La confianza general que el culé deposita en Xavi como coach me resulta de lo más curioso.
Xavi era un tipo con una inteligencia futbolística, como jugador, de las mejores que he visto. Un tipo de físico limitado pero con una visión de juego, cuando alcanzó la madurez, digna de un estratega militar decimonónico.
Por desgracia cuando le he leído o escuchado en entrevistas siempre me ha dado la sensación de que es más corto que el rabo de una boina, así como persona. Lo disimula bien porque es un tío sensato y educado, y al lado de amebas como Alba, Busquets o el gran capitán Puyol parece Kafka, pero si rascas mínimamente te da como mucho para ayudante del que alquila los patines en agosto en la playa de Cullera.
Por lo pronto su experiencia como entrenador se limita a vivir del cuento en ese paraíso de la democracia árabe en el que se siente tan a gusto, dirigiendo a cuatro alibabás con chillaba que no distinguen un balón de un cojón de camello, pero parece que en el imaginario culé es una especie de híbrido entre Menotti, Rijkaard y Helenio Herrera. Bueno, il fó vuar que dicen los gabachos.
Si lo que se quiere es un equipo competitivo con recursos que no se circunscriba al estilo como dogma, me parece un opositor cuanto menos discutible. Porque Xavi es el sumo sacerdote del dogma, y la altura del césped le quita el sueño.