No se entiende del todo Dream scenario sin Nicolas Cage, persona, personaje y meme; la santísima trinidad del cine, y es que no solo está divertido y patético a partes iguales, sino que no podría ser otro para contar la historia de un fenómeno viral y de cómo la lógica de estos tiene mucho en común con otro fenómeno, el de la histeria colectiva, las oleadas de indignación en redes sociales y las campañas de descrédito a personalidades públicas a raíz del “me too” o la guerra cultural; distorsión, manipulación, nostalgia de una realidad que se ha convertido en un gran sueño colectivo donde cada uno ve lo que quiere ver.
Un tipo cualquiera se vuelve enormemente popular por motivos absurdos, se vuelve objeto de simpatía e incluso de deseo y obsesión, para a continuación ser defenestrado cruelmente por motivos igual de absurdos e incomprensibles, víctima él mismo de cualquiera de las pesadillas que inspira, en una espiral de paranoia y horror que le convierten en un nuevo Josef K. No hace nada, no ha hecho nada, pero es el centro de todo, y es que es difícil sustraerse y quedarse al margen cuando te ponen en la palestra. Es además la película de un pobre hombre blanco y heterosexual injustamente acusado, con su propia mujer y sus hijas en contra, seguro que es música para los oídos de más de uno. Pero quizá nuestro hombre no sea inocente del todo… y tampoco es que le falte un punto llorón y victimista.
Un poco larga hacia el final, y el gag del sofá quizá un poco fuera de lugar. Un estilo de rasgos documentales y en general bien recreado ese onirismo, sin exceso de artificio o CGI en sus fugas surreales, muy orgánico. Humor negro y ambiente inquietante para un film que esconde un fondo amargo y que no sabes si reírte, llorar o qué.. aunque con semejante final, te decantas claramente por lo segundo. Sobre los sueños literales pero también los de un “loser” acomodado por la rutina y los pájaros en su cabeza (al final ese es el verdadero crimen que comete), que vive de esos sueños de escribir el ansiado libro, los cuales nunca quiso o pudo cumplir, hasta que alguien se los pisotea y se los sabotea. La sátira parece que aborda la cuestión desde esa metáfora o realismo mágico, sin ahondar en cuestiones ideológicas y reivindicativas y más interesada por el fenómeno en sí mismo y su funcionamiento… lógico cuando ambas partes suelen ir a la par en cuanto a enajenación.
Start-ups dirigidas por millenials y hipsters que venden no se sabe muy bien el qué, empresas e instituciones que se suben al carro de lo que está de moda y funciona, pero que tampoco dudan en lavarse las manos y dar la patada cuando se vuelve incómodo. La educación que degenera en terapia, las universidades privadas y la sensibilidad exacerbada de unos jóvenes que no diferencian la realidad de la fantasía, acechados por un enemigo que sólo está en sus cabezas; el viejuno que quiere profundizar, los chavales que sólo están al tanto del momento y la brecha comunicativa y generacional entre ellos.
Biología evolutiva, camuflaje y adaptación al medio, mentes-colmena… paradójicamente el tipo sí que realiza una gran descubrimiento. El influencer como el gurú de nuestro tiempo, distopías que ya están aquí, con la publicidad y sus posibilidades de visibilidad y posicionamiento como la clave que lo mueve todo, hasta el punto de invadir la parcela última de nuestro ser; renuncie usted a todo lo que le incomode… a cambio de unos cuantos anuncios.