Cuando trabajé en el Sergas lo planteamos y nos mandaron a la mierda
Hospital gallego. Finales de los ochenta/principios de los noventa.
Llega un jefecillo nuevo (joven).
Le dice a las empleadas de la lavandería que, en cuanto terminen el trabajo, pueden irse a su casa.
La mayoría se traga el anzuelo y curran a toda velocidad para salir varias horas antes de que acabe su turno.
Otros empleados del hospital protestan por lo que consideran un trato de favor (incautos); los médicos y enfermeras se quejan también de la mala calidad del lavado y planchado ("es la maquinaria alemana nueva; la ropa sale así", les dicen... "Si la queréis mejor, planchadla en vuestra casa". Con dos cojones).
A los pocos meses le comunican a las lavanderas/planchadoras que, como les sobran tantas horas, les van a enviar también la ropa de otros hospitales de la zona, ambulatorios, etc. Las incautas ponen el grito en el Cielo, pero no consiguen nada; sólo les ofrecen la posibilidad de meterse a celadoras (muchas lo hacen; las que se quedan y no se tragaron el anzuelo desde el principio se joden y asumen la nueva carga de trabajo).
Misión cumplida. El jefecillo consigue centralizar el servicio de lavandería y ahorrar costes. Ni que decir tiene que le promocionan... Se ha aprovechado de la desidia, la vagancia y el egoísmo de una mayoría de empleadas, perjudicando así a las pocas que sí eran serias, responsables y cumplidoras. Mientras tanto, las sindicalistas (muy de izquierdas, ellas) mirando exclusivamente por su culo (y el de sus familiares y amigos).
Temo a los dánaos, incluso cuando traen regalos... Sobre todo cuando traen "regalos".