Respuesta: Malick TO THE WONDER
Precisamente no sorprende la corta duración, porque Malick mismo se debió de dar cuenta de que no había salido material para más. De hecho yo creo que daba para bastante menos, porque no soy de mirar el reloj y aquí lo he hecho dos veces en menos de dos horas. Incluso me han pesado los párpados en cierto tramo.
La película para mí confirma el temor de que Malick (no) se ha acomodado, de que después de parir El árbol de la vida se lanzó rápidamente a rodar, a encontrar. Quizás fue debido a la libertad experimentada con Lubezki y el digital, quizás al respaldo que recibió habiendo confiado más en su instinto y menos en el guión previo. El caso es que parte de la idea de buscar el amor en compañía de sus colaboradores habituales y de un reparto de caras conocidas, con lo que parece una línea argumental mínima.
Y aquí es donde se da de bruces con la necesidad de un mayor trabajo previo para guiar a los actores o para acumular más ideas, y con la sospecha de que no encuentra la misma inspiración con escenarios actuales. Igual porque es la fascinación por las vidas pasadas lo que enciende la chispa de un antiguo nostálgico, y su mirada sobre los sentimientos de ahora es una necesidad muy personal. Igual por esto introduce el personaje pegote del sacerdote en crisis de fe que vaga entre creyentes, como Malick hace entre sus contemporáneos, o incluso entre los cinéfilos con este reciente e insólito ansia de rodar.
Tampoco ayuda la elección de dos actores sin recursos para la improvisación tan delicada que parece pedir el director: Javier Bardem está perdidísimo encarnando al perdido sacerdote salvo cuando mal-lee su voz en off, y Ben Affleck no está a la altura del reto para superar su inercia. Con semejantes pedruscos es imposible que surjan gestos y miradas mágicas que insuflen vida a los sentimientos de sus personajes, máxime cuando el segundo (segundo personaje de peso) hace todo lo contrario, cortando la energía del resto de actores con acciones sobadas, tímidas improvisaciones de frases o incluso gestos directos como cuando regaña a la niña o levanta al crío en la hierba. Tanto Olga Kurylenko como Rachel McAdams están más entregadas a sacar algo intenso de sus momentos, pero es cuando obtienen inspiración del entorno y no de su compañero cuando se las ve más seguras. Igual por no compartir escena con él la amiga italiana de la protagonista entra de lleno en el tedio que ha invadido las idas y venidas de los amantes (y la película) y resulta tan fresca, tan inspirada, tratando de liberar a la chica. Es el único momento interpretativo de valor en la película, además de varias escenas donde la pobre de Kurylenko saca algo a fuerza de intentarlo.
Salvando algunos momentos de la protagonista haciendo el cabra, y las rotundamente estériles cuando no ridículas voces en off, no veo razón para decir que esto parece una parodia o un sucedáneo de Malick. Es sencillamente una obra menos pensada y más maltrecha del ambicioso proceso que emprende su autor. Atrapar el amor y especialmente el desamor a base de instantes donde siempre hay algo de belleza, sea en lo plástico, sea en la lenta forma de moverse los actores, o sea en la preferencia por que estos no hagan uso de diálogos, me parece un encorsetamiento brutal. De principio a fin uno ve cómo el estilo de Malick funciona impecablemente al principio, cortando las imágenes hermosas sin dar tiempo a darles demasiada importancia, avanzando la narración de forma inusual. Pero en cuanto los personajes ponen pie en tierra americana y la tierra se contamina y los corazones se endurecen lo plástico devora lo que se quiere contar, bombardeando imágenes preciosas hasta el punto de que, sin estar acompañadas de sentimiento y una historia potente, dejan de surtir efecto en el espectador. Solo cuando la música acompaña o cuando hay sorpresas (los búfalos, la vuelta a Europa) uno vuelve a conectar con el discurso estético.
Una empresa valiente, pero una película mediocre para el nivel medio del director, a pesar de que las imágenes siguen siendo maravillosas.