Messi se va a un equipo menor, mínimo, insignificante, la nada. Un estado más pequeño que el lluis companys, con cinco años de vida, ni un título, menos historia que el al hilal. Que se haya decidido por semejante castaña ya dice mucho de sus intenciones.
No quita que haya sido el más grande, un jugador superlativo que hizo jugadas de ciencia ficción. Va a ser insuperable. Y fue nuestro y lo disfrutamos nosotros. No hay que perder eso de vista. En el corazón para siempre. Eterno.
Ya cuando explotó me puse triste. Sabía que aquel fenómeno se acabaría un día y cada año que pasaba crecía mi tristeza porque el final estaba más cerca. Por mucho que fuera una temporada galáctica con 50 goles memorables era una temporada menos. Y el día llegó y me rompió. Pero eso es la vida. Tener y perder. Es mejor haber amado y perder el amor que no haber amado nunca. Un corazón roto es preferible a un corazón vacío. Yo amé a messi y él me amó. Me lo dio todo y yo me rendí a sus pies. Hoy no está. Que sea feliz allá donde vaya. Aunque sea una rata.