellos las políticas migratorias y el ascenso del islam. Al igual que Aznar tuvo sus amoríos con el nacionalismo separatista permitiendo su ascenso por intereses electorales.

¿Queremos alguien que sepa gestionar la economía pero deje la sociedad en manos del wokismo/izquierdismo radical? Pues rotundamente no.
 
Desde que Makron se ha hecho fascista no conozco esta Europa. Acusa a la del Frente Nacional de complejines.

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Aunque ya se puso en el hilo del PSOE... 4 millones de parados y 900.000 en ERTE.

Mi teoría es (me da que me voy a equivocar) que en cuanto estemos "todos" con la vacuna la gente va a empezar a gastar. Hay mucha gente con sueldos fijos (funcionarios principalmente) que no pueden gastar y están deseando hacerlo. El problema va a ser lo que se tardará en recuperar al resto. Por mucho que pueda ser necesario, subir el SMI o modificar las cuotas de autónomos no creo que precisamente faciliten la creación de empleo.
Vale que PSOE y Podemos en mi opinión lo están haciendo fatal, ¿pero qué alternativas tenemos?
¿Casado? No me gusta. Tal vez con un buen equipo tomando decisiones y él como "comercial".
¿Vox? Me parecen partido de oposición, ascenso meteórico que no sé si funcionaría tomando alguna decisión.
Me ocurre lo mismo con Podemos. Todos los partidos tienen ideas concretas que son más que válidas, pero no los veo para gobernar. Un partido que critica al gobierno... siendo ellos parte del gobierno, está claro que no es su papel.

¿Mandar a todos a la mierda y contratar a unos gestores independientes? Como cuando das suspensión de pagos y te ponen a unos administradores a intentar solucionar la papeleta.
No sé yo... sin sector privado no sé de dónde van a salir los sueldos de los funcionarios. El panorama desde luego no pinta nada bien, y la política española es para echarse a llorar :facepalm
 
Aquí eso es inviable. Si pusieran a administradores, todos serían compañeros de instituto de Sánchez o Casado con un grado superior de FP en escaparatismo y un cursillo de perspectiva de género no binario.
 
Y si fueran empresarios de reconocido éxito peor... porque son empresarios.
 

El rey Felipe no quiere que Volkswagen deje Cataluña

Jesús Cacho

El 21 de febrero pasado, Alejandra Olcese publicó en este diario una noticia que refleja a la perfección la arrastrada vida que cualquier emprendedor lleva en un país como este acostumbrado a vivir de espaldas al mundo de la empresa y con Gobiernos, particularmente el de Pedro & Pablo, convencidos de que todo empresario es por definición un vampiro dispuesto a chupar la sangre de sus empleados. Decía la noticia que el 14 abril expira el plazo para que las empresas de más de 50 trabajadores tengan lista una auditoría salarial, documento en el que deberá venir reflejada la valoración de todos los puestos de trabajo con su correspondiente remuneración. El objetivo es que la “autoridad” pueda comprobar fácilmente si hombres y mujeres obtienen la misma paga por puestos de idéntica responsabilidad, ello de acuerdo con el Real Decreto-ley 902/2020, de 13 de octubre, que también alude a medidas para evitar “el acoso sexual y el acoso por razón de sexo”, arbitrando “procedimientos para su prevención y para dar cauce a las denuncias que puedan formular quienes hayan sido objeto del mismo”.

Como es fácil imaginar, “las consultas se amontonan en las mesas de los despachos especializados en laboral”, decía Olcese, porque son legión, particularmente pymes, las que, abrumadas por esta nueva carga burocrática, no tienen más remedio que recurrir a ayuda externa, con su correspondiente coste, para tener lista la nueva exigencia. Y es que todo son “facilidades” en España para montar una empresa y crear empleo o, dicho en su voz pasiva y sin sombra de ironía, hace falta ser un poco masoquista para adentrarse de buen grado en semejante vía crucis. Las dificultades no han hecho sino crecer con el Gobierno de coalición. Pedro & Pablo han interiorizado que el mundo de la empresa es una especie de pozo sin fondo lleno de lingotes de oro que hay que repartir entre los menesterosos, empezando por ellos mismos, pozo que, además, nunca mengua por mucho que se saque. La idea de que para repartir hay que crear primero no entra en su mollera, del mismo modo que no entienden que la creación de riqueza es el final de un proceso complejo en el que se aúnan capital, trabajo y tecnología, entre otras cosas. Ellos han decidido especializarse en el reparto de la miseria.

Nunca como ahora fue tan difícil la actividad empresarial, precisamente cuando más necesario sería ayudar a mantener el empleo aligerando burocracia, reduciendo gravámenes y cargas sociales (las cotizaciones a la Seguridad Social, por ejemplo, ese “impuesto al empleo” que en España está entre los más altos de la OCDE), y facilitando ayudas directas a las más afectadas por decisiones políticas adoptadas para el control de la pandemia. El dogal regulatorio y fiscal sobre la empresa no deja de apretarse. A la citada auditoría salarial se une la reciente normativa sobre el “teletrabajo” que, mediante el Real Decreto-ley 28/2020, de 22 de septiembre, carga en la cuenta de la empresa los costes inherentes a los medios y herramientas de trabajo y podría llegar a alcanzar al material de oficina, la luz, el teléfono, la calefacción, etc. Crecen los costes y se cierran las posibilidades de aligerar nómina, porque el Gobierno ha prohibido por decreto los despidos procedentes por causas económicas, imponiendo la obligación de mantener el empleo seis meses para las empresas en ERTE, obligación automáticamente renovada cada vez que se prorroga el mecanismo. Ello por no hablar de los cambios tributarios introducidos en los PGE para este año, tal que la modificación de la exención de dividendos en el Impuesto de Sociedades o la subida del Impuesto del Patrimonio. Y por no hablar, también, de la subida de los costes laborales, en particular de las bases mínimas de cotización, en línea con el SMI, lo que claramente aumenta las trabas añadidas a la actividad empresarial.

Todo son obligaciones, todo cargas permanentemente acrecentadas. En un país hostil a la actividad empresarial como este, hay algo que nadie oirá nunca en boca de la clase política ni verá en los medios de comunicación: el verbo crecer y su sustantivo, crecimiento. En el inconsciente colectivo del español medio figura grabada a fuego la sospecha hacia el empresario, la presunción de culpabilidad que todo emprendedor se merece por el simple hecho de serlo, de ahí que sea necesario imponer más y más regulaciones, más controles, más vigilancia, una pulsión que llega al ridículo de hacer obligatoria la maquinita de fichar para los empleados como una forma de evitar que el malvado patrón se enriquezca con las horas extras (“Real Decreto-ley 8/2019, de 8 de marzo, de medidas urgentes de protección social y de lucha contra la precariedad laboral en la jornada de trabajo”).

La sospecha hacia el empresario y la entronización de los sindicatos como auténtico poder fáctico en la empresa. Hace menos de un mes, el Consejo de Ministros acordó subir en más de un 56% la partida de las subvenciones a los sindicatos, la mayor subida de los últimos 10 años. Sube la paga sindical y deja tiritando a los autónomos, cuya cuota acaba de escalar de 289 a 433 euros en plena pandemia y con la economía arrasada. Todo son invitaciones a dar cerrojazo al negocio y tirar la llave al río o, en otro caso, irse a la economía sumergida. “No vamos a dejar a nadie atrás”, dijo en su día el vicepresidente Iglesias. La realidad apunta a que, en el insoportable horizonte de paro que nos aguarda a la vuelta de la esquina (como acaban de recordarnos los datos de febrero), no habrá nadie delante ni detrás: solo una masa informe aspirando a vivir de la caridad pública.

“Hemos capado la capacidad de crecimiento de nuestras empresas”, asegura un emprendedor madrileño con amplio currículo, “nadie quiere crecer, nadie quiere superar los 50 empleados porque entonces entras en la ruleta infernal de los sindicatos y sus liberados sindicales. Ahí está la raíz de un viejo problema de la economía española: la ausencia de empresas de tamaño medio; aquí hay unas pocas grandes empresas y muchas muy pequeñas, con serias dificultades para competir y coger envergadura”. “El país está gripado”, señala otro emprendedor con miles de empleos a sus espaldas. “El empresario que progresa y crea riqueza es porque se lo quita a los demás. Es la idea prevalente en una izquierda que tiene el corazón podrido y el intelecto cortocircuitado. Algo que cree a pies juntillas una parte del Gobierno de coalición”. ¿En qué cree Sánchez? En el poder, solo en el poder. Nadia Calviño, la única que podría imponer sentido común, no lo hará como no lo hizo Solbes en su día con Zapatero. No es extraño en estas circunstancias que el capital, como el talento, huya de España. “Aquí solo vienen a invertir los grandes fondos a la búsqueda de gangas que comprar entre los desguaces de nuestras empresas en quiebra o a punto de”.

Si al horizonte descrito se le añade una situación de orden público rayana en la anarquía, habremos completado el cuadro. Es el caso de Cataluña. ¿Está pensando Volkswagen en abandonar Martorell? Es lo que, de acuerdo con fuentes informadas, hay que deducir del viaje del rey Felipe VI a la factoría catalana de Seat en compañía del señor Sánchez. Más que una visita de cortesía o un viaje de relaciones públicas, esta ha sido la demostración del empeño personal del monarca por convencer a los gestores alemanes, al presidente del grupo Volkswagen, Herbert Diess, y al de Seat, Wayne Griffits, de la necesidad de que la multinacional continúe en Cataluña y no traslade su producción a Argelia. Su permanencia en Martorell ya estuvo en el alero hace un par de años, con motivo de los disturbios provocados por la sentencia del ‘procés’ que llegaron incluso a parar la producción. Luca de Meo, entonces capo de Seat, señalaba que la inestabilidad de Cataluña asustaba a los inversores. Ahora esa continuidad vuelve a estar en el alero, con motivo de las demandas de Volkswagen para convertir Martorell en base del futuro coche eléctrico de la firma, lo que implica el montaje de una fábrica de baterías cercana a la planta. Ante la importancia del envite, el Gobierno ha respondido de inmediato: este mismo viernes, horas antes de la visita del Rey, se anunciaba la creación de un consorcio público-privado, con Seat-Volkswagen e Iberdrola, para la puesta en marcha de la primera fábrica de baterías para vehículos eléctricos en España.

La continuidad de la multinacional, con todo, dependerá de que salgan los números del coche eléctrico y, sobre todo, de que Cataluña deje de ser el lugar inhabitable que es hoy. Los buenos oficios del rey Felipe no serán suficientes. La huida de Volkswagen terminaría por dejar a Cataluña convertida en un solar industrial, algo que, al parecer, es la meta que persiguen los conductores de almas del nacionalismo, esa clase dirigente de la Dinamarca del Sur que el viernes hizo mutis por el foro y no acudió a Martorell, poniendo una vez más de manifiesto su paletismo en una auténtica apoteosis de ignorancia y soberbia.

Todas las esperanzas españolas de supervivencia están ahora puestas en los fondos europeos, presentados como una especie de maná (el nuevo pozo de los lingotes de oro) capaz de rescatar al país de las miserias acumuladas por las ideologías disolventes y la ausencia de reformas. Eso dice el lenguaje oficial, porque la letra pequeña de este episodio tiene otra música, un son que huele a corrupción y suena a clientelismo por los cuatro costados. El señor presidente del Gobierno ha decidido apropiarse de esos fondos (los 72.000 millones gratis total) y residenciarlos en Moncloa para repartirlos a conveniencia, en lo que sería una utilización partidaria de los mismos reñida con cualquiera de los principios de coherencia, eficacia y rentabilidad económica y social que pregonan sus exegetas.

El informe del Consejo de Estado relativo a los susodichos fondos, que el Ejecutivo ha pretendido ocultar a la opinión pública, es ilustrativo de los errores de concepción del proyecto y de las intenciones de esta banda de irresponsables descuideros que se ha hecho con el poder en España. Apenas dos botones de muestra: el Consejo critica, en efecto, “la supresión de la práctica totalidad de los instrumentos de control previstos con carácter general para la suscripción de convenios y sus eventuales modificaciones”, así como asume que “la regla general debe ser la sujeción a fiscalización previa, sin perjuicio de que la misma se limite al examen de los requisitos básicos”. El Gobierno de Sánchez no quiere ningún control sobre los fondos y su gestión, de modo que no hace falta ser adivino para sospechar que los despilfarros de hoy se convertirán en los escándalos judiciales de mañana, vale decir de los próximos diez o veinte años, con su nómina adherida de nuevos ricos, entre los que sin duda se hallarán los capitanes de nuestras grandes empresas, tipos dispuestos a medrar con un maná que les ha convertido en mansos corderitos a la hora de censurar las tropelías de Sánchez & Cía.

Hacer empresa y crear empleo es cada día más difícil y arriesgado en esta España extraviada. Nada invita a embarcarse en un proyecto empresarial que por definición implica arriesgar dinero, salvo un suicida instinto de perderlo. El dinero y quizá también la salud. El horizonte inmediato no puede ser más negro. Los datos de febrero hablan de una caída de la actividad y de un incremento del paro. Tras la momentánea recuperación de finales de año, hemos entrado en un nuevo parón recesivo. Las familias españolas vuelven a reducir el consumo y apuestan por el ahorro a futuro. El Gobierno, tan dado a los anuncios pirotécnicos, ha reportado ayudas para las empresas por importe de 11.000 millones, pero la señora ministra de Economía no tiene ni idea a día de hoy de dónde saldrán esos millones. Como siempre, simples globos sonda, pura verdura de las eras.
 

El camino de Sánchez a ninguna parte: un país subsidiado, endeudado y sin empresas

Daniel Rodríguez Asensio

Q
ue contemos 120.000 fallecidos, la mayor caída del PIB de nuestra historia reciente (10,8%), casi un 11% de déficit público y una deuda salvaje del 120% del PIB (debemos recordar que firmando el tratado de Maastricht nos comprometimos a un 60%) es el reflejo de quien no sabe gestionar ni la salud, ni la economía. El desastre sin paliativos que suponen estas cifras adquiere dimensiones aún mayores si tenemos en cuenta que Madrid, la región con mayor peso económico en el país, lleva meses luchando a contracorriente, creciendo al 4,4% y salvando al país de una situación que sería catastrófica.

Seguro que muchos de los lectores mantienen en su retina los titulares de periódicos y las noticias en medios de comunicación masivos hablando, en primer lugar, de una recuperación en “forma de V”, que después se convirtió en “lámpara de Aladino”, y que actualmente es un túnel del que no se ve la salida.

Hay dos factores que apoyan el pesimismo sobre el estado de situación de la economía española:

El primero lo reflejan los datos de actividad económica que continúan siendo los más débiles de toda la Eurozona. No sólo es que sectores clave, como el automovilístico o el turístico, sigan registrando cifras negativas de doble dígito. Es que, incluso en una recuperación impulsada fundamentalmente por el sector industrial, como la que estamos viendo en todo el mundo, España registra las cifras más bajas.

Si a ello le sumamos las dudas crecientes sobre la recepción de los fondos europeos, la realidad es que tendremos que celebrar una tasa de crecimiento en 2021 que llegue al 4%. La vuelta a la destrucción económica en el primer trimestre del año, de hecho, ya es el escenario base para el Banco de España, entre otros muchos analistas, y aún queda por ver el impacto que tendrá esta difícil situación en el mercado laboral español.

La realidad es que España ha sumado una nueva revisión a la baja en sus expectativas de crecimiento por parte del consenso de analistas, y ya concatena 3 de los últimos 4 meses en esta dirección.

El segundo elemento es la “calidad” de nuestro crecimiento económico. La mayor caída del PIB de la Eurozona es consecuencia, entre otras cosas, del mayor déficit y de la receta fallida de acudir al gasto improductivo para tapar la incapacidad de gestión.

La izquierda intervencionista y liberticida lo llamó en su día “escudo social”. A la luz de las cifras fue tan sólo una enorme campaña de marketing que ha dejado a 5 millones de españoles subsidiados y a la economía nacional con buena parte de sus motores clave gripados.

El gobierno afirma que el gasto extraordinario al que ha tenido que hacer frente por el Covid ascendió en 2020 a 45.000 millones de euros. De ellos, 21.500 fueron destinados a ERTEs y prestaciones por cese de actividad. O, dicho de otra manera, a subvencionar los empleos y las empresas que ellos mismos destruyeron vía ERTE.

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La otra mitad fue destinado a gasto sociosanitario y a “resto de gastos Covid”, una partida de 7.312 millones de la que no sabemos absolutamente nada.

La gran pregunta, a la luz de los datos, es: ¿Y qué hay de las ayudas a PyMEs y autónomos? La respuesta, en el propio documento de ejecución presupuestaria remitido por el Ministerio de Hacienda, es un silencio atronador.

Porque no debemos consentir engaños. Los 5.700 millones de euros destinados a prestaciones para autónomos y a las exoneraciones de las cuotas a la seguridad social de las que se han beneficiado dichos prestatarios no es ninguna ayuda, ni compensación. Es un subsidio a la miseria a la que les ha abocado el propio Gobierno de España.

Esto, por no hablar de que 5.700 millones de euros no es ni el 0,6% del PIB español. Si somos generosos y sumamos los 7.000 millones que han aprobado recientemente obtenemos unas ayudas al tejido empresarial del 1% del PIB. Tardías, insuficientes y que excluyen a buena parte de nuestro tejido productivo.

No es de extrañar, por lo tanto, la destrucción de más de 100.000 empresas y la recuperación inexistente de los que están llamados a sacarnos del enorme agujero en el que nos está metiendo el presidente Sánchez y su larga lista de Ministros.

La realidad empresarial, según el propio Banco de España, es muy dura: Los ingresos han caído un 20%, el beneficio operativo casi un 40% y el beneficio neto un 50% por los menores beneficios financieros.

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No es de extrañar, por lo tanto, que la seguridad social cerrara 2020 con el mayor déficit de su historia: El 1,8% del PIB. De hecho, cada vez que les digan que la Seguridad Social es un ente autónomo y finalista y que hay que poner nuevos impuestos para financiarla recuerden dos cosas: 1) Las cotizaciones también son impuestos porque tienen carácter coercitivo; y 2) Ya estamos financiándola con impuestos. Concretamente, con 22.000 millones de euros en 2020.

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La gran pregunta, incluso para los burócratas que invaden el Consejo de Ministros es: ¿Hay alguna recuperación posible sin empresas que generen empleo y riqueza? Les doy una pista: El consenso de analistas continúa viendo a España como el país con mayor tasa de paro y de déficit de toda Europa en 2021.

El modelo de crecimiento socialista en España es claro: Intervencionismo, liberticidio, generación de redes clientelares y facturas a pagar por las siguientes generaciones.

La estrategia para atajar la crisis que estamos siguiendo en España no funciona. Lean este artículo de Diego de la Cruz. Los estudios científicos ya demuestran que los confinamientos no son la herramienta más efectiva (y dudo que tan si quiera sea eficaz) para frenar los contagios.

En París los bares, restaurantes y lugares de ocio llevan cerrados desde el 30 de septiembre. Francia está siendo uno de los países más restrictivos en esta tercera ola. ¿De qué le está sirviendo? Tienen una incidencia acumulada disparada (más de 500 casos por habitante) y su sistema sanitario está colapsado. Algo similar ocurre en muchas regiones españolas, aunque en menor medida por tener menos densidad de población.

El camino lo muestra la Comunidad de Madrid: Test masivos, sistemas de monitorización de las aguas residuales, incremento de la capacidad hospitalaria y restricción de movilidad de forma quirúrgica, sólo en los lugares con mayor incidencia. Sólo así podremos salvar a nuestro tejido empresarial de su encefalograma plano y comenzar a pensar en la recuperación económica. De cualquier otra manera, cuando consigamos la inmunidad de rebaño España será un erial con serias dificultades para germinar.

Porque la libertad, en cualquier momento del planeta y de la historia, siempre ha llevado a la prosperidad.
 

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A ver... adivina adivinanza... ¿alguien puede decirme quienes serán, una vez más, "loricos"? :L

Es fácil, ¿eh? Al estilo de "estebancoestáocupado...". :juas
 


Desde el mismo momento en que implantaron la normativa de presentación telemática para balances superiores a 200 mil euros ya sabía yo que no tardarían en aplicarlo al resto de los mortales. Es de putos locos. Solo implica dos cosas: que el Estado necesita ahorrar porque no tiene un duro y por lo mismo tiene que aumentar su voracidad fiscal hasta límites insospechados.

Bonus: la aplicación clave PIN en la mayoría de los trámites de la administración sirve para entrar y hacer el requerimiento, pero para terminar todo el proceso debes sí o sí, usar el certificado personal. O usar el DNIE que requiere de un lector, de java y de mil historias para funcionar.
 
La "transición digital"... ese gran invento que sólo beneficia a los chupópteros que nos gobiernan, y deja completamente desamparado al ciudadano de a pie.

Lo que antes se solucionaba en una mañana, visitando una oficina y rellenando un impreso, ahora requiere de conexión a internet, ordenador, smartphone, lector de tarjetas, antivirus actualizado, su app. para tenerte controlado y fichado... (todo muy fácil, seguro y barato).

¡Qué gran avance, coño! Nos transfieren a nosotros su carga de trabajo y su responsabilidad... y ellos a seguir cobrando por no hacer nada.

GENTUZA.
 
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