En lo referente al DRM, estoy al 100% con Gollum. Yo entiendo que la enorme facilidad de copia de los formatos digitales supone un desafío para su comercialización y es normal que editoriales, distribuidoras y tiendas, quieran tomar medidas para evitar que los productos digitales que venden luego sean distribuidos de manera masiva y gratuita por internet. El gran problema es que, al hacerlo, se cargan todas las ventajas que el formato electrónico presenta para los consumidores: la posibilidad de reproducirlo en distintos dispositivos (ordenadores, tablets, teléfonos...), con distintos softwares, de hacer copias privadas de seguridad (que, según el Texto Refundido de la Ley de Propiedad Intelectual, es un derecho de los consumidores, salvo en el caso del software y de las bases de datos), de un uso más interactivo y flexible de los contenidos (búsquedas, marcadores, diccionarios, subrayados, impresión, etc.). Con lo que al final, el consumidor está pagando un pastón por un formato intangible que está más capado y es menos versátil que sus equivalentes en soporte físico.
Hace unos años compré algunos discos en MP3. Como tenían DRM, sólo podía escucharlos en el ordenador que me los había bajado, ni siquiera podía escucharlos en un reproductor de MP3. El ordenador cascó y me quedé sin aquella música. ¿Consecuencia? No he vuelto a comprar más música digital en la vida. Una experiencia parecida he tenido con los primeros ebooks que compré, perdidos para siempre.
Lo primero que hago al comprar un CD es ripearlo para meterlo en MP3. Pero si el CD viene con anticopia, no puedo ripearlo. Así que acabo descargándomelo de internet. Y claro, uno acaba llegando a la conclusión: si la versión pirata es más versátil que la comercial, y encima es gratis, ¿qué me impulsa a pagar por un producto capado?
Yo entiendo que las industrias culturales están acojonadas con el tema de la piratería, pero en una época en la que la cultura es fácilmente copiable y las medidas anticopia son fàcilmente sorteables, la mejor manera de impulsar el comercio digital es otorgando valor añadido, no restando. Yo si pago por un ebook, quiero poder leerlo en el PC, en el chromebook, en el tablet, en el teléfono y en el kindle, y poder imprimir unas páginas si me hace falta. Esta mentalidad que tiene la industria de cobrar por cada vez que accedes a un mismo contenido, tiene que empezar a erradicarse.
Amazon, a pesar de utilizar un formato propietario, al menos ofrece bastante versatilidad: tus ebooks quedan almacenados en la nube, puedes leerlos en numerosos dispositivos, su oferta es inmensa, los precios bajos... casi ni sientes la necesidad de pasarlos por el Calibre. Además, es de los pocos avispados que comprende que el público no quiere pagar 20 veces por el mismo producto, y ha empezado a ofrecer servicios como el Autorip, que añade valor a las compras en vez de restarlo.
En definitiva, mientras la industria no se adapte a las verdaderas necesidades de los consumidores digitales, la batalla contra la piratería está perdida de antemano.