En mi día a día profesional sigo siendo fiel los dispositivos 2 en 1 de la gama Surface Pro de Microsoft, por su combinación de ligereza, conectividad permanente y compatibilidad con las aplicaciones que utilizo habitualmente, que en su mayoría son aplicaciones de la propia Microsoft.
Hace un par de años actualicé mi Surface Pro 5 LTE Advanced por una Surface Pro 7+ LTE Advanced que sigue funcionando estupendamente, y en aquel momento estuve considerando dejar los procesadores Intel y pasarme a un modelo con procesador ARM como la Surface Pro X, pero lo descarté porque a pesar de ser un excelente hardware, en aquel momento el software no estaba a la altura y ni el sistema operativo ni las aplicaciones estaban preparados para sacarle todo el partido a ese hardware.
Si buscas información en Internet, se te quitan las ganas de planteártelo, porque no hay información actualizada y la mayor parte de las opiniones son negativas porque reflejan el estado de la tecnología hace dos años y no el estado actual. Microsoft tendría que gestionar mejor este tema y fomentar canales de comunicación oficiales para promocionar lo que se puede hacer con sus equipos, pero son un fabricante de software y esto no lo hacen bien.
Y es que las cosas han evolucionado muy bien y la realidad es muy distinta a lo que parece. Las últimas versiones de Windows 11 para ARM han mejorado la emulación de aplicaciones x86, y a día de hoy puedes ejecutar aplicaciones para la arquitectura x86 que usan los procesadores Intel, tanto de 32 como de 64bit, aunque lo lógico es tratar de utilizar aplicaciones creadas para arquitectura ARM, y la oferta cada vez es mayor.
Comparado con Intel, un sistema con procesador ARM es más eficiente energéticamente y puedes conseguir mejor autonomía, algo muy importante cuando usas el equipo de aquí para allá y no quieres andar con un cargador a cuestas. Este es el principal motivo de plantearme el cambio, y lo que voy viendo hasta ahora es una mucha mejor gestión de la energía y una mayor autonomía, aunque quiero ponerlo a prueba en algun viaje de esos que empiezan en un avión a primera hora y terminan con otro a última hora del día.
Así que viendo el panorama y con ganas de probarlo a fondo para ver si realmente es una alternativa a equipos con procesador Intel, he comprado una Surface Pro X de segunda generación, con procesador SQ2, 16GB de memoria RAM y 256GB de almacenamiento, más la funda con teclado completo en alcántara y el Surface Slim Pen 2, que tiene un diseño muy bien pensado para esconder el lápiz.
Como en cada iteración de los dispositivos Surface de Microsoft, el hardware va mejorando y el acabado es espectacular. La pantalla PixelSense ha evolucionado y sin aumentar su tamaño ha reducido marcos, con lo que ganamos en diagonal y ahora llega a las 13" en el mismo formato 3:2 que es más cómodo para trabajar que el 16:9, con una resolución de 2880×1920 (267 ppp) y un sistema multitáctil de 10 puntos que funciona de maravilla.
De hecho, si le quitas el teclado, que es magnético y se retira con solo estirar, te quedas con un tablet premium de 13", que es perfecto para la lectura.
A priori y si nos fijamos exclusivamente en los benchmarks de Geekbench (1100 en single-core y unos 3500 en multicore), podríamos pensar que no es un equipo potente, pero la realidad es que es un equipo que destaca porque se comporta muy bien y sin dar signos de que no llega.
Estoy convencido de que al igual que hace Apple con su hardware, Microsoft también optimiza Windows para el Surface, algo que me parece más notable aún con la arquitectura ARM. La Surface Pro X viene con Windows 11 Home, pero la he actualizado a Windows 11 Pro simplemente agregando una clave de producto, y así tengo todas las características disponibles para probarla a fondo y llevarla al límite de lo que suelo hace.
Y os aseguro que la he estresado, usando a la vez todo tipo de software, intentado apostar siempre por las soluciones nativas de Microsoft en sus últimas versiones, que claramente están optimizadas para la plataforma: OneDrive para el almacenamiento en la nube, Outlook para gestionar el correo y mi agenda, Teams para videoconferencias (muy mejoradas con la nueva cámara), Edge como navegador con decenas de pestañas abiertas, WhatsApp o Telegram como clientes de mensajería adicionales, Dropbox sincronizando más almacenamiento en la nube, reproduciendo música conectado por Buetooth a los AirPods Pro con el cliente ARM de Spotify o con Tidal en emulación, que no tiene cliente ARM. Incluso hasta configurando una máquina virtual con Debian Linux usando Microsoft Hyper-V, y el resultado es sorprendente.
El procesador lo firma Microsoft con el modelo SQ2, pero en realidad es un SoC desarrollado por Qualcomm, que además de una CPU funcionando a 3,15GHz, incorpora una GPU Adreno 690 GPU y se percibe competente, y tener 16GB de memoria RAM se agradece, pues como podéis ver en esta situación el sistema tiene ocupadas 13,3GB, algo que noto muy optimizado para estar ejecutando una máquina virtual con un entorno gráfico como GNOME, que no es precisamente liviano.
El disco que monta es un SSD NVMe de Toshiba, en formato corto 2230, idéntico al que tengo en mi Surface Pro 7+, y cuando termine de probarla y decida definitivamente que cambio un equipo por otro, lo cambiará ya que tiene el doble de capacidad y mejora el rendimiento pasando de 2000 a 2400MB/s en lectura y de 800 a 1500MB/s en escritura, y eso lo notaré.
Me tienta probar un SSD Western Digital Blue de 1TB compatible con PCIExpress 4.0, pero he leído a quien le ha dado problemas y no quiero arriesgar ya que me da que este equipo es PCIExpress 3.0 y aunque sea retrocompatible, mejor quedarse con uno con el mismo estándar.
Cambiarlo es igual de sencillo en ambos equipos ya que es una unidad reemplazable por el usuario simplemente abriendo una puerta presionando con un clip.
Lo de ejecutar una máquina virtual con Linux no es algo que realmente me haga falta, y es más por investigar y para hacer pruebas de vez en cuando, igual que tengo un móvil Android.
Para usar Linux en Windows ARM he probado dos formas distintas. Una es usar WSL2, la última versión del Windows Subsystem for Linux, y está bien si quieres ejecutar un sistema Linux sin entorno gráfico y sólo con la consola. Una vez activado desde las características especiales de Windows, solo tienes que ir a la Store y descargar la distribución que quieras.
Pero si quieres una máquina virtual completa y con su entorno de escritorio gráfico al estilo de VMware, la mejor opción es usar Hyper-V, que funciona genial en Windows para ARM. Hubiera preferido usar VMware por compatibilidad con las máquinas virtuales que uso habitualmente, pero no está disponible para esta versión de Windows.
Aquí lo tenéis funcionando con el instalador de Debian 12 para arm64, que es la distro que estoy usando últimamente.
Hyper-V va muy bien y hace una asignación dinámica de los recursos hardware de tu equipo que te permite exprimir el hardware, pero no he conseguido que funcione a pantalla completa y con la resolución de la Surface Pro X. Para ello creo que hay que usar el modo de sesión mejorada y lo tengo activado, pero tengo que investigar qué tengo que hacer en la máquina Linux.
De momento lo estoy usando con una resolución de 1680x1050 y con ampliación al 150%. Suficiente, pero echo de menos la definición que se puede conseguir con la pantalla de la Surface Pro X.
Seguiré probándola a fondo y os comentaré impresiones, pero de momento estoy muy contento con el resultado.
Si os apetece ver sus características, las tenéis aquí.
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