Se echaba de menos una película-fenómeno (película-meme) al margen de Marvel y que llega cuando parecía que el cine había muerto, lo curioso es que tampoco haya nada novedoso a priori en este nuevo desmontaje de un icono cultural pop del siglo pasado, del que no está ausente el componente nostálgico.
Voy a decir que merece la pena verla en salas porque, al margen de gustar más o menos, de sus defectos, que lógicamente los tiene, de la moda de turno y de la tontería, al menos parece haber una cineasta detrás, preocupada por mimar y dar empaque a sus imágenes, cuidando encuadres, montaje, color, música... en una experiencia por instantes lisérgica que bebe de comedias y musicales clásicos, con la inagotable guerra de sexos en el contexto actual siendo sólo una de las facetas. Ese cierto cuidado formal y espectacularidad es lo que debería impulsarnos, si acaso, a ver más cine en pantalla grande... y no el CGI cada vez peor ni el brilli-brilli producido a mil por hora.
Se posiciona claramente en su feminismo, o al menos lo hace con más contundencia que toda la ristra de títulos supuestamente comunistas porque sale un negro de los últimos años. La caricatura anti-Trump es fácil, aunque pese al ramalazo hay cachondeo hacia cierto pensamiento buenista del mundo de la piruleta, confrontando a la distopía autoritaria la tonti-topía. Barbieland, o simulacro histérico de la meta-modernidad, de seres y de experiencias soñadas, idílicas, repetitivas y prefabricadas, con un pie en la estética americana edulcorada y plastificada de los años 50… Sí, muy bien todo, pero es que la película tampoco cae en esa deformación creepy y perversión facilona, sino que al contrario, incluso comparte, abraza el espíritu más festivo, más camp y sin aparentes pretensiones que pasar un buen rato. La fórmula del humor, que resta solemnidad a cualquier discurso, sigue demostrándose infalible.
Pero el punto fuerte creo que es cómo enfoca al personaje, con un amor y una identificación con una protagonista humana, propio de la treintañera o cuarentona que se tragó el supuesto mensaje moderno y progresista de la Barbie para crearse sus ilusiones de niña, perderlas de adulta y descubrir que siguen ahí pese a todo. La crítica del estereotipo rancio y falaz es muy burlesca, pero a la vez Gerwig quiere a sus criaturas y las hace evolucionar, dudar, afrontar sus contradicciones de hombres y mujeres, sus limitaciones humanas (cómo no, la muerte, y aquí se nota la mano del Baumbach de “Ruido de fondo”). desde el arquetipo ridículo que les define hacia algo que ni ellos mismos saben muy bien lo que es. Porque, muy sartrianamente, Barbie y Ken también están “condenados a ser libres”.
Le noto el talón de Aquiles cuando a ratos se desvía hacia lo ñoño y sentimental, como en esas imágenes caseras del final (suerte que remata con el chiste), la trama en general de la madre y la hija Bratz es más floja, la aparición mágica explicadora que da como pereza… En cambio, la parte de Will Ferrel es cartoon en estado puro (todo lo es) al margen de todo lo real. Con un número apoteósico de los Ken, y en general Gosling a la par que su compañera. Probablemente en el abordaje de la masculinidad recalcitrante (nada gratuito lo del caballo) se esté representando a muchos tíos, en toda su humanidad y sin ridiculizarle más allá de lo que es el personaje de por sí; el viaje del pagafantas incel que no puede vivir sin las tías hacia el macho alfa en teoría libre e independiente en su “mojo dojo casa house”.
Conclusiones, pues cada cual tendrá la suya: ejercicio de mercadotecnia cual Legopelícula, blanqueamiento deshonesto de una mega-empresa y sus praxis poco edificantes o acordes con sus lemas, film que lidia también con sus propias contradicciones y que participa, bajo su aparente subversión, del sueño liberal del “búscate a ti mismo”… Está claro, a estas alturas, que la posmodernidad en que se zambulle sin reparos es hija del capitalismo objeto de la sátira y aquí poco pueden hacer feminismos, progresismos ni demás inventos; una vez asumido esto, me siento y veo una película, sin más.