Me juego la cuenta a que los sin vergüenzas no se comen el turrón:
"Te han escogido presidente del Futbol Club Barcelona. Pero de fútbol no tienes ni idea. ¿Qué haces? Nada te tendría que impedir preguntar a los que saben de verdad. O sí. Lástima, resulta que los buenos, los que saben de verdad, los que ganaban y elevaban a su máxima expresión el estilo de juego que gusta a tu masa social ni siquiera te cogen el teléfono. Se marcharon pies en polvorosa o han acabado quemados por culpa tuya o de gente de tu cuerda. “Peor para ellos”, piensas. “¡Ahora soy yo quien manda!”. Sin embargo, recuerda, no tienes ni idea. Sigues necesitando asesores. Seguro que encontrarás otros dispuestos a seguirte.
Como no eres un auténtico líder, ni tienes ninguna idea fuerte a partir de la cual decidir quién te conviene, sólo se te acercan segundas espadas. En realidad, ya te va bien, que tengan este perfil más bajo. Así no discuten tu autoridad. Primero contratas a uno. Parece que lo tiene claro y sabe bastante. Sin embargo, después de un mal resultado o de una crisis que temes que
te estalle en las manos, te entran las dudas. Claro, como no sabes, tampoco tienes mucho criterio para valorar las soluciones que te ofrece. ¿La solución? Echarlo.
Cuando la pelota no entra, querrías animar a los jugadores. Los visitas un día de entrenamiento. Otro día, bajas al vestuario. Pero, en realidad, no sabes cómo tratarlos. Cuando hablas, no hay feeling. Es lógico. No te deben nada. Ellos ya lo habían ganado todo antes de que tú llegaras. Como tampoco eres muy simpático, ni divertido, ni les hablas de fútbol para no quedar en evidencia, con ellos tampoco tienes casi nada de qué hablar. Prefieres no hacerlo a menudo. No te sientes cómodo.
Para la dirección deportiva, piensas, tendrías que tener todos los elementos de juicio sobre la mesa, considerar todos los aspectos que hasta ahora, con una sola persona, te pasaban desapercibidos. Es mejor no jugárselo todo a una sola carta. Contratas más asesores. Te gusta tener gente nueva bajo tu cargo. Como te deben el trabajo, al menos estos sí que te respetan.
Tienes el entrenador, el secretario técnico, el mánager deportivo de fútbol, el director de deportes profesionales, el director ejecutivo, el vicepresidente del área deportiva y el directivo aquel que sabe una pizca más, de fútbol. Son muchas voces. Ni siquiera tú tienes claro quién manda.
A finales de temporada, tu fichaje estrella te deja plantado y eres el último en enterarte. Tranquilo. Diremos que era un pesetero. Si el resto de jugadores lo desmienten, no tengas miedo. Son un grupo de cantamañanas. Pero ahora resulta que el capitán del equipo, el jugador más elegante, humilde, fiel y discreto de toda la historia del club, hasta las narices de tus mentiras, también dice que no. ¿Qué pasa?"
"Te han escogido presidente del Futbol Club Barcelona. Pero de fútbol no tienes ni idea. ¿Qué haces? Nada te tendría que impedir preguntar a los que saben de verdad. O sí. Lástima, resulta que los buenos, los que saben de verdad, los que ganaban y elevaban a su máxima expresión el estilo de juego que gusta a tu masa social ni siquiera te cogen el teléfono. Se marcharon pies en polvorosa o han acabado quemados por culpa tuya o de gente de tu cuerda. “Peor para ellos”, piensas. “¡Ahora soy yo quien manda!”. Sin embargo, recuerda, no tienes ni idea. Sigues necesitando asesores. Seguro que encontrarás otros dispuestos a seguirte.
Como no eres un auténtico líder, ni tienes ninguna idea fuerte a partir de la cual decidir quién te conviene, sólo se te acercan segundas espadas. En realidad, ya te va bien, que tengan este perfil más bajo. Así no discuten tu autoridad. Primero contratas a uno. Parece que lo tiene claro y sabe bastante. Sin embargo, después de un mal resultado o de una crisis que temes que
te estalle en las manos, te entran las dudas. Claro, como no sabes, tampoco tienes mucho criterio para valorar las soluciones que te ofrece. ¿La solución? Echarlo.
Cuando la pelota no entra, querrías animar a los jugadores. Los visitas un día de entrenamiento. Otro día, bajas al vestuario. Pero, en realidad, no sabes cómo tratarlos. Cuando hablas, no hay feeling. Es lógico. No te deben nada. Ellos ya lo habían ganado todo antes de que tú llegaras. Como tampoco eres muy simpático, ni divertido, ni les hablas de fútbol para no quedar en evidencia, con ellos tampoco tienes casi nada de qué hablar. Prefieres no hacerlo a menudo. No te sientes cómodo.
Para la dirección deportiva, piensas, tendrías que tener todos los elementos de juicio sobre la mesa, considerar todos los aspectos que hasta ahora, con una sola persona, te pasaban desapercibidos. Es mejor no jugárselo todo a una sola carta. Contratas más asesores. Te gusta tener gente nueva bajo tu cargo. Como te deben el trabajo, al menos estos sí que te respetan.
Tienes el entrenador, el secretario técnico, el mánager deportivo de fútbol, el director de deportes profesionales, el director ejecutivo, el vicepresidente del área deportiva y el directivo aquel que sabe una pizca más, de fútbol. Son muchas voces. Ni siquiera tú tienes claro quién manda.
A finales de temporada, tu fichaje estrella te deja plantado y eres el último en enterarte. Tranquilo. Diremos que era un pesetero. Si el resto de jugadores lo desmienten, no tengas miedo. Son un grupo de cantamañanas. Pero ahora resulta que el capitán del equipo, el jugador más elegante, humilde, fiel y discreto de toda la historia del club, hasta las narices de tus mentiras, también dice que no. ¿Qué pasa?"